Las aguas bajan turbulentas en el mar del Caribe. La tensión política y militar entre Estados Unidos y Venezuela y el enfrentamiento directo entre Donald Trump y Nicolás Maduro han aumentado en los últimos días después de que el presidente norteamericano ordenó desplegar barcos de guerra y miles de marines frente a las costas de Venezuela. La administración Trump justificó el envío de al menos tres destructores armados con misiles guiados, además de al menos un submarino de ataque y aviones espía P-8 Poseidon, como parte de una operación para combatir el tráfico de drogas, acusando al gobierno venezolano de Nicolás Maduro de liderar el llamado Cartel de los Soles y de ser un "régimen narcoterrorista". Con el argumento de que "el presidente venezolano es uno de los mayores narcotraficantes del mundo", Trump, que está dispuesto a utilizar las Fuerzas Armadas contra los cárteles extranjeros para frenar el narcotráfico, ha puesto en la diana a Maduro, sobre el que aumentó la recompensa por información que conduzca a su captura hasta los 50 millones de dólares. El presidente venezolano respondió al movimiento militar norteamericano, anunciando el despliegue de más de 4,5 millones de milicianos de la Guardia Nacional bolivariana en todo el país y preparando una defensa ante una hipotética invasión estadounidense.

Dispuesto a "utilizar todo su poder"

Las recientes palabras de la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, asegurando que Estados Unidos está preparado para "usar todo su poder" para frenar el "flujo de drogas hacia su país" y "llevar a los responsables ante la justicia", provocaron las reacciones de Venezuela, que considera este despliegue militar como "una amenaza", y de los países de la región, como México o Colombia, e incluso de China. La presidenta Claudia Sheinbaum dejó muy claro que México no está colaborando con esta operación y ha respondido a las presiones de Trump para que coopere más en la persecución de los cárteles mexicanos dejando muy claro que no permitirá injerencias en la soberanía nacional y rechazando las intervenciones del ejército norteamericano. "No al intervencionismo. Eso no solo es convicción, sino que está en la Constitución (mexicana)", señaló la mandataria.

Maduro ha contado con el rechazo frontal de los miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Los mandatarios de los once países miembros (Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, Granada y Santa Lucía) condenaron públicamente la operación, considerándola una "amenaza a la paz y la estabilidad de la región" y una "violación flagrante del derecho internacional" y de la Carta de Naciones Unidas. Los líderes de ALBA afirmaron que la operación "camuflada como antidrogas" representa un intento de desestabilización de gobiernos soberanos y de injerencia inaceptable en los asuntos internos de la región. Presidentes como Miguel Díaz-Canel (Cuba) calificaron la acción de EE.UU. como "fuerza imperial", Daniel Ortega (Nicaragua) pidió unidad en defensa de la soberanía regional, y Luis Arce (Bolivia) denunció una "provocación inadmisible" que revive una lógica de dominación en el hemisferio.

El potencial militar desplegado en la zona

El despliegue incluye tres destructores de clase Arleigh Burke (USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson), submarinos de ataque y hasta seis barcos de guerra en total, así como escuadrones anfibios con unos 4.500 efectivos, incluyendo 2.200 infantes de marina estadounidenses. Los barcos cuentan con misiles Tomahawk, sistemas de defensa aérea, capacidades antisubmarinas y medios para desplegar tropas. Los tres destructores llegaron a las costas de Venezuela el 21 de agosto y el grupo anfibio liderado por el USS Iwo Jima (que ilustra la imagen de esta información), que incluye más de 4.000 marines y varias embarcaciones de apoyo, se espera que llegue a la región el domingo 24 de agosto, después de un retraso causado por el huracán Erin.

Con el envío de este despliegue militar, Trump pretende enviar un claro mensaje de presión y advertencia al régimen venezolano, al que consideran un "régimen narco terrorista" y no legítimo, dejando claro que está dispuesto a "utilizar todo el poder de Estados Unidos" si es necesario para detener el narcotráfico y el flujo de drogas, como el fentanilo, que están perjudicando las comunidades norteamericanas y generando violencia en las calles de las ciudades del país. Y Maduro es el objetivo número 1. "Maduro es el líder de la organización narcoterrorista Cártel del los Soles y es responsable del tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa. Maduro, actualmente acusado por nuestro país, ha corrompido las instituciones de Venezuela para ayudar al cártel en su plan criminal de narcotráfico hasta Estados Unidos", indicó el Departamento de Estado en un comunicado el pasado 25 de julio.

Trump implica al Pentágono contra el narcotráfico

El pasado 8 de agosto, Trump firmó la orden ejecutiva que autoriza el uso de las Fuerzas Armadas para actuar contra cárteles de drogas extranjeros, que permite incluso operaciones directas en territorios y aguas ajenas, lo que significaba implicar al Pentágono en el combate contra el narcotráfico. El 15 de agosto, los medios internacionales informaron del inicio del despliegue hacia el Caribe de más de 4.000 marines y fuerzas de reconocimiento, junto con destructores, un submarino nuclear y aviones de vigilancia P-8 Poseidon, y el 19 de agosto, las palabras de la portavoz Karoline Leavitt dejaron muy claras las intenciones de Trump. Maduro movió ficha anunciando el despliegue nacional de 4,5 millones de integrantes de la milicia bolivariana y el refuerzo de la vigilancia en costas y fronteras. El país responde con actos políticos y militares en Caracas dando apoyo a la "defensa de la soberanía", con el Partido Socialista Unido de Venezuela movilizando a sus bases y funcionarios en apoyo a Maduro ante la supuesta amenaza de invasión norteamericana. Trump ha ayudado a cohesionar todo el país contra un enemigo común.