Más allá de la polémica tuitera de por qué As bestas triunfó en la gala de los Goya y Alcarràs se marchó sin ningún premio, algo injusto, pero que nada tiene que ver con que en Madrid se levanten cada mañana pensando cómo pueden putear a los catalanes (y sin perder de vista que quien recogió el Goya a la mejor película fue Sandra Tapias, una chica de Celrà, como productora ejecutiva de Arcadia), la competición a priori entre las dos películas tenía un mismo trasfondo político y social: el de las energías renovables. Lo remachó Rodrigo Sorogoyen tras recoger su Goya a la mejor dirección: "Energía eólica sí, pero no así".

Hablaba de los cientos de yeguas y caballos que viven en libertad en las montañas de A Estrada, Cerdedo-Cotobade, Campo Lameiro y Cuntis, en unas 3.000 hectáreas de terreno conocido como monte Montouto, en el norte de Galicia. Una zona amenazada por la energía eólica que se ha hecho conocida por la denuncia del director. Sobre este reducto gallego donde viven los caballos pura raza hay proyectados cuatro parques eólicos con ocho molinos de más de 100 metros de altura. El gobierno gallego dio luz verde a la construcción del parque eólico de Pico Touriñán proyectado por una filial eólica de Endesa con una declaración de impacto ambiental que, según denuncian las asociaciones de la zona, ignora las amenazas que se ciernen sobre los caballos.

Es fácil pensar que se está utilizando el debate sobre la aceleración de la transición energética para invisibilizar los modelos más justos y democráticos de desarrollo

Es la misma polémica que envuelve las placas solares de Alcarràs. Pues bien, según un estudio del Observatorio de Sostenibilidad, del que se hizo eco ayer TV3 y que se puede consultar en la web de esta asociación ciudadana, con el mismo lema de renovables sí, pero no así, dice que en toda España existen 300.000 hectáreas de espacios sin valor ecológico donde se podrían poner placas solares. En Catalunya, dicen, el 11% del territorio sería susceptible de acoger estas instalaciones con mínimos efectos negativos para el medio ambiente. Se trata de 33.861 hectáreas que, si se aprovecharan, podrían generar energía solar suficiente para abastecer a 8 millones de personas, el 70% de la energía que necesita Catalunya. Y creo que se habla poco de esto.

Son superficies industriales y artificiales, que incluyen desde tejados a polideportivos o centros comerciales, hasta zonas ya degradadas, como vertederos o arcenes de carreteras. La Xarxa Catalana per una Transició Energética Justa, que reúne a un centenar de entidades, pide a la Generalitat que se aplique este modelo y calcula que en la medianera de la AP-2 de Lleida a Martorell hay, por ejemplo, 700 hectáreas que podrían producir energía fotovoltaica suficiente para abastecer a 250.000 viviendas. Y creo que se habla poco de esto. Pero es especialmente sobre los edificios donde se pueden aprovechar 25.000 hectáreas en tejados y azoteas. Y creo que se habla poco de esto.

Un servidor que, como dice el tópico tertuliano, no es epidemiólogo ni biólogo ni nada, no sabe cuál es la solución. Sin embargo, el informe me ha llamado la atención porque me parece de sentido común. Y puesto que nadie científicamente serio contradice la necesidad absoluta de una transición energética hacia las renovables, es fácil pensar que se está utilizando el debate sobre la aceleración de la transición energética para invisibilizar los modelos más justos y democráticos de desarrollo. De los que, efectivamente, creo que se habla poco.