Una vez al año, justo antes de la puesta de sol, un bosquecito en medio de las viñas en la Ametlla de Segarra se llena de poesía y música. Es alrededor de la Virgen de Agosto y mientras cae la luz y todo lo va cambiando quizás te encuentras a Nú Miret recitando, a Carles Belda tocando o a Jordi Oriol haciendo su fantástica Caída de la hache. Es posible que en la mano tengas una copa de vino bueno, por ejemplo el Gavernera, un rosado estratosférico —es decir, sorprendente, fresco, afrutado, vivo— hecho a partir de las viñas que te rodean. Y vete a saber si no acabarás bailando northern soul, Kortatu o Franco Battiato pinchados por Ricard Skyhook y las Guineus Platejades. Todo eso es gracias a la bodega Comalats.

Eva Bonet y su hermano Eloi llevan la bodega desde el 2021, y su hermana Núria se encarga de la comunicación. Su padre, Jaume Bonet, arrancó el proyecto en 1991 y marcó las líneas maestras: vinificación natural, agricultura ecológica, respeto por la naturaleza. Era todo un personaje: cuando vendimiaban, desde el tractor ponía ópera a todo trapo. Sus hijas mantienen la tradición para que su alma continúe bien viva. Los nombres de los vinos de Comalats son muy significativos: Angelina se hace con damajuanas y tupines porque era lo que había en casa de la abuela del mismo nombre; Laurus es por el primer hijo de Eva, Llorenç —un vino aromático, de maceración carbónica, juvenil; Isarda fue el primero sin sulfitos, y por eso tiene este nombre salvaje; Gavernera es un rosal borde de margen; Esparver, más que por el pájaro, es por cómo se llamaba una herramienta de viña...

La familia Bonet no para de hacer vínculos a medida que van pasando los años

Hay una historia que explica perfectamente el vínculo con la tierra de Comalats: el año 2023 todo el cabernet hizo una parada fermentativa que los dejó con el corazón en un puño. De hecho, no podía ser de otra manera, la uva ya estaba triste cuando la cogieron: estaba de duelo porque Jaume, que la había plantado, se acababa de morir.

Elaboración del vino Arisco en la Bodega Comalats foto Cedida
Elaboración del vino Isarda en Celler Comalats. / Foto: Cedida

La familia Bonet no para de hacer vínculos a medida que van pasando los años: con diseñadores (Estudi Saüc, Gerard Miquel, Anna Bosch, Adri Esquenazi) y amigas vendimiadoras como Isabel Bassa, con restaurantes (el Truc d'Agramunt, el Sisè de Lleida o l'Antic Forn de Cervera), compañeros de colectivo (Vinyataires Lliures) y distribuidores (Sentits Barcelona y Jaume Jordà). Eva dice que es muy importante pensar el mundo conjuntamente y que es una cuestión política poner precios justos y accesibles, que ellos hacen vinos de cada día para beber con los amigos y no exclusivos y desorbitados para que solo se les puedan permitir los expats.

Emi de Lavinaventura los enredó para participar en el proyecto Bubble Dragon de Ruben Parera: se trata de hacer un ancestral (un espumoso de fermentación única y mínima intervención) colaborativo, como explican muy bien aquí. Y ahora Comalats ha invitado al joven Niu Celler.

Y así es como Eva, Eloi y Núria se han convertido en un referente, por la calidad de sus vinos naturales y por la constelación de amistades y complicidades que van trazando poco a poco bajo el mismo lema: cerrar filas por un mundo mejor.