Estamos viviendo unas circunstancias de epidemia en que todo el mundo que empieza a toser o sentirse mal, vuela hacia el termómetro, a ver si tiene fiebre. Cuando| tenemos frío o calor, pero el resto de los que nos rodean encuentran que la temperatura ambiental es confortable, nos preguntan si tenemos fiebre. La fiebre es un incremento de la temperatura corporal a causa de infecciones o procesos inflamatorios, y nos sirve como un síntoma valioso para detectar una infección incipiente, pero ¿cómo sabemos distinguir si tenemos fiebre?

El año 1851, Wunderlich, un médico alemán de Leipzig, estableció que la temperatura basal media de los humanos era de 37 °C (entre 36,2 °C y 37,5 °C) después de medir la temperatura axilar a 25.000 pacientes. ¿Pero es realmente esta la temperatura basal del cuerpo humano? En mi caso, 37 °C ya no sería temperatura basal, sino que es claramente febrícula, porque normalmente estoy a 36,4 °C - 36,5 °C. Y si lo pensáis veréis que hay muchas circunstancias que pueden hacer variar esta cifra mágica de los 37 °C. No es lo mismo si te tomas la temperatura de día que por la noche (en que se suelen tener unas cuantas décimas más en estado normal), si eres joven o viejo, si eres hombre o mujer (las das fértiles además cambian la temperatura periódicamente según el momento del estro y la ovulación). Por lo tanto, ya vemos que es difícil establecer una temperatura basal igual para todo el mundo.

Actualmente, cuando vamos al médico por alguna causa e, independientemente de nuestro estado general, se mide nuestra temperatura y la presión arterial. Eso hace que se tengan muchos datos acumulados en los Centros de Atención Primaria de muchos países, que se pueden recoger y analizar. Varios estudios han cogido los datos acumulados de miles de pacientes con el fin de determinar la temperatura basal y la relación de la temperatura con otras características de los pacientes. El año 2002 ya se publicó un primer artículo que comparando datos de pacientes recogidos desde 1935 en 1999, y comparando las diferentes medidas entre temperaturas orales, axilares, timpánicas y rectales, la temperatura basal había disminuido claramente de esta cifra de 37 °C, a pesar de que dentro de un rango variable, siendo la más estable la medida rectal y la más variable el oral. También detectan claramente que hay diferencias en la temperatura basal de hombres y mujeres, que puede llegar a ser individualmente de más de dos grados.

Un nuevo estudio en el 2017, con casi 250.000 medidas de 35.488 pacientes del Reino Unido sin ninguna infección (de una edad media de 53 años, con más del 60% mujeres y un 40% de origen no caucásico) redefine que la temperatura basal a sus pacientes es de 36,6 °C (temperatura oral) dentro de un rango variable entre 35,7 °C y 37,3 °C. También determinan que las personas mayores son las que presentan una menor temperatura (-0,021°C por cada década) y las mujeres afroamericanas las que tenían una mayor temperatura basal. También determinan que la gente más gorda suele tener unas décimas más, y las que hacen ayuno o dieta, unas décimas menos. Detectan una pequeña variabilidad en los diversos meses del año, siendo más alta en los meses fríos del invierno, y una pizca más baja en los meses calurosos del verano (seguramente debido al proceso natural de vasoconstricción y de sudar como mecanismos fisiológicos de refrescamiento de la superficie del cuerpo para mantener la temperatura interior del cuerpo). Los autores remarcan que encuentran una correlación entre un ligero incremento de temperatura con una mayor mortalidad anual, seguramente porque hay infecciones subclínicas o procesos inflamatorios no detectados. Los autores defienden la idea de que cada persona tiene una temperatura basal y que no podemos generalizar. Por eso hay personas que a 37 °C ya tienen síntomas de encontrarse mal, y otros a esta temperatura, se sienten normales. Tendríamos que encontrar y conocer nuestra temperatura basal, para saber cuando y cómo tenemos fiebre.

Un último estudio publicado a inicios de este año es mucho más tajante, directamente concluye que la temperatura del cuerpo de las personas en los Estados Unidos ha ido bajando progresivamente desde la Revolución Industrial, hasta ser ahora -0,59 °C para los hombres y -0,32 °C para las mujeres, respecto de la temperatura en el siglo XIX. Para llegar a esta conclusión, los autores han analizado tres grandes grupos de datos históricos: más de 23.000 pacientes desde 1860 a 1940; unos 15.000 pacientes de los años 70 del siglo XX; y unos 150.000 pacientes de la última década, ajustando los valores por el sexo, edad, peso, altura y origen genético (caucásico, afroamericano, hispano). ¿Cómo puede ser eso? ¿Por qué hay un decremento sostenido, aunque sea ligero durante estos 150 años? Los autores creen que esta disminución de la temperatura basal en humanos se debe al hecho de que en el siglo XIX y buena parte del siglo XX no había antibióticos ni medicinas, y mucha gente sufría infecciones sin saberlo. Se calcula que en torno al 3% de la gente sufría tuberculosis, además de otras infecciones, como malaria, diarreas, gastroenteritis, y también presentaba enfermedades inflamatorias crónicas, que suben la temperatura.

Así, pues, actualmente la temperatura basal del cuerpo humano está más cerca de los 36,5 °C que de los 37 °C. ¿Es importante esta pequeña diferencia? Puede serlo, ya que en animales se ha demostrado que el incremento de temperatura basal (aunque sean unas décimas) está relacionado con un incremento del metabolismo y consecuentemente, con una menor longevidad y viceversa, una menor temperatura basal, correlaciona con menor tasa metabólica y mayor longevidad. Es muy pronto para extraer conclusiones respeto a efectos de esta diferencia de temperatura sobre la tasa metabólica de los humanos actuales y el impacto sobre la longevidad. En todo caso, queda claro que la temperatura basal es diferente en los humanos actuales, que cada persona tiene su rango de temperatura, tanto de confortabilidad como de tener fiebre.