La imposición por parte de Estados Unidos de un arancel uniforme del 10% a sus importaciones tendrá una repercusión en el crecimiento de la economía mundial por la propia dinámica de la cadena productiva. "Cuando un componente se encarece en la frontera estadounidense, los sobrecostes se propagan por todas las cadenas de suministro internacionales, llegando a sectores que ni siquiera exportan directamente a EE.UU.", cerciora un informe que ha difundido este lunes la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea).
El análisis cuantifica el impacto global de la medida unilateral tomada por el gobierno de Donald Trump en un recorte del 0,73% del PIB mundial, ya en el primer año de aplicación del gravamen comercial internacional. Además, especifica que el país de origen de la medida tampoco quedará exento de las consecuencias económicas derivadas del mismo: los Estados Unidos perderán un 0,82% de su PIB, en un año. Atendiendo a las repercusiones que tendrá para Europa, y más concretamente para España, se determina que el recorte porcentual del producto interior bruto será del 0,74%, en los primeros doce meses.
Los datos provienen del trabajo realizado por Jorge Alonso Ortiz (ITAM-CIE) y José María Da Rocha (Universidade de Vigo) que cuantifica el impacto inmediato del nuevo shock arancelario de Estados Unidos -iniciado en 2018 y recrudecido en 2025- sobre la economía mundial. El modelo predice que la factura no se concentra, ya que Canadá, China, México y la Unión Europea pierden entre medio y casi tres cuartos de punto porcentual de renta. Para su elaboración, los autores han analizado 77 países y 11 sectores, con datos de la OCDE.
México, ¿beneficiado?
El estudio explora, además, cuatro posibles etapas de escalada. La más severa mantiene el 10% general, eleva al 25% el gravamen a Canadá y México, a un 15% el de la UE, y a un 145% el que afecta a China. Bajo este esquema extremo, el PIB global se contrae un 3,38 % y el estadounidense un 3,78 %, confirmando la naturaleza convexa de los costes de los aranceles en presencia de redes productivas densas que encuentran otros estudios. El trabajo muestra que el shock arancelario apenas cambia el volumen de comercio mundial. El cociente de exportaciones más las importaciones sobre PIB retrocede solo un 4% a escala mundial. Sin embargo, el grueso del flujo que abandona EE. UU. encuentra nuevo destino, sobre todo en México. "El arancel actúa, por tanto, menos como un muro y más como una válvula que desvía contenedores hacia otros puertos. El comercio ni se crea, ni se destruye, se redistribuye", han explicado los autores del informe.
No siempre es positivo
En sus conclusiones, los expertos advierten también que, ante la idea de que las exportaciones pueden derivarse a otros mercados o que se puede llegar a acuerdos con los importadores, cabe tener en cuenta que "el primer año tras una subida arancelaria está dominado por la rigidez, no por la sustitución". También recelan de la idea política de que "los aranceles repatrian la producción: la economía estadounidense emerge menos abierta, más pobre en términos reales y rodeada de vecinos que comercian más, no menos, a pesar de mostrar un superávit comercial".
En tercer lugar, aseguran que "una espiral de represalias [no incluida en la simulación que realiza el análisis] duplicaría previsiblemente los daños, como enseñan los precedentes históricos de los años 30". "Nuestro análisis no respalda en absoluto la idea Trumpiana de que los aranceles reindustrializan sin dolor, antes bien: reparten la actividad, encarecen la cesta de consumo doméstico y reducen la renta real del país que los impone", concretan.
El estudio también sentencia que "en un sistema de producción tan imbricado como el actual, las guerras comerciales no se ganan, se financian con menores salarios reales y con inflación importada. El mayor perdedor de una guerra comercial es el que la inicia". En este caso, los Estados Unidos.