Lo de conducir, igual que lo de llegar a final de mes, se pone más cuesta arriba cada día: después de la cuesta de enero, llegará otra peor en febrero y, si tu coche usa gasóleo, no vas a ganar para sustos: tras la eliminación de la bonificación universal de 20 céntimos, se avecinan nuevas subidas que afectan directamente a este combustible y nos van a afectar a todos, porque en España, todo el transporte emplea gasóleo. Lo del hidrógeno, de momento, sólo es un bonito sueño.

 

Ya no se va a poder importar Diesel de Rusia

El gasóleo que importaba la UE para cubrir su demanda interna era, hasta que Rusia invadió Ucrania, mayoritariamente de fabricación rusa. Moscú facturaba en torno a la mitad de todo el gasóleo refinado que se importaba en el territorio europeo y eso suponía un 10% de la demanda total. Ahora, en concreto a partir del 5 de febrero, que está a la vuelta de la esquina, entrará en vigor una prohibición que impide a las petroleras de Europa Occidental seguir importando gasóleo ruso. Y eso va a tener consecuencias en los precios de este carburante en España, un país en el que el 70% del parque móvil se mueve gracias al gasóleo.

Medida anunciada

La medida se anunció ya en diciembre pasado, pero ante la posibilidad de restricciones inasumibles por los consumidores y con la voluntad de presionar la inflación a la baja, se retrasó su aplicación.  Durante ese tiempo, las petroleras han intentado abastecerse en la medida de lo posible, pero Repsol y Cepsa ya dan por hecho que la subida del gasóleo va a ser notable en las próximas semanas. Por eso, el Gobierno de Pedro Sánchez prepara ya un nuevo paquete de ayudas todavía no concretadas. Con el diesel más caro que la gasolina desde hace meses, estamos a punto de entrar en un escenario que no va a gustar a nadie. Y menos que a nadie, al propio gobierno, porque en mayo se celebran municipales y autonómicas. La media europea de vehículos que utilizan gasóleo es del 42%, pero, en España, el porcentaje alcanza el 70%. El cataclismo que se avecina da como para ponerse a temblar. ¿Hasta dónde llegará la inflación en un país sin redes ferroviarias suficientes como para articular una movilidad interurbana sin coches y con todo el transporte dependiendo de un gasóleo que, aunque todavía no a precio de oro, va a costar, más o menos, lo mismo que el incienso y la mirra?