Hay dulces que forman parte de la memoria colectiva y que, pese a su sencillez, guardan una historia gastronómica tan rica como cualquier postre de alta repostería. Entre ellos destaca la paracota tradicional del Baix Ebre, un pequeño tesoro que nuestras abuelas preparaban en días especiales y que hoy se disfruta como un dulce casi de lujo familiar, porque ya no se cocina con la frecuencia de antaño. A primera vista puede parecer un simple buñuelo, pero quienes lo han probado saben que es algo completamente distinto: una mezcla perfecta entre masa aromática, higos dulces y anís fragante que crea un bocado único. La receta original ha sobrevivido durante generaciones y, para quienes quieren aprenderla paso a paso, existe incluso un vídeo del conocido canal de cocina La cuina de la Gemma, que mantiene viva esta tradición mostrando el proceso con el mismo cariño con el que se hacía antiguamente.

El delicioso dulce que preparaban nuestras abuelas con higos

Las paracotas siempre han sido un dulce humilde pero sorprendente, elaborado con ingredientes sencillos que, combinados con sabiduría, daban lugar a un sabor inconfundible. Aunque su apariencia dorada recuerda a los buñuelos, al morderlas se descubre su esencia: una textura crujiente por fuera y una suavidad interior provocada por los higos secos abiertos por la mitad, que aportan un dulzor profundo y natural. La mezcla se prepara con una base muy simple hecha con harina de trigo, un buen chorro de anís dulce, algo de azúcar y sifón o agua para conseguir una masa ligera pero consistente. Lo importante es lograr esa textura perfecta que permita envolver el higo sin que la pasta quede ni demasiado líquida ni excesivamente espesa, una destreza que las abuelas dominaban a través de la experiencia más que de las medidas.

Higos secos / Foto: Unsplash
Higos secos / Foto: Unsplash

Las paracotas siempre han sido un dulce humilde pero sorprendente

Una vez lista la masa, se incorporan los higos secos cortados y se mezclan suavemente hasta que queden bien cubiertos, sin necesidad de dejar reposar nada. Ese es uno de los encantos de la paracota: se prepara rápido, con la intuición de la cocina de antes, siguiendo la tradición de los hogares del Baix Ebre donde este dulce ha sido parte esencial de fiestas, meriendas y reuniones familiares. La fritura se hace siempre con aceite de oliva caliente, lo bastante profundo para dorar cada pieza de forma uniforme. Al sacarlas de la sartén, aún chisporroteando, se rebozan en azúcar y se dejan reposar unos segundos antes de comerlas, liberando ese aroma que mezcla dulzor antiguo, anís perfumado y recuerdos de cocina casera.

El resultado es un bocado que no solo alimenta, sino que conecta con una memoria gastronómica que merece conservarse. Y gracias a recetas compartidas como las de La cuina de la Gemma, la tradición de la paracota seguirá viva, recordándonos la magia de los postres que parecen buñuelos… pero no lo son.