Una de las cosas que pasan cada año es que la Unesco, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, amplía su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Este año, se han añadido 47 elementos nuevos, entre los cuales la baguete, el repique manual de campanas, los raiers o la fiesta del oso.

Como sabéis, la baguete es uno de los orgullos de la tradición gastronómica francesa. La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, francesa y ministra de Cultura con Manuel Valls, destacó que una práctica alimentaria puede constituir un patrimonio por derecho propio, porque nos ayuda a ser parte de la sociedad, y que la baguete, como ritual diario, es un elemento de convivencia. La baguete, por cierto, tiene su historia. Según la misma Unesco, en los años veinte en Francia se aprobó una ley que no permitía trabajar antes de las 4 de la mañana, y el gremio de panaderos decidió crear una barra más estrecha, larga y ligera a fin de que los tiempos fueran más cortos y se pudiera seguir sirviendo el pan caliente para desayunar. Pero se explican otros orígenes. Como que nació durante la construcción del metro de París para evitar las peleas en las galerías. Dicen que los obreros llevaban siempre en el bolsillo una navaja para cortar el pan redondo, y el ingeniero jefe pidió a un panadero que hiciera un pan que se pudiera cortar sin cuchillo. Así pudo prohibir las navajas en las galerías. También hay quien adjudica la invención directamente a Napoleón, que quería un pan que se pudiera guardar en los bolsillos de la casaca. Pero vaya.

Para el budismo no hay una Creación como tal, sino el prestigio de la réplica, la mal entendida reencarnación. En cambio, para la unión del judeocristianismo y el helenismo, la Creación es originada una vez y para siempre.

Sobre el repique manual de campanas, práctica en peligro de extinción, forma parte de la identidad colectiva, porque marca acontecimientos de la vida cotidiana como las fiestas, los funerales, los incendios o las inundaciones. Al acto de la Unesco en Rabat viajaron las agrupaciones de campaneros de Palencia, Albaida, Utrera y Zamora. Sin embargo, obviamente, Catalunya no es una excepción. Y las asociaciones de campaneros pedirán al ministerio de Miquel Iceta un Plan Nacional de Salvaguardia del Repique Manual de Campanas. Con respecto a los raiers, por cierto, los de la Noguera Pallaresa lideraron el proceso con la presentación de una candidatura conjunta de España, Alemania, Austria, la República Checa, Letonia y Polonia, pero, curiosamente, son los polacos los que la encabezaron. Al tener pocas declaraciones, era más fácil obtenerla.

La lista se hace con la idea de salvaguardar este patrimonio. Cosa que está muy bien. Si no fuese porque "cualquier hecho cultural, por el simple hecho de existir, desde el minuto cero es artificial en su despliegue vital y en la interacción con el entorno". Lo escribe Agustín Fernández Mallo, que explica la diferencia entre las tradiciones culturales asiáticas y las occidentales. Así, para el budismo no hay una Creación como tal, sino el prestigio de la réplica, la malentendida reencarnación. En cambio, para la unión del judeocristianismo y el helenismo, la Creación es originada una vez y para siempre. Un ejemplo del primer caso es el santuario de Ise, que tiene 1.300 años de antigüedad, pero que se reconstruye cada veinte años. Y claro, la Unesco, que vela por un concepto derivado de la filosofía universal, ha eliminado el santuario del catálogo, en este caso del de Patrimonio Material, donde sí que están las obras de Gaudí, Poblet o el Palau de la Música y el Hospital de Sant Pau. El autor, por cierto, hace esta reflexión hablando de la obra de Rosalia Vila Tobella, acusada de perversión de una supuesta pureza. Pureza que, como veis, se pueden poner donde les quepa. Comprar una barra de cuarto es cultura, aunque sea de gasolinera; escuchar el campanario es cultura, aunque sea automático. Y la obra de Rosalia forma parte de nuestro patrimonio inmaterial. Y del de la humanidad también, va.