Bayona, Iparralde (entonces Primer Imperio francés); 5 de mayo de 1808. Hace 217 años. Los reyes Carlos IV y Fernando VII (quinto y sexto Borbones en el trono de Madrid) se vendían la corona española a Napoleón I, emperador de los franceses desde 1804. Acto seguido, Napoleón cedía el trono español a su hermano mayor, José Bonaparte, que sería coronado el 9 de julio de 1808, que sancionaría la primera Constitución española —la Carta de Bayona— y que reinaría como José I (1808-1814). En aquel impasse, Napoleón separó Catalunya del lote español; y la incorporó al Primer Imperio francés como una región más (1808-1814). Durante la etapa bonapartista, Barcelona viviría una primavera política, social, cultural y gastronómica; con innovaciones como la popularización del consumo de la cerveza. Pero ¿cómo, quién y por qué se introdujo la cerveza?

¿Desde cuándo bebemos cerveza en Catalunya?

En Cataluña la fabricación y consumo de cerveza tenía una larga historia que se remontaba a la antigüedad (siglos IV a. C. a I a. C.). Pero era un brebaje denso y desbravado destinado, exclusivamente, a las prácticas litúrgicas de las religiones ancestrales. Durante siglos (edades antigua, medieval y moderna); el vino y el aguardiente serían, prácticamente, el único producto de consumo que se ofrecía en las tabernas. Tanto en Cataluña como, también, en Francia y en todos los países del arco mediterráneo. No obstante, a mediados del siglo XVIII, se produciría un revelador cambio de hábitos de consumo en las tabernas de París. A partir de 1750, la fuerte corriente migratoria que, procedente del norte del Sacro Imperio (Hannover, Holstein y Mecklenburg), se estableció en París (la gran capital continental del momento); introdujo la cerveza como un producto de consumo habitual.

¿Por qué los funcionarios bonapartistas impulsaron el consumo de la cerveza?

Después de la incorporación de Catalunya al Primer Imperio francés (julio, 1808); Barcelona fue convertida en la nueva capital del Mediodía francés (con 120.000 habitantes era la tercera ciudad más poblada, detrás de París y Ámsterdam). Y se produjo un formidable desembarco de funcionarios del régimen bonapartista, acompañados por sus respectivos familiares, que se estima en unas 2.500 personas. La llegada de aquella nueva élite funcionarial representaría una bocanada de aire fresco que modernizaría aquella Barcelona triste y mohosa del régimen borbónico: se restauró la cooficialidad del catalán; se prohibieron las procesiones religiosas y las corridas de toros; se restauró el Carnaval, se creó un calendario estable de representaciones teatrales y operísticas; y se popularizó el consumo de la cerveza.

Anuncio de cerveza (finales del siglo XIX). Fuente Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos
Anuncio de cerveza (finales del siglo XIX) / Foto: Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

En las tabernas de París, el vino había pasado de ser un producto casi único a tener que compartir protagonismo con la cerveza. La causa era la gran emigración “hanseática” a París durante la época de plenitud económica 1750-1770, que precedería a la gran crisis de la década de 1780 y la revolución de 1789. Pero, la cuestión es: ¿por qué la cerveza, que era un producto de consumo popular, llegó a Barcelona con la élite funcionarial bonapartista? Y la respuesta la tenemos en la misma dinámica de la sociedad francesa de la Revolución (1789-1793); de la República (1793-1804); y del régimen bonapartista (1804-1815). Con el inicio de este proceso, se activó el ascensor social —hasta entonces, inexistente— y las clases populares —las que se habían sumado a las costumbres enológicas de los emigrantes “hanseáticos”— se convertían en parte de las nuevas élites francesas.

El superprefecto Augereau y la postetapa bonapartista

La Catalunya incorporada al Imperio francés fue dividida en cuatro departamentos (cinco con los Pirineos Orientales). Y al frente de cada uno, París situó a un prefecto. Pero en Barcelona, además, situó a un superprefecto (un gobernador regional). El primero fue Laurent de Govuion Saint-Cyr (1808-1810) un elemento procedente de la burguesía republicana parisina. Pero se enfrentó con Napoleón y fue encarcelado. El 24 de enero de 1810, llegaba a Barcelona su relevo, Pierre François Augereau, el gran paradigma de aquella élite funcionarial bonapartista. Hijo de una familia humilde formada por un carnicero parisino y una florista originaria de Hannover; había hecho una extraordinaria carrera militar y había ganado el grado de mariscal —que, antes de la Revolución, era una categoría reservada, exclusivamente, a los familiares del rey—.

Mapa del Primer Imperio francés. Fuente Cambridge History Modern Atlas
Mapa del Primer Imperio francés / Foto: Cambridge History Modern Atlas

Los emigrantes “hanseáticos” que se habían establecido en París durante la bonanza de 1750-1770 no habían exportado tan solo el consumo de cerveza. También serían los que implantarían el fonema /gr/ (rempart, randonée) —tan característico del francés moderno— y lo universalizarían (recordemos que la dinámica evolutiva de las lenguas siempre sigue el sentido de abajo hacia arriba). En París, la cerveza y el fonema /gr/ se quedarían para siempre. Pero en Cataluña, con la derrota del régimen bonapartista en los campos de batalla continentales (1814) y el regreso —masticando vidrios— de Fernando VII, al que la historiografía española llama el “rey felón” —el rey traidor—; se produciría el repliegue de la estructura funcionarial parisina y la desaparición del fonema /gr/ de las calles de Barcelona. No ocurriría lo mismo con la cerveza, que ya no se iría. Había llegado para quedarse.

El consumo de la cerveza es antiquísimo, pero su popularización es más reciente y debido a un hecho muy desconocido

Grabado de Barcelona en plena Primera Revolución Industrial (1850). Fuente Archivo Municipal de Barcelona
Grabado de Barcelona en plena Primera Revolución Industrial (1850) / Foto: Archivo Municipal de Barcelona

La cerveza y la Revolución Industrial: llegan los grandes fabricantes cerveceros

Si en París —y por extensión en el conjunto del estado francés— la universalización del consumo de cerveza está asociado con la Revolución y el ascensor social (1789-1793); en Barcelona —y en Catalunya—, lo está con la Revolución Industrial. Después de la etapa bonapartista, el aparato fabril catalán introdujo una serie de innovaciones tecnológicas (la más importante, la máquina de vapor; en 1835); que acelerarían la transformación de la sociedad catalana. La cerveza —asociada a la clase obrera— cada vez estaría más presente en las tabernas de las ciudades industriales catalanas de la época (Barcelona, Reus, Gràcia, Mataró, Vilanova, Sabadell, Terrassa, Sant Andreu). Pero, durante más de medio siglo (1814-1870), la demanda estaría sujeta a la fabricación en talleres familiares que, con dificultad, podían dar abasto a la demanda; o a la importación.

Retrato de Pierre François Charles Augereau, superprefecto de Cataluña. Fuente Musée de l'Armée. Palacio de los Inválidos. París
Retrato de Pierre François Charles Augereau, superprefecto de Catalunya / Foto: Musée de l'Armée

Esta situación se rompe a finales del siglo XIX, con el estallido de la Guerra franco-prusiana (1870-1871), que enfrentó a Prusia —motor de la unificación moderna alemana— y Francia —que extendía su dominio sobre una parte del mundo alemán—. Los combates se libraron, principalmente, en la zona de contacto (los territorios, entonces franceses, de Alsacia y Lorena; que Prusia ambicionaba incorporar a la Gran Alemania). Este clima bélico, provocaría el exilio de miles de personas; entre las cuales encontramos a varios elaboradores de cerveza que se dirigieron y se establecieron en Cataluña porque ya conocían el país y el mercado (con anterioridad, ya exportaban a Catalunya). Con el transcurso del tiempo, estos productores se convertirían en grandes fabricantes y el nombre de su marca (el apellido familiar) se convertiría en un sinónimo de cerveza.