La cocina tradicional catalana guarda tesoros que han viajado de generación en generación, pequeñas joyas que sobreviven gracias a la memoria y a las manos sabias de nuestras abuelas. En un nuevo vídeo del proyecto Gastrosàvies, impulsado por el Departament d’Agricultura de la Generalitat de Catalunya, viajamos hasta Barbens, en el corazón del Pla d’Urgell, para descubrir una de esas recetas centenarias que aún hoy emocionan: el pollastre amb poma. La encargada de prepararlo es Maria Àngels Iniesta i Canovas, una gastrosàvia que conserva esta elaboración heredada de la cocina clásica catalana. Allí, entre campos de perales, melocotoneros, ciruelos y, sobre todo, manzanos que desde hace más de setenta años definen el paisaje, explica cómo este plato mezcla el dulce y salado como símbolo de celebración, reflejo de una tradición donde la fruta no solo alimenta, sino que es cultura, identidad y gastronomía.
La receta catalana centenaria que solo guardan nuestras abuelas
El vídeo muestra una receta que, aunque sencilla, tiene ese carácter de cocina pausada que distingue a los platos con historia. Maria Àngels comienza salpimentando el pollo y añadiéndole también un poco de limón, un gesto que, según explica, potencia el aroma y ayuda a que la carne quede más tierna. Tras este primer paso, el pollo reposa 12 horas en la nevera, absorbiendo todos los sabores.

Al día siguiente, se cubre la pieza con un chorrito de aceite de oliva virgen extra y se marca en una cazuela con más aceite caliente. A partir de aquí, empieza el ritual: se añaden hojas de laurel, tomates enteros, un par de dientes de ajo y varias cebollas cortadas, ingredientes que irán creando un fondo meloso y perfumado. Todo este conjunto se deja asar durante un par de horas, a fuego tranquilo, permitiendo que el pollo se dore lentamente y que las verduras se transformen en una salsa espesa y profundamente aromática.
Pasado este tiempo, llega uno de los momentos más característicos de esta receta: la incorporación del vaso de coñac, que se añade directamente a la cazuela para que se integre durante otras dos horas de cocción a fuego medio. Este licor, muy presente en la cocina catalana tradicional, aporta un toque cálido y ligeramente dulce que encaja a la perfección con el sabor de la carne. En paralelo, se prepara la parte más distintiva del plato: la manzana. Maria Àngels retira un poco del jugo del pollo y lo coloca en una olla aparte junto con las manzanas cortadas, pueden ser golden, suaves y fáciles de trabajar, previamente humedecidas con unas gotas de limón. Estas se cocinan unos 10 o 12 minutos, el tiempo justo para que se ablanden sin perder su forma ni su brillo.
Una receta que, gracias a proyectos como Gastrosàvies, sigue viva
Finalmente, solo queda emplatar esta auténtica delicia centenaria: el pollo, sus verduras caramelizadas y la manzana tierna que actúa como contrapunto dulce. Es un plato que resume la esencia de la cocina catalana más antigua: proximidad, sencillez, estacionalidad y un profundo respeto por el producto. Una receta que, gracias a proyectos como Gastrosàvies, sigue viva y viaja hacia el futuro con el sabor intacto de siempre.