Hoy, 20 de noviembre, se cumplen 50 años de la muerte del dictador Francisco Franco, agonizando en la cama. Con motivo de esta efeméride, El Nacional.cat ha preguntado a políticos, famosos y activistas dónde estaban aquel 20N y qué sintieron  después del anuncio oficial de la muerte del dictador, que hizo matar a miles de personas en el Estado español y Catalunya, especialmente a republicanos, disidentes y colectivos como el de etnia gitana o LGTBI. En este reportaje, nos explican sus recuerdos tres mujeres valientes: Núria Aleu SanfeliuCarme Travesset Roselló y Genoveva Munell  Madriles. Eran muy jóvenes cuando las detuvieron, algunas de ellas varias veces, el verano de 1975 por repartir propaganda contra el régimen franquista. Las tres estaban encerradas en la prisión de mujeres de la Trinitat de Barcelona, con otras presas políticas, cuando se hizo público la muerte de Franco, que debía abrir las puertas a la democracia.  

Aleu, Travesset y Munell llevaban meses en prisión preventiva en la cárcel de la Trinitat, donde monjas de la orden de las Cruzadas Evangélicas ejercían de funcionarias con métodos estrictos, separando a las presas políticas de las presas sociales. Antes, habían sido torturadas y vejadas en la Jefatura de la policía española de Via Laietana. Precisamente, en una concentración para reclamar que este edificio policial se convierta en un espacio de memoria -que cada primer y tercer martes de cada mes convocan la Comissió de la Dignitat y la sectorial de personas represaliadas de la Assemblea (ANC)-, les pedimos su opinión. Era la concentración del 4 de noviembre, donde Olga Arderiu y otras letradas y miembros de la Comissió de Dones Abogades del ICAB participaron en esta concentración contra la represión y la tortura con sesgo de género, realizada por agentes de la Birgada Político Social en Via Laietana.

¿Dónde estaba cuando murió el dictador Franco?

“Cuando murió Franco estaba en la cárcel de la Trinidad y realmente sentimos una gran alegría porque significaba que nosotras igual saldríamos. Y nos provocó una alegría completa. Salimos más adelante porque dieron la amnistía. Bueno, aquella amnistía que no se sabe y fuimos saliendo de allí”, explica abiertamente Núria Aleu, integrante del movimiento libertario, y detenida unos cinco meses antes, acusada de repartir propaganda contra el régimen franquista.

“Viví los últimos asesinatos del régimen, como el de Txiqui, en la cárcel de la Trinidad, desde donde vimos pasar la comitiva. El 20N estábamos entre 10 o 20 mujeres de organizaciones diferentes en la cárcel. Cuando los abogados nos dijeron que Franco había muerto, tuvimos mucha euforia. Y brindamos con agua y las monjas las Cruzadas Evangélicas se enfadaron con nosotras. Era una mezcla: había un sentimiento de alegría y un sentimiento de rabia porque Franco fue un dictador sanguinario y murió matando. Murió en la cama y de enfermedad, no era lo que tocaba.” Así lo expresa Genoveva Munell, militante del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), detenida en agosto de 1975, después de tres años de vivir en clandestinidad.

Carme Travesset, militante del PSAN-Provisional y de las Juventudes Revolucionarias Catalanas, profundiza en esta reflexión: “Pensábamos que se acababa un período de mucha represión. Apenas hacía dos meses que habían fusilado a los cinco últimos combatientes contra la dictadura, un crimen más de Estado de los que habían cometido. Pero esta alegría empezó a difuminarse. En 1977 se promulgó una ley de amnistía que, a la vez que permitía a muchos presos políticos volver a casa, también exoneraba de toda responsabilidad a la cúpula del ejército, de la policía, de los jueces. Todas las estructuras del Estado continuaban intactas. Al año siguiente se hizo una Constitución, tutelada por el ejército que había ganado la Guerra.”

Mujeres vejadas y torturadas

Recientemente, se ha difundido el testimonio de las torturas padecidas por mujeres y militantes de formaciones ilegalizadas por el régimen de Franco. Ellas lo han explicado públicamente en primera persona en las concentraciones de Via Laietana, como es el caso de Aleu, Travesset y Munell. La historia las había silenciado, y muchas pensaban que lo que vivieron no fue tan grave como lo de sus compañeros. Fueron vejadas por ser mujeres. El libro Torturades, de Gemma Pasqual, recoge su testimonio.

Escuchar su testimonio hiela el corazón. Genoveva Munell nos lo explica: “Me vinieron a buscar a casa. Era militante del FRAP. Me trajeron aquí, a Vía Laietana. Cuando llegas no sabes lo que saben, pero había mucha gente que conocía. Fue duro, a las mujeres más. Se me retiró la regla. No me dieron compresas en diez días. El cuerpo hace defensa. Te tiraban cubos de agua sucia para insultarte. Diez días sin cambiarte. Torturaron bastante a todo el grupo. Entonces estaba relacionada con grupos armados y me torturaron más, querían saber más, aunque no formaba parte directamente. Me pasaron del juzgado militar al TOP y no pudieron probar más que propaganda y asociación ilícita en mi caso.”

 Carme Travesset, detenida en diversas ocasiones, también fue torturada, con métodos usados con los hombres, como el potro: atadas las manos a los pies y pasándole una barra de hierro, donde quedaba colgada boca abajo, y le azotaron los pies descalzos con correas y barras de hierro. Su madre denunció públicamente las torturas sufridas, al igual que una entidad de derechos humanos. El primer gobierno español democrático no hizo nada al respecto. Cuando ingresó en la prisión de la Trinitat, deshecha, no la visitó ningún médico, las compañeras la ayudaban a caminar. Su diagnóstico médico de 1975 lo dice todo: “Tendones y tejido de los pies rotos y corazón sumamente delicado. Bajísima la prisión y atrofia de las piernas, hombros y sistema en general”. 

Reivindicación bien viva

Ahora, 50 años después, todavía estamos luchando contra la desmemoria y la impunidad. Una impunidad que entonces los partidos que se autodenominan de izquierdas se habrían tenido que enfrentar a las estructuras de Estado, pero no lo hicieron. Bajaron la mirada, estaban demasiado deseosos de poder. Y 50 años después, la Comissió de la Dignitat y la sectorial de represaliados de la Assemblea Nacional Catalana todavía tenemos que hacer las concentraciones que hace más de tres años delante de la comisaría de Via Laietana para reivindicar que sea de uso exclusivo de un centro de interpretación, donde estén los archivos policiales y sea un museo de la lucha y de la represión que ha habido contra el pueblo de los Países Catalanes con la lucha que hemos llevado a cabo contra el fascismo por la libertad y la democracia.” Carme Travesset resume así el pensamiento de buena parte de la sociedad catalana. Además, ambas entidades han pedido al Gobierno que preserve una parte de la prisión de la Trinidad como Bien Cultural.