La situación de Jude Bellingham con la selección inglesa ha entrado en un territorio extraño. Huele a campaña. Huele a presión. Y huele a un mensaje que algunos medios quieren instalar: que el centrocampista “sobra”. Que su presencia es “un problema”. Así, sin matices. Y todo por una escena que, revisada con calma, no tiene nada de extraordinario.

La polémica nació en el cambio. Su cara seria. Su marcha hacia el banquillo. Un gesto normal en un jugador competitivo se ha convertido en munición mediática. Un grupo de periodistas lo ha acusado de hacer gestos de desagrado, de lanzar miradas, de no compartir la alegría del equipo. Incluso de ignorar el gol de Kane. Pero las imágenes cuentan otra cosa. No muestran rebeldía ni desprecio. Muestran a un futbolista frustrado porque quería seguir compitiendo.

Jude Bellingham y Thomas Tuchel Europa Press

Ataques a discreción a Bellingham desde Inglaterra

Aun así, las preguntas se multiplicaron. Y Thomas Tuchel, acorralado en la sala de prensa, terminó por dejar una frase que ha sido utilizada como confirmación de la historia. El entrenador inglés reconoció que no había visto nada, pero que “si era cierto”, no sería la actitud adecuada. Una frase de manual, pero suficiente para encender más fuego.

La acusación de que Bellingham no celebró el gol de Kane tampoco se sostiene. Kane salió públicamente para desmentirlo. Publicó una foto como prueba visual. Bellingham está celebrando, como todos. Fin de la discusión. Pero no para quienes necesitan que el relato siga vivo. Para ellos, desmentir no es suficiente. Hay que insistir y hacer ruido.

Mientras tanto, lo futbolístico queda relegado. Y eso sí que llama la atención. Porque Bellingham fue el mejor del partido según los datos. Más presencia ofensiva y pases en zona decisiva. Más duelos ganados. Y aun así, su partido fue diseccionado con un filtro totalmente distinto: el del comportamiento, no el del rendimiento.

Jude Bellingham con Inglaterra Europa Press

Campaña para sacarlo del Mundial

La palabra que ha utilizado cierto sector de la prensa es especialmente dura: “egoísta”. Le piden que se contagie de la alegría colectiva. Que acepte decisiones sin mostrar emociones. Que sea un jugador contenido, dócil, previsible. Pero Bellingham nunca ha sido eso. Ni en la selección, ni en el Borussia Dortmund ni en el Real Madrid. Su carácter competitivo es parte de su ADN. Parte de lo que lo hace diferencial.

Y mientras unos intentan hundirlo, otras voces lo defendieron con firmeza. Ian Wright denunció que la prensa inglesa lleva meses buscando cualquier grieta para atacarlo. “No pueden controlarlo”, dijo. “No pueden manipularlo”. Y quizás por eso mismo, insisten tanto.

Hoy, el ambiente alrededor de Bellingham se ha vuelto incómodo. Hay quienes ya hablan de dejarlo fuera del Mundial. De apartarlo. De hacerle un “hola y adiós”. Pero sin pruebas, sin motivos deportivos y sin lógica. Solo con ruido y sospechas, con el objetivo de convertirlo en un problema que no es.