El Girona ha seguido muy de cerca el Sevilla-Madrid del Ramón Sánchez Pizjuán. Los gerundenses soñaban con una victoria del Real Madrid para alargar las mínimas opciones de clasificarse para Europa, pero la victoria de los andaluces pone punto final a su temporada. Las matemáticas dicen que los de Pablo Machín no viajarán por los mejores estadios en el segundo año del club en la élite.

La última derrota en casa contra el Eibar convirtió el sueño de la séptima posición en una quimera y hoy el Sevilla lo ha certificado con goles. La mala racha del Girona, que ha llegado al tramo final con el depósito de gasolina en reserva, ha acabado con unas aspiraciones que se empezaron a gestar en el primer tramo de la temporada. Los gerundenses sólo han ganado uno de los últimos ocho partidos de Liga. Unos números muy alejados de los de las primeras jornadas, cuando consiguieron hacerse fuertes en Montilivi.

El año del Girona ya ha acabado. Y lo ha hecho con nota después de alcanzar la permanencia, el gran objetivo, ahora hace unas semanas. La ciudad está orgullosa de un estreno en Primera División casi impecable, con victorias con solera como contra el Real Madrid o el Espanyol. La afición está obligada a celebrarlo. Y tendrá el partido de este sábado contra el Valencia, ya clasificada para la Champions, para despedir a unos futbolistas que ya forman parte de la historia del club.

Ahora, los despachos del Girona tendrán que trabajar para mantener el bloque que ha brillado en su estreno en la Liga. Con Portu renovado, el club tendrá que seguir revisando contratos para alargar al máximo su estancia entre los mejores. Uno de ellos es el del entrenador Pablo Machín. El técnico, después de cuatro años, se ha ganado un prestigio que lo puede llevar a banquillos con objetivos mucho más ambiciosos que la salvación.