La guerra en el Sáhara lleva más de medio siglo activa, con altos y bajos, de alta y de baja intensidad, y entre el silencio y las luchas internas y externas. Muchas veces se pasa por alto lo que sucede en la que fue la provincia española número 53, donde desde 2020 los ataques entre Marruecos y el Frente Polisario son constantes por el control de un territorio dividido en dos. Para conocer mejor el terreno, ElNacional.cat ha conversado con dos exsoldados saharauis, españoles de origen al haber nacido en el Sáhara Español y trabajado codo con codo con España, que lucharon en el frente a partir de 1975, cuando el norte quedó en manos del Reino de Marruecos y el sur ocupado por Mauritania hasta abandonarlo tres años después. Ambos piden a los jóvenes mantener la lucha, de otra manera, pero seguirla y tienen claro —en una advertencia al mundo y, quizá, al reino alauí— que "los saharauis no dejarán nunca su tierra".

Un día en Olot para recordar la lucha del Sáhara

Uedu Moulud, de 84 años y nacido en Smara, y Nayem Abd, de 80 y originario de El Aaiún, nos reciben en un piso del casco antiguo de Olot (Girona) junto con otros compatriotas saharauis para explicarnos cómo fue y cómo sigue la lucha por el Sáhara Occidental. Moulud porta, con orgullo, su elzam —turbante saharaui—, que Abd sostiene doblado a su izquierda; ambos sentados en círculo en una gran alfombra que cubre toda la sala. Salamu, de 34 años, comienza a preparar el té saharaui, que según la tradición se sirve en tres tazas, cada una con un sabor diferente que representa distintas etapas de la vida: "Amargo como la vida, dulce como el amor y suave como la muerte". Los dos octogenarios esperan pacientemente a la bebida, mientras rememoran aquellos años en los que fueron españoles por haber nacido en el Sáhara Español y su entrada en el Frente Polisario, especialmente para proteger el territorio de la entrada de Marruecos por el norte en la autodenominada Marcha Verde. Lo hacen en árabe y en castellano, con traducciones de la primera lengua a la segunda de Hafed Jatri y Musa Chej Ahmein. 

Nayem Abd, de 80 años, durante la entrevista con 'ElNacional.cat' en Olot / Carlos Manzano

"Trabajé para España trece años, del 62 al 75, y cuando pedí mis derechos como español me dijeron que era apátrida", asevera Moulud para explicar que nació en la Smara española. No oculta que durante los más de 90 años que el Estado español administró el territorio, tenían trabajo, les dejaban mantener sus leyes, a cada tribu sus normas y su representación en las Cortes en Madrid, e, incluso, llegaron a vivir con una dignidad que perdieron cuando el territorio quedó partido en dos con Marruecos al norte y Mauritania hasta 1979 al sur. Cuando entraron los marroquíes hacia El Aaiún fue, quizá, lo que recuerdan con más crudeza: "Cogieron a mujeres, ancianos y niños, los montaban en helicópteros y aviones y los tiraban desde el cielo, envenenaron el agua, nos atacaron con napalm... una barbarie que quería acabar con toda nuestra gente", rememora. "Llegaron hasta Tifariti", donde recuerda que enterraron a centenares de personas vivas porque, según explica, los marroquíes "no querían que quedara ningún saharaui en esa tierra". 

Este escenario se lo encontró también Nayem Abd, antes de alistarse, como Moulud, al Frente Polisario con tan solo 27 años. "Estuve trabajando en las minas de Fos Bucráa hasta finales de 1975 y en noviembre de ese año me uní al Polisario en el campo de batalla", relata. Empezó a luchar contra el ejército marroquí una vez España dejó el territorio y, en un principio, las misiones, además de resistir, eran "salvar a los niños, mujeres y ancianos". Todo ello, teniendo en cuenta que también estaban en guerra con Mauritania, en el sur. "El año 76 fue bastante complicado. Decidimos salvar a la gente del norte, donde estaba Marruecos, y los llevamos al sur, en el paso fronterizo por Mauritania, y de ahí pasábamos a los territorios liberados y después a Argelia. La prioridad era salvar a la gente", sentencia el octogenario exmilitar que se encuentra en Olot para una revisión médica. 

 

"Una vez que pudimos poner a la gran parte de la población en lugares seguros, hicimos un llamamiento popular a participar en la guerra", explica Abd, quien recuerda que del 76 al 79 fueron los años más calientes de esa guerra que acababa de comenzar en el Sáhara Occidental. "Era existir o no existir", sostiene el octogenario nacido en El Aaiún español, que estuvo cinco años en el campo de batalla hasta que, por diferentes enfermedades, tuvo que apartarse temporalmente para luego continuar trabajando y apoyando a la comunidad refugiada en Tinduf (Argelia) y con diferentes responsabilidades en el Ministerio de Defensa de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Moulud coincidió con él en varias operaciones y estuvo dieciséis años en esta guerra que se cobró miles de vidas en ambos bandos hasta el alto el fuego temporal en septiembre de 1991. 

Las ventajas de ser saharaui en el desierto y el muro marroquí

Los saharauis son un conjunto de tribus que vivían del nomadeo cuando Emilio Bonelli visitó el territorio en 1884 y firmó los primeros acuerdos con ellos, hasta la instauración de la Yemáa —institución formada por los notables de cada grupo de nativos, los cuales, algunos, eran elegidos procuradores en las Cortes españolas. Este estilo de vida, aunque con el paso de España por el territorio cambió y se volvió más sedentario con la creación de ciudades y otras inversiones que fomentaron el sedentarismo; se mantuvo y es una gran ventaja frente a un conflicto en el territorio. "Los saharauis somos de otra raza, somos diferentes. Nos conocemos muy bien el territorio y vamos sin luces en los vehículos. Reconocemos la tierra", remarca el exmilitar de 84 años para explicar el porqué con una simple mirada o tocando la arena son capaces de prever un episodio de siroco o un movimiento inusual en la zona.

Uedu Moulud, de 84 años, durante la entrevista con 'ElNacional.cat' en Olot / Carlos Manzano

"Reconocemos la tierra al tocarla, sabemos lo que se ha movido y lo que no. Nos movemos libremente sin luces y tenemos la capacidad de seguir en condiciones muy difíciles, con siroco, arena, lluvias, a 50 o a cinco grados", sentencia Moulud. Esto les permite pasar el muro marroquí de 2.720 kilómetros, que comenzó como una especie de defensas militares marroquíes a finales de los 70 y que poco después unificaron y colocaron minas antipersona. Esta realidad sigue hoy en día, con una pared con piedras y vallas interminable desde la Güera —deshabitada desde 1989— hasta casi la frontera argelina y cerca de los campos de refugiados saharauis de Tinduf. Lo que en los años ochenta podría parecer un gran impedimento, no lo ha sido tanto. Los militares de la RASD y el Polisario, como los veteranos con los que ha hablado ElNacional.cat, han sido capaces de sobrepasarlo en innumerables ocasiones para ir a la parte ocupada por Marruecos, tanto para atacar, defenderse o recuperar algunos objetos. "No necesitamos mapas, solo tenemos que quedar en un sitio e ir", sentencia.

El mensaje a los jóvenes saharauis, tras décadas de lucha

Toda esta guerra, en la que participaron durante los primeros 16 años, hasta el alto el fuego de 1991 —aunque se rompió la tregua y el conflicto volvió a estallar en 2020 y hasta ahora—, ha estado plagada de bajas, no solo en la parte saharaui, también en la marroquí y, en menor medida, en la mauritana. Los nativos que se alistaron al Frente Polisario atacaron los primeros tres años al ejército español —formado también por centenares de saharauis, cabe recordar—, hasta que entró Marruecos y el verdadero enemigo afloró y, según explican, llenó de sangre, muerte y devastación su casa, su tierra, su país. Por ello, no fue una elección, sino una necesidad: "No tienes otro lugar donde huir, estás obligado, estás siendo invadido y te tienes que defender", argumenta Moulud, quien relata, según traduce Hafed del árabe, que habían llegado a estar sin problema 72 horas luchando sin agua ni comida. 

La lucha de ambos veteranos, que ya superan los ochenta, deja grandes aprendizajes para las nuevas generaciones que han crecido, se han formado y trabajan pese al conflicto que lleva medio siglo sin resolverse —ni las Naciones Unidas ni la comunidad internacional lo han logrado—, pero también para los que acaban de nacer en ese convulso escenario. Por ello, piden a los jóvenes que no se rindan y que sigan unidos. "Seguid el camino que hemos empezado nosotros con el Polisario, el único enemigo es Marruecos", concluye Nayim Abd. Más contundente se muestra, aún, Moulud: "Marruecos son criminales". Y lanza una advertencia: "No somos tan generosos para entregar nuestra tierra ni tan tontos como para abandonarla. Vamos a estar ahí y seguiremos ahí". Por ello, insta firmemente a los jóvenes a que "se pongan las pilas" y busquen nuevas alternativas, que estudien y se formen e "inviertan todo su dinero y esfuerzos en su lucha contra Marruecos". La conversación sigue con el último té saharaui, el más suave, recordando tiempos de la administración española, la partición marroquí y una geopolítica que olvida a las personas que hay sobre el terreno, en ambos bandos, y a aquellos a los que unos acuerdos arrebataron una tierra unida inicialmente por tratados comerciales y más tarde bajo el paraguas de la Yemáa.