La reducción de la jornada laboral es solo cuestión de tiempo. El mundo va hacia aquí y, por lo tanto, en un plazo de pocos años es probable que en Catalunya se implante la jornada laboral de 37,5 horas semanales. En muchas grandes empresas ya es así, e incluso hacen 35 a la semana. Y se reducirá más todavía, en las próximas décadas. La inteligencia artificial y otras tecnologías provocarán una reducción no solo de las horas de trabajo, sino que también eliminarán centenares de miles de puestos de trabajo en toda Europa. Una vez hecha esta constatación preventiva, que me parece indiscutible, se puede analizar lo que ha sucedido esta semana con el intento fallido, por parte de la coalición gobernante formada por PSOE y Sumar, de tramitar un proyecto de ley para reducir la jornada laboral. Este debate, tanto en su vertiente política como en la mediática, ha estado trufado de demagogia y populismo, a la manera que la política española nos tiene muy acostumbrados.
Por ejemplo, los que defienden la reforma dicen que entre el 80% y el 90% de los trabajadores están a favor de la reducción de la jornada laboral si no implica una reducción del salario. ¡Caray, qué sorpresa! Esta pregunta responde perfectamente a la siguiente idea: dime qué respuesta quieres y te formularé la pregunta adecuada. Por ejemplo, también se podría preguntar a los trabajadores las cuestiones siguientes: ¿Quieres mantener la jornada laboral actual si eso comporta un incremento del salario? ¿Quieres reducir la jornada laboral y tu salario en la misma proporción? ¿Aceptarías trabajar un 10% más de jornada laboral si eso implicara un incremento del 10% de tu salario? ¿Aceptarías reducir tu jornada laboral si eso implica que tu empresa entre en peligro real de ir a la quiebra? Seguro que las respuestas podrían sorprender. En este sentido, sería como preguntar: ¿Quieres pagar menos impuestos pero manteniendo el actual estado del bienestar? Solo un memo o un dogmático estaría en contra.
Sumar no hizo nada para que se aprobara el proyecto de ley, porque ya le va bien perpetuar el relato del choque con la derecha
A diferencia de otros territorios del Estado, donde hay una alta concentración de funcionarios o grandes empresas, en Catalunya el cosmos empresarial está formado por pequeñas y medianas empresas. En nuestro país, la pyme representa el 99,8% de las empresas, el 61,4% del valor añadido bruto (VAB) y el 68% de la ocupación. Por lo tanto, una reducción de la jornada laboral, sin más, podría perjudicar, y mucho, a la economía catalana e, incluso, provocar una reducción de la ocupación. En consecuencia, si realmente se quiere alcanzar una reducción de la jornada laboral, sus impulsores lo tendrían que complementar con medidas fiscales, reducciones en las cuotas de los autónomos, un calendario razonable y ayudas reales para las nuevas contrataciones. Imponer una reducción de la jornada liberal sin medidas paliativas y únicamente pactarla con los sindicatos era meterse en callejón sin salida, y así ha sido.
Una vez sufrida la derrota, algunos, empezando por la vicepresidenta Yolanda Díaz (para la que la reforma de la jornada laboral es su caballo de batalla de la legislatura), han puesto el foco en los partidos que votaron en contra, y muy concretamente en Junts. Es una opción legítima, exactamente tan legítima como la postura de Junts. Ahora bien, esta obsesión, en mi opinión, responde a una pregunta que es el elefante en la habitación: ¿por qué razón el gobierno del PSOE y Sumar llevaron a votación un proyecto de ley que sabían perfectamente que sería tumbado? ¿Por qué razón subieron el proyecto al cadalso donde sería ejecutado públicamente? La respuesta, creo, viene dada por la obsesión de acusar a Junts. La carrera política de Yolanda Díaz y las expectativas electorales de su coalición menguante son escasas, y quizás ella piensa que le conviene una batalla ideológica contra esta nebulosa de partidos y patronales que ella denomina "la derecha". Es una opción arriesgada, porque a menudo es mejor un mal acuerdo que una buena derrota. Porque la culpa del fracaso es suya y solo suya: en política hay que sujetar los acuerdos que permiten sacar adelante las iniciativas. Tenía que atar el apoyo de Junts y tenía que amarrar el apoyo de las patronales, antes de mover ficha. Amarrar solo el apoyo de los partidos de izquierda y de los sindicatos era insuficiente; y si lo sabíamos tú y yo, también lo sabía ella. Y no hizo nada porque no le convenía que se aprobara, para perpetuar el relato del choque con la derecha. ¿Y aquí, quién gana? Fácil: gana el PSOE, que no quería la reducción de la jornada laboral, y por eso solo un ministro socialista se quedó a escuchar el debate, mientras que el resto se largaron. Dejaron que Díaz se estrellara solita, sin ser conscientes de que el PSOE y Sumar son como Thelma y Louise, que van juntas en un coche a toda velocidad hacia el abismo.