El Barça ganó, sí. Pero ganó sin convencer. Lo hizo en el último aliento, gracias a un gol de Ronald Araújo que evitó el naufragio. Fue un triunfo con sabor amargo. Porque más allá del marcador, el equipo de Hansi Flick evidenció un problema que ya preocupa dentro del vestuario: la falta de frescura y compromiso de varios jugadores clave.
El plan inicial del técnico alemán parecía sensato. Con medio equipo entre enfermería y sanciones, apostó por rotar y dar minutos a jóvenes con hambre. Volvió Pau Cubarsí al eje derecho de la defensa, mientras que Eric García cambió de perfil para situarse en la izquierda. En las bandas, Jules Koundé y Alejandro Balde. Por delante, Casadó se adueñó del pivote. Más arriba, Frenkie de Jong asumió un papel más ofensivo, mientras Lamine Yamal, Toni Fernández y Marcus Rashford formaron la línea de ataque. Sobre el papel, equilibrio. En la realidad, fragilidad.
Seria preocupación con el estado de forma de algunos jugadores
El arranque fue prometedor. Pedri y Lamine tejieron la jugada del primer gol con la precisión que solo ellos pueden ofrecer. Pero el entusiasmo se evaporó tan rápido como llegó. El Girona olió sangre, apretó líneas y comenzó a ganar duelos. El Barça se desdibujó. Y entonces se hizo evidente: algunos futbolistas no están ahora mismo para competir al nivel que exige este club.
El primero en quedar retratado fue Koundé. Lento, impreciso, sin la solidez que le caracterizaba. Cada balón dividido era un suplicio. Perdió un balón que no acabó en gol de milagro. Su lectura de juego fue deficiente, y su inseguridad se contagió a la zaga. Parece jugar con el freno de mano echado, sin confianza ni convicción.
El segundo caso preocupa aún más: Balde. El lateral, antes una flecha imparable, hoy parece desconectado. Falta de ritmo, sin chispa, sin desborde. Bryan Gil lo superó una y otra vez. Lo que antes era potencia ahora es duda. Balde, uno de los símbolos del nuevo Barça, anda por el campo como si le pesara la camiseta.
Presión alta insuficiente
Y luego está Rashford. El fichaje estrella que debía aportar verticalidad y gol. Hoy no aporta ni una cosa ni la otra. Su estado físico es alarmante: no presiona, no acompaña, no acelera. Estrelló una falta en el travesaño, sí, pero desapareció el resto del partido. Cuando Flick lo movió al centro del ataque, pareció más cómodo… aunque igualmente incapaz de romper al espacio. Simplemente, no puede correr.
El diagnóstico es preocupante. Flick confía en el grupo, pero el equipo se ha quedado sin piernas ni chispa. No es una cuestión de actitud, sino de estado. La buena noticia es que aun estamos en octubre, pero no deja de ser una señal roja. El Barça necesita intensidad, energía y equilibrio si quiere competir. Precisa la mejor versión para estar a la altura. Solo así podrá optar a los títulos. Hoy tiene todo lo contrario. Araújo salvó los tres puntos, pero no el problema.