Con la llegada de la primavera, empiezan a llenar los mercados unas de las frutas más esperadas del año: las fresas. Su color rojo vibrante, su aroma embriagador y su sabor dulce hacen que resulten casi irresistibles. Además, son saludables, ligeras y versátiles: se pueden comer solas, en ensaladas, con yogur o en postres más elaborados. Pero tras esa imagen apetecible se esconde una trampa en la que muchos consumidores caen sin darse cuenta. Porque no todas las fresas que vemos en las fruterías o supermercados están realmente listas para disfrutar.
La trampa que muchos no ven al comprar fresas
El engaño más común empieza por el aspecto. Es muy fácil dejarse seducir por fresas grandes y brillantes, perfectamente alineadas en envases plásticos. Sin embargo, el tamaño o la forma poco tienen que ver con el sabor. De hecho, muchas de estas fresas han sido recogidas antes de tiempo para aguantar el transporte o conservarse más días en los lineales. El problema es que, una vez arrancadas de la planta, las fresas no siguen madurando. Si no han desarrollado bien sus azúcares, lo más probable es que al morderlas nos llevemos una decepción: estarán ácidas, harinosas o sin apenas sabor.

Otro detalle que pasa desapercibido es el recipiente en el que vienen. La mayoría se presenta en bandejas de plástico, que aunque prácticas para el transporte, retienen la humedad y el calor. Y estos son los dos peores enemigos de esta fruta. Las fresas son extremadamente delicadas y sensibles a los cambios de temperatura. Un poco de condensación en el fondo del envase puede bastar para que comiencen a pudrirse desde abajo, aunque la capa superior siga luciendo intacta.
Un detalle que pasa desapercibido es el recipiente en el que vienen
Por eso es importante revisar bien las fresas del fondo del envase antes de comprar. Fíjate también en el color: las mejores fresas son de un rojo intenso y uniforme, sin zonas blancas o amarillentas. Ese color indica que tienen un alto contenido de antocianinas, responsables no solo de su tonalidad, sino también de su sabor y valor nutricional. Otro truco es observar el cáliz: si las hojas están verdes y frescas, es buena señal. Si están mustias o se desprenden con facilidad, probablemente han pasado demasiados días desde su recolección.

Finalmente, el olfato también es clave. Una buena fresa desprende un aroma dulce y reconocible incluso antes de probarla. Si no huele a nada, lo más seguro es que tampoco sepa a nada. Tal y como puedes ver, comprar fresas no es tan sencillo como parece. Detrás de su aspecto tentador puede esconderse una fruta insípida, mal conservada o fuera de temporada. La clave está en mirar, tocar y oler con atención para no caer en la trampa. Así podrás disfrutar de su sabor auténtico en todo su esplendor.