En la Moncloa y en Génova han cambiado pocas cosas después de que Junts haya roto formalmente el pacto de investidura de Pedro Sánchez y haya anunciado que dejará de apoyar al PSOE. Todas las voces del Gobierno repiten que no ha cambiado nada y que su hoja de ruta continuará siendo una negociación que los juntaires rechazan. Unos quieren hablar en una mesa y otros se niegan a sentarse en ella. Los socialistas quitan hierro al divorcio. Mientras tanto, el Partido Popular usa la decisión de Carles Puigdemont para presentarla como un síntoma más de la debilidad del Gobierno y la inviabilidad de la legislatura, pero siguen sin activar ningún botón para acelerar su finalización. No hay rastro de una hipotética (y aún lejana) moción de censura. PSOE y PP coinciden en observar pasivamente como Junts juega su propia partida.

“Somos un socio fiable, continuaremos trabajando para cumplir lo que tenemos pendiente, y esto formará parte de la política de mano tendida y diálogo, el tiempo nos podrá decir que tenemos razón”, afirmaba una voz de autoridad de la Moncloa esta semana. Desde el entorno más próximo a Pedro Sánchez reconocen que no es una tarea fácil y piden tiempo para evaluar el futuro: “Tenemos que ver cómo se producirá la nueva etapa. I si habrá cambio de cauce”. Otra voz del núcleo duro del presidente español confía que Junts “se reposicione” y “recapacite”. De hecho, públicamente, el mismo Pedro Sánchez ha reconocido abiertamente que tampoco ha asumido la nueva pantalla: “Cuando me dicen que han pasado a la oposición, tampoco lo entiendo mucho, porque, efectivamente, siempre han hecho gala de que han estado en la oposición”, contestó el jueves a Eduard Pujol desde el Senado.

Ahora bien, la primera constatación de la nueva realidad parlamentaria llegó el miércoles en la Comisión de Derechos Sociales y Consumo, que aprobó el dictamen de la ley de atención a la clientela, que tendrá que ser refrendada por el pleno del Congreso dentro de diez días. Junts votó a favor del texto, pero rechazó las enmiendas del PSOE y Sumar. “Junts hará un voto contrario que recoge esta rotura de relaciones con el Gobierno del Estado y que, por lo tanto, fija esta nueva realidad en los temas impulsados por los grupos que sustentan al Gobierno”, justificó el diputado Josep Maria Cruset. Eso sí, Junts avaló el conjunto de la ley, que incluyó el acuerdo al que llegó con la Moncloa para garantizar la atención en catalán en los servicios de atención al cliente.

Míriam Nogueras advierte que el “teatro” del PSOE será efímero

Junts recibe el escepticismo de la Moncloa con incredulidad. “¿Qué va a hacer este Gobierno?”, se preguntaba Míriam Nogueras en una entrevista en Telecinco el viernes. “¿Cómo van a gobernar si no pueden aprobar ni una sola ley en el Consejo de Ministros que vaya a tener recorrido? ¿Cómo van a poder sostener la legislatura?”, añadía. “Yo entiendo que se quieran minimizar esta situación grave, pero este teatro que están haciendo les va a durar poquito, tiene poco recorrido”, apostillaba.

La Moncloa receta “diálogo, negociación y esfuerzo”

A pesar de todo, en el Palacio de la Moncloa, no detallan ni revelan la hoja de ruta para garantizar que la legislatura llegue a 2027. De momento, están convencidos de que, con la fórmula que han usado hasta ahora, les bastará para continuar dos años más. La portavoz del ejecutivo, Pilar Alegría, alegó el martes que el Gobierno lleva “conviviendo” con esta “pluralidad parlamentaria” desde la investidura y recalcó que los “mecanismos que van a seguir operando” son el “diálogo” y el “consenso”, que es la “herramienta” con la que han trabajado “desde el primer momento”. “Lo mismo que hemos hecho en la primera mitad de la legislatura: trabajar, dialogar y esforzarnos por encontrar acuerdos con fuerzas parlamentarias para conseguir mayorías y sacar adelante la agenda legislativa del Gobierno”, insistió. Como si no haya cambiado nada.

Y en la misma línea se expresó el ministro de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, que reclamó “diálogo, trabajo, negociación y esfuerzo” con los socios: “Este Congreso de los Diputados nació complejo y fraccionado, seguramente habríamos preferido una composición diferente a lo que hoy existe, pero lo cierto es lo que los españoles votaron y responde a la pluralidad de nuestro país”. “La mano tendida del Gobierno siempre va a estar allí”, esgrimió Pilar Alegría. El problema es si habrá alguien en el otro lado para cogerla. “A seguir con la misma tónica habitual de trabajo y diálogo que llevamos ejerciendo estos dos últimos años”, remachó la portavoz del Gobierno. “Todas las relaciones tienen sus subidas y bajadas, no infravaloren la capacidad de diálogo y de persuasión que puede tener este gobierno”, concluyó.

 

Desde los pasillos del Congreso, el diagnóstico es el mismo: “La relación con Junts siempre ha tenido altibajos, […] vamos a seguir dialogando y negociando cada una de las medidas y cuestiones que traigamos a esta cámara”, defendió el martes el portavoz parlamentario del PSOE, Patxi López. “Nosotros no vamos a interrumpir el recurrido de un Gobierno y una legislatura que está teniendo unos resultados extraordinarios, sería una irresponsabilidad para esta legislatura, le esta sentando extraordinariamente bien a Catalunya”, añadió. Pero no dejó muy claro cuál sería la fórmula. “¿Cómo es posible negociar?”, le preguntaron. “Sentándonos a hablar como hemos hecho siempre. La demostración estará en las votaciones. Vamos a seguir partido a partido”, contestó. “¿Cómo se articula cuando ellos dicen que ni siquiera se van a sentar?”, insistieron los periodistas. “Pues vamos a verlo”, apostilló él.

El PP sigue a la espera de la llamada de Junts, pero apunta a las elecciones

En paralelo, en Génova no mueven ficha. Y continúan paralizados. “Si quieren cambio real, solo tienen que llamar”, decía una voz muy próxima a Alberto Núñez Feijóo después de que Míriam Nogueras avisara que había llegado la “hora del cambio”. Desde las filas populares, reiteraban su “disposición”, pero tienen claro que no darán un paso en falso. Esta semana, la portavoz del PP en el Congreso ponía voz a este convencimiento: “Llevamos mucho tiempo diciendo que no tenemos números para presentar esa moción de censura, lo que hace falta es que este gobierno convoque elecciones”. De hecho, José María Aznar ha intentado disuadir a Feijóo de dar el paso: “Se pueden hacer muchísimas cosas, pero si no hay materiales para una moción de censura, y no los hay, pues habrá que esperar a las elecciones”, reconoció el expresidente del Gobierno y del PP, que añadió que “alimentar la frustración es llevar al país a un callejón sin salida”.

De hecho, en los últimos días, los discursos de los dirigentes del PP, conscientes del riesgo y la lejanía de un entendimiento con Junts, apuntan más en la dirección de las urnas que de una hipotética moción de censura. “La única solución con la dignidad política que merece España son unas elecciones, este es un gobierno agónico”, decía Alberto Núñez Feijóo el lunes en una entrevista en La Nueva España antes de la comparecencia de Carles Puigdemont. Ester Muñoz coincidía en el diagnóstico: “Un Gobierno con respiración asistida”. “Cuando se bloquea la gobernabilidad hay que ser valientes y hay que dar la palabra a los ciudadanos”, esgrimió Cuca Gamarra después de la confirmación de la ruptura (ligándolo con el adelanto electoral en Extremadura). “[Sánchez] no tenía la mayoría social. Ahora tampoco tiene la mayoría parlamentaria para legislar. La legislatura está acabada, España necesita elecciones ya”, insistía más tarde la líder del PP en Bruselas, Dolors Montserrat.

 

Este enfoque responde a las reticencias del PP sobre los efectos prácticos de la decisión de Junts. “Junts tiene que concretar exactamente en qué consiste esa ruptura. Junts ha amenazado muchas veces con romper. No sé si conocen ustedes el cuento del Pedro y el lobo”, verbalizó el martes Ester Muñoz. “Quien tiene que decir en qué se traduce eso es Junts. El PP no tiene que comentar lo que hace Junts”, añadió la portavoz de los populares en el Congreso. “Es difícil valorar globos sonda, vamos a esperar a ver en qué consiste, porque en lo que va de legislatura hemos visto muchas veces el ‘Vamos a romper’, pero luego no”, remachó.

La última vez que el PP puso la moción de censura encima de la mesa fue a principios de julio, después de la entrada de Santos Cerdán en prisión. Alberto Núñez Feijóo encargó a Miguel Tellado explorar su viabilidad con los socios del Gobierno, pero el PP acabó constatando que era una vía muerta. En esa ocasión, Junts condicionó la negociación a un encuentro con Puigdemont y Génova lo rechazó. Ahora, Jordi Turull descarta que pueda haber fumata blanca con el PP.

Vox no quiere hablar de moción de censura

El otro actor imprescindible para una futura moción de censura es Vox. Hace un mes y medio, Ignacio Garriga afianzó la disposición del partido de extrema derecha de votar con Junts y el PP una moción de censura contra Pedro Sánchez. El líder del partido, Santiago Abascal, lo había dicho, pero había advertido que no podían hacerse concesiones al independentismo. Sin embargo, el número dos de la formación no mencionó ninguna línea roja para poner fin al mandato del “mayor enemigo de la prosperidad de los españoles”. Ahora bien, en los últimos días Vox ha enfriado esta posibilidad.

“No vamos a perder ni treinta segundos en hablar del señor Puigdemont, que solamente es un prófugo de la justicia y lo que tiene que hacer es entregarse, pasar a disposición judicial e ir a la cárcel por golpista y por ladrón”, contestó el portavoz del partido, José Antonio Fúster, el lunes al mediodía al ser preguntado en rueda de prensa por lo que anunciaría el líder de Junts más tarde. “Sus problemas son suyos, nosotros con él nada, cero. El día que alguien presente una moción de censura, diremos exactamente cuál es nuestra posición, pero con los separatistas, de verdad, no”, añadió. Y Santiago Abascal reiteró su apoyo a una “moción de censura para convocar elecciones inmediatas”, pero se negó a “contribuir a este debate y lo presentó como una “trampa del separatismo”.