Los jóvenes saharauis conocen bien Catalunya y el resto de España. Muchos vinieron con Vacaciones en Paz y algunos, como Musa fueron acogidos por una familia para poder estudiar y formarse aquí. Otros, como Hafed y Salamu nacieron en los campamentos de refugiados de Tinduf e hicieron una carrera universitaria en Argel. Tras varios trabajos, muchos de ellos relacionados con la causa saharaui o directamente la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), decidieron emigrar y volver a territorio español, parecido al que pisaron sus abuelos hasta 1975, cuando el Sáhara Occidental era la provincia española número 53. Los tres chicos reciben a ElNacional.cat en un piso de Olot (Girona), donde, entre té y cambios de idiomas, entre árabe, castellano y catalán, dejan terminar a los dos veteranos exmilitares saharauis para explicar su nueva lucha "de existencia" y su sueño de ver un Sáhara libre.

La lucha sigue fuera de los campamentos de refugiados de Tinduf

Hafed Jatri creció en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia, y tuvo la oportunidad de marchar a Argel, donde se graduó en Filología Inglesa y se especializó en traducción. Una vez terminó sus estudios volvió a los campamentos y estuvo casi siete años en la radio saharaui, intentando visibilizar su causa. "No solo en los campamentos hay lucha, venir aquí y tener otra opción, conocer en primera persona otras realidades y ver qué puede suceder fuera de tu zona de confort", relata. Él, con 33 años, decidió aterrizar en Catalunya y finalmente terminó en Olot, donde se reencontró con Salamu Hamadi, con quien coincidió en la universidad mientras este estudiaba religión (Islam), y conoció a muchos otros compatriotas que viven en este municipio y que, desde el exterior, buscan una vida mejor para ellos y su familia mientras siguen batallando.

 

La sociedad catalana, y en general toda la española, siempre se ha mostrado muy prosaharaui y él, como muchos otros que no vivieron la etapa de la provincia 53, no acaban de comprender el giro de timón que dio en 2022 el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al reconocer la propuesta de autonomía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Este viraje histórico, que contrasta con la neutralidad recurrente del Ejecutivo las últimas décadas, tampoco les afecta, más allá del ámbito diplomático y político. Dado que siguen manteniendo que alguien que resida en Tinduf o Tifariti, por ejemplo, seguirá pensando en volver a su casa, ocupada, y en una vida mejor para sus allegados. No dan más importancia a lo que consideran, como la mayoría de los nativos del Sáhara, un error del líder socialista que solo comprenden por las presiones, como la migratoria, a las que lo sometió supuestamente Marruecos. Pero, a alguien que intenta sobrevivir en los campamentos, por ejemplo, donde se necesita ayuda humanitaria, muchas veces, urgente, poco le importan estas declaraciones, aseguran.

Entre la búsqueda de un futuro mejor y la "lucha por la existencia"

Hafed, que habla un perfecto castellano y comprende catalán, se encuentra cómodo en Olot. Aunque recuerda que la mayoría de los jóvenes saharauis sea "por la parte económica o profesional, tienen el objetivo de venir a España", porque la consideran su segunda casa y "para mejorar e ir más allá de la triste realidad de los campamentos". Salamu, de 34 años y al que llaman amistosamente "el cura" por sus estudios en religión en Argel, recalca que en la ciudad gerundense son una gran comunidad, con alrededor de cien personas, y aunque han emprendido y luchado por mejorar y adaptarse, mantienen vivo el Sáhara: "Seguimos luchando, no tenemos dudas de que nuestro pueblo no tiene nada que ver con el Sáhara marroquí". Las tradiciones se mantienen y en diferentes poblaciones catalanas montan una hayma en días clave para la RASD, como el 12 de octubre, a la que están todos invitados, recuerda, "también los marroquíes".

Lo primero que dejan claro es la diferencia entre la política y la sociedad, para evitar cualquier tipo de discriminación que pudiera tildarse de xenófoba, pero recalcan que el conflicto sigue vivo con el Reino de Marruecos: "No es un conflicto que ya terminó. Se puede analizar lo que pasó, pero no sabemos qué pasará. Hemos demostrado que los saharauis tienen claro lo que quieren, han ido luchando y ahora somos la quinta generación en los campamentos", dice Hafed. Por ello, detalla que en cualquier lugar en el que estén seguirán "luchando por ese sueño de volver al Sáhara libre". El filólogo de 33 años carraspea y con una sonrisa sentencia: "Es una lucha por la existencia, o existimos o no. Tampoco hay muchas más opciones. El Sáhara tiene que ser libre, que respire aire libre, y hasta los marroquíes, si quieren vivir ahí, que vivan".

Un joven catalán saharaui

El caso de Musa Chej Ahmein, de 23 años, es algo diferente y quizá con más variables que tienen que ver con la burocracia española. En estos momentos se encuentra trabajando para la Delegación de la RASD en Barcelona, para el Frente Polisario. Se define como un "joven saharaui catalán" y habla perfectamente catalán y castellano. Vino a Catalunya en 2015 con el proyecto Madrasa, tras cinco años viajando con Vacaciones en Paz. Una familia lo acogió y pudo estudiar ESO y Bachillerato. Al acabar, sintió curiosidad por la aeronáutica y se matriculó, terminó la carrera, pero no tiene título. No puede obtenerlo porque, según la legalidad española, es apátrida y hasta 2031 no puede pedir la nacionalidad. No puede ejercer, pero sigue trabajando hasta que algún día pueda, incluso, presentarse a las oposiciones de Enaire.

 

"En mi caso, tras solicitarlo, salió en 2021 la residencia y tengo que esperar hasta 2031 para pedir la nacionalidad, que luego tardará uno o dos años más", relata, a la vez que recalca: "Después de dieciséis años viviendo aquí". Aun así, mantiene la esperanza y, aunque no es lo que ha estudiado, se encarga de la documentación de visados en la Delegación de la RASD en Barcelona. En paralelo, asegura que ellos seguirán luchando por el Sáhara y por mejorar la vida de sus compatriotas y tener un futuro, en este caso, aquí o donde sea. Aunque explicita contundentemente que el saharaui "viene para trabajar, para estudiar y para salir adelante". Algo que remarca, hablando en nombre del Frente Polisario, que "no podrán decir jamás que han pillado a un saharaui robando o haciendo algo que no deba hacer". 

Los jóvenes siguen hablando mientras los mayores les pasan el testigo de esa cruel y larga guerra que se volvió a reactivar en 2020, por parte del Frente Polisario, entre sueños de libertad y las de conocer un nuevo mundo. El saharaui es muy creyente del Islam, como sucede con otros pueblos del norte de África, y eso está en su ADN, como el sueño de recuperar su país. Las capacidades de integración son mayores, dado que ya arriban con un idioma como es el castellano —que se fomenta en los campamentos y los territorios liberados de la RASD— y muchos aprenden catalán, además de inglés y el suyo propio, el árabe. Los tres, desde ese piso de Olot, donde ya llega la hora de comer, presentan batalla por el Sáhara Occidental, quieren un futuro mejor y aquí han venido a buscarlo, aunque muchos aseguran que volverán a su tierra porque, la lucha, dicen, todavía no ha terminado.