Realidad. 5 de agosto de 1939, uno de los episodios más crueles de la represión franquista. La Guerra Civil española hacía cuatro meses que había acabado alzándose Franco como vencedor. Trece mujeres de entre 18 y 29 años eran fusiladas en las tapias del Cementerio del Este de Madrid ―el actual Cementerio de la Almudena―, víctimas del supremacismo que el Caudillo implantó con el franquismo. El motivo: ser "rojas".

El objetivo de Franco: depurar y erradicar de raíz la sociedad con pensamiento e ideas de izquierdas, marxistas... Aplastar y hundir a todo aquel que se le pusiera delante ―así lo juraba en sus discursos―, y las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) eran en el centro de la diana.

Con la entrada de las tropas franquistas en Madrid, las JSU intentaron reorganizarse clandestinamente. Sus dirigentes y los del Partido Comunista de España (PCE) estaban en el exilio. La organización quedaba en manos de los militantes de base. Los procesos de depuración eran objeto del día a día por todos lados: en la administración, en las empresas, en las universidades... Espías, infiltrados, delatores, detenciones, juicios sumarísimos y ejecuciones sin piedad. Entre 1939 y 1945, unas 2.663 personas fueron ejecutadas en el Cementerio del Este de Madrid.

Con la detención de José Pena, dirigente y secretario general del comité provincial de las JSU, los franquistas obtuvieron ―obviamente, a base de torturas de todo tipo― el listado con los nombres de los miembros de la organización y la declaración firmada ―a la fuerza― que lo avalaba. Uno de los torturadores franquistas fue Roberto Conesa, policía infiltrado en las JSU y comisario de la Brigada Político-Social franquista ―debidamente recompensado en tiempo de democracia con un alto cargo en la Dirección General de la Policía―. De esta manera, casi toda la organización clandestina cayó y, entre ellas, los nombres de las Trece Rosas.

Las Trece Rosas fueron detenidas entre mayo y junio de 1939, conducidas, primero, a dependencias policiales donde fueron reglamentariamente torturadas y, después, ingresadas en la prisión de mujeres de Las Ventas, una prisión diseñada para acoger a 450 internas y que, en aquel momento, se amontonaban más de 4.000. Sólo tres de las Trece Rosas eran militantes de las JSU.

El 29 de julio de 1939, el comandante de la Guardia Civil Isaac Gabaldón era asesinado junto a su hija y su chófer en Talavera de la Reina. El crimen fue atribuido a las JSU y a la presunta red comunista de apoyo, de donde, presuntamente ―con rotundidad, afirmaban los franquistas―, formaban parte las Trece Rosas. En el consejo de guerra celebrado cinco días después, el 3 de agosto, fueron juzgados 57 miembros de las JSU, 14 de los cuales eran mujeres. Entre los acusados había tres de los asesinos de Gabaldón, el resto, detenidos antes del atentado y acusados de reorganizar las JSU y el PCE "en contra del orden social y jurídico de la nueva España". La sentencia: condenados por "adhesión a la rebelión" y pena de muerte para 56 de los 57. La rosa número 14, la única que se salvó.

En la madrugada del 5 de agosto de 1939 se fusilaba a la mayoría de los 56 encausados, entre ellos, a las Trece Rosas: "Apunten... ¡fuego!, ¡fuego!". Después de la batería de disparos, silencio, pero de repente: "¿Es que a mí no me matan?". La voz de Ana López, Anita, quien no había muerto con la primera remesa. Con el disparo de gracia también se apagó su voz.

Desde el año 1988, una placa en el lugar donde fueron fusiladas honra y homenajea a las Trece Rosas, símbolo de la lucha por la libertad.

El estado español sigue violando los derechos humanos y las políticas de memoria son inexistentes

Impunidad. La del franquismo, más que un hecho, es una evidencia. A los 500.000 muertos que provocó la guerra los presidió la dictadura fascista más larga de Europa: 250.000 encarcelados y 48.000 muertos más. En la actualidad, unas 114.000 personas continúan desaparecidas, un hecho que reafirma el posicionamiento de Amnistía Internacional. Amnistía Internacional considera el estado español como el país con más fosas comunes del mundo después de Camboya.

El estado español sigue violando los derechos humanos y las políticas de memoria son inexistentes. La quimera del PSOE de querer sacar a Franco de la pirámide fascista, la confirmación del puro marketing político. La ley de memoria de Zapatero, la imagen de la anomalía democrática que supone gracias a la complicidad de los partidos del régimen del 78, conjurados para ampliar la amnesia colectiva. La ley de Amnistía, el acondicionador para perpetuar la impunidad y actualizar el franquismo, con autores de crímenes contra lesa humanidad paseando por la Castellana con honores, como Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño.

Ficción. Engañarnos diciendo que el Estado practica políticas de memoria centradas en la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición ―principios fundamentales de las Naciones Unidas―. El lunes pasado, el día del 80º aniversario del fusilamiento de las Trece Rosas, los tuits desde la cuenta de Twitter oficial del PSOE estaban al orden del día. El mismo presidente Pedro Sánchez, la vicepresidenta Carmen Calvo o el ministro Josep Borrell ―entre otros― lo recordaban con un vídeo emotivo ―ningún tuit en recuerdo en las filas de PP y Ciudadanos―.

La actitud del PSOE hacia la memoria histórica es de una hipocresía gravemente preocupante. Les interesa "la memoria" cuando es a golpe de tuit o cuando se tiene que ir al campo de concentración de Mauthausen a hacerse el selfie ―si recuerdan la indigna la imagen de la ministra Dolores Delgado y el pique con la representante de la Generalitat de Catalunya―. Banalizar la memoria no es un problema en las filas socialistas. Que 80 años después, miles y miles todavía estén bajo tierra, tampoco. Que el ducado de Franco ya tenga relevo, un éxito a celebrar.

Mientras los familiares de víctimas y desaparecidos tengamos voz y fuerza para decir las verdades como puños que radican en este Estado decadente, lo diremos. Mientras uno de los mayores genocidas de la historia tenga cada día flores frescas en su mausoleo, lo diremos. Mientras haya personas que se vayan de este mundo sin saber dónde están los suyos por la incapacidad y/o la falta de voluntad política, lo diremos. Y no descansaremos hasta recuperar la dignidad de aquellos que perdieron la vida defendiendo lo que más amaban, la libertad y la democracia.

Las Trece Rosas forman y formarán parte de la historia de este país, de la lucha del pueblo por la libertad.