Corre un relato alternativo unionista sobre el procés indepe y sus gestores han conseguido engatusar ni más ni menos que al Financial Times, que este viernes publica un reportaje de 3.497 palabras (o sea, muy largo) donde, para hacerlo corto, explica que el Govern de la Generalitat, en connivencia con los Mossos, habría promovido —así, en condicional— un servicio secreto para espiar a opositores a la independencia. El corresponsal del diario en Madrid, que refríe con maña los informes fabricados por la policía española sobre los famosos documentos requisados a los Mossos en la incineradora de Sant Adrià, concluye que el procés "ha transformado a Barcelona de destino turístico a nido de espías [hub of espionage]".

Nada nuevo. La gracia —o desgracia— es que se lo ha tragado el diario de referencia de la City de Londres, y lo presenta como una historia al estilo de El tercer hombre. De hecho, lo titula "City of spies". Incluso compara a Barcelona con la Viena de posguerra, el escenario de la mencionada película.

Aunque el periodista cita al sociólogo Oriol Bartomeus (España ha pasado "la peor crisis constitucional desde la muerte de Franco"), se conoce que esta línea no le conviene y la banaliza dramáticamente para dar fuerza a su propio relato de guerra fría. El procés, dice, ha dejado "otra Barcelona, un país de espionaje, de tribus políticas en guerra y de grabaciones secretas". Más adelante, insiste: el procés es "una profunda crisis política y social", que ha transformado "una de las más ricas y cosmopolitas regiones de Europa en una de las más turbulentas". Todavía insiste hacia el final: "Se ha abocado a Catalunya al caos político y social". Qué miedo, eh.

El corresponsal no menciona una sola cifra que avale sus afirmaciones apocalípticas. Se hace extraño, en un diario como este

El problema es que el corresponsal no menciona una sola cifra que avale estas afirmaciones apocalípticas. Se hace extraño en este diario. Si hubiera hecho su trabajo, se habría llevado un susto: el número de delitos ha aumentado —tasas nada aterradoras, incluyendo los atentados yihadistas del 17-A— pero la crisis social y económica, si hacemos caso de los datos, ni está ni se la espera. El procés no ha dejado heridas económicas graves. Todo lo contrario. El FT, entre todos los diarios, debería saberlo. Por no decir, ni recuerda la aprobación de prisa y corriendo, en septiembre de 2017, del decreto para facilitar el traslado de las sedes sociales de empresas fuera de Catalunya. Y así todo el reportaje.

La única novedad de la cosa es el testigo de un "agente de inteligencia de los Mossos", llamado Jordi Cruz, que advierte al periodista: "Mis colegas pueden matarme por hablar con un periodista". El hombre del FT queda tan impresionado que ni le hace sospechar que el nombre falso del mosso sea el mismo que el del famoso cocinero televisivo. Cruz explica que Govern y Mossos querían levantar "un servicio secreto de espionaje que competiera con el del Estado español" y que lo supo "por unos amigos que estaban dentro". Unos amigos. Impresionante.

Cruz lo tiene claro. Otros no tanto. El corresponsal también ha hablado con "cuatro mossos [...] y personas próximas a los servicios de inteligencia y al gobierno españoles" (sic), que solo "creen" que fue un intento. Como no encaja con el relato, cita de nuevo el informe de la policía española donde se afirma que los Mossos tenían un "departamento de espionaje ilegal". ¿Qué quiere que digan? Pues eso.

Al periodista le han endosado, en una operación con mucho teatro, unas notas fabricadas por un excomisario que quería vengarse de un rival

Es todo más viejo que viejo. Al corresponsal le han vuelto a endosar cuatro notas fabricadas entre 2014 y 2017 por un excomisario de la policía española que quería vengarse de un rival, y que algunos diarios madrileños resucitaron el pasado diciembre y marzo, aunque el mismo Ministerio del Interior, el de Fernández Díaz, las había desautorizado. Estas falsedades se reempaquetaron en el "oficio 3022/2017", que la Brigada Provincial de Información de Barcelona de la policía española entregó a la jueza Carmen Lamela, de la Audiencia Nacional, instructora de la causa contra el Mayor Josep Lluís Trapero y otros por el referéndum del 1-O.

El conseller Joaquim Forn también lo desmintió terminantemente.

El FT, sin embargo, se agencia el pack entero. Las víctimas del servicio secreto indepe, explica, "fueron abogados, políticos, profesores, periodistas y entidades de la sociedad civil consideradas oponentes al procés". Como representantes de estas víctimas presenta, con fotos en blanco y negro, a Josep Ramon Bosch, fundador de la entidad ultra Somatemps y expresidente de Sociedad Civil Catalana, y a José María Fuster-Fabra, el abogado simpatizante de Ciudadanos, exmilitante de Fuerza Nueva y defensor, entre otros militares y policías, del general Rodríguez-Galindo (condenado a 71 años por asesinato), o de cuatro de los mossos encausados por la muerte de Juan Andrés Benítez en el Raval (pactaron la prisión).

El autor no los describe así, claro. Como en todo el reportaje, se esfuerza para ennoblecer su material y sus fuentes y encajarlas en un relato de indepes malos y unionistas buenos. Somatemps, por ejemplo, es "un grupo civil unionista". Fuster-Fabra es un "prominente abogado que ha hecho su nombre defendiendo a víctimas del grupo terrorista vasco ETA, así como a policías catalanes y a sus familias". Etcétera. Del resto, miau.

En 3.497 palabras (seis folios y medio), que incluyen una historia sintética del independentismo, no hay ni una línea sobre los presos, exiliados y otros encausados

Y aún no sabes lo peor. En 3.497 palabras (seis folios y medio), que incluyen una historia sintética del independentismo, el corresponsal no sabe encontrar dos líneas para decir que están presos un vicepresidente y cinco consellers del Govern, la expresidenta del Parlament, el expresidente de la ANC y el presidente de Òmnium, además del presidente, cuatro consellers y dos exdiputadas en el exilio (o "fuera de España", para los neutrales). Ni menciona a otros encausados, como Cèsar Puig, el Mayor Trapero, la intendente Laplana, los 721 alcaldes, etcétera. Calla también las decisiones de otras justicias europeas, que no aprecian estos delitos.

Tampoco tiene una palabra sobre las cargas policiales del 1-O y sus mil heridos, lo que motivó la intervención de Angela Merkel, la canciller alemana. Ni para la represión digital, considerada "inaceptable" por Internet Society, o para los registros periódicos en departamentos, entidades y otros. Ni para el coste de la represión del 1-O: 87 millones de euros, como reconoció el entonces ministro del Interior, Ignacio Zoido. Ni para el espionaje, este real, de la Guardia Civil. Será que estos hechos no son reales, probados ni relevantes, o que quizá solo son víctimas las de un lado. Ojo, no sea que.

Para más inri, este ejercicio quirúrgico de selección informativa confirma que el servicio secreto español (CNI) tenía "una docena de agentes" siguiendo al presidente Puigdemont por toda Europa. Omite, en cambio, que hay investigaciones abiertas en Alemania, Bélgica y Finlandia por esta ilegalidad. En fin. No acabaríamos nunca.

¿Cómo el unionismo ha podido engatusar a todo un corresponsal del 'Financial Times' educado en Cambridge y con ocho años de experiencia, cuatro de los cuales en París?

Cruz es hábil y parece saber con quién habla. Lo tiene todo pensado para vender su historia a un inglés. Al periodista le dice que el servicio secreto indepe "es como si el gobierno regional (sic) de Escocia creara su propio rival del MI5 [el servicio de inteligencia interior del Reino Unido]". La comparación no tiene ni pies ni cabeza, pero quiá.

Otro de los objetivos del reportaje, o de la movida que hay detrás, es desacreditar la llamada Operación Catalunya, el nombre con el que se conocen las actuaciones de diversa naturaleza (política, policial, económica...) contra el procés. Le basta con citar a "personas próximas al Ministerio del Interior" que le dicen que el Gobierno "ha negado siempre su existencia y que no se ha probado nada en los tribunales". Vaya. No se podía saber. De la caída de Fernández Díaz o de las comisiones parlamentarias en Barcelona y Madrid sobre el caso, ni mu.

Que el corresponsal está pez en política española o que todo le sale por una friolera lo confirman varios detalles. Mencionemos tres para no abusar. En un momento dice que "el PP es detestado en toda Catalunya", pero no sabe dar el dato que ayudaría a captarlo: que ha caído de 19 escaños en 2012 a los 4 actuales. Antes habla de "la querida constitución", pasando por encima que más de un 60% de los españoles la quieren, sí, pero reformada, según todas las encuestas del último año y medio. El tercer indicio: cita a un periodista de OK Diario, que es el medio más parecido al FT, como todo el mundo sabe.

¿Cómo el unionismo ha podido engatusar a todo un corresponsal del Financial Times educado en Cambridge y con ocho años de experiencia, cuatro de los cuales en París? Algunos elementos para hacer una hipótesis: el hombre llegó hace apenas nueve meses (en agosto de 2017), cuando todo el pescado del procés ya estaba vendido; habla mal el castellano, según colegas que le conocen (en su currículum de LinkedIn solo menciona el inglés, claro, y el francés) y nada de catalán; tiene la presión de relevar a su antecesor, un profesional bregado que dominaba bien el caso catalán y el escenario político madrileño.

Era una víctima perfecta.