Esta semana, las bolsas han tenido que lidiar con lo que podría suceder en la guerra comercial entre Estados Unidos y China, conflicto al que se ha sumado una escalada de la tensión en el Golfo Pérsico, donde se han visto las caras Irán y Arabia Saudí. No ha sido ni mucho menos una tanda corriente porque la guerra fría se ha mostrado definitivamente como escenario de fondo sobre el que la economía deberá evolucionar en adelante.

Todo comenzó el 9 de mayo cuando se ejecutó el anuncio previo de Trump de incrementar los aranceles sobre importaciones chinas de un valor de 200.000 millones de dólares desde el 10% al 25%. El presidente americano indicó a su vez su disposición a seguir hablando. A partir de ahí una mezcla de amenazas y voluntad de conciliación ha dominado los parqués bursátiles.

Para EE. UU., Pekín ha eliminado de las últimas conversaciones avances relativos logrados sobre cuestiones relacionadas con el reconocimiento de la propiedad intelectual, las transferencias forzadas de tecnología que impone el imperio del centro o las subvenciones a empresas estatales. 

La respuesta de China fue: hasta aquí hemos llegado. "Que ni siquiera piensen en concesiones", respondieron los diarios oficiales. "No daremos ningún paso atrás". Esa era la postura de Xi Jinping y el enfoque de un Politburó que ha decidido en los últimos dos meses prestar menos atención a la situación económica y, a cambio, reforzar el orgullo nacional. El estímulo fiscal interno podría sustituir el vacío de las menores exportaciones, se baraja allí. Asimismo, como represalia, las importaciones americanas por valor de 60.000 millones de dólares sufrirán un incremento de aranceles similar al aplicado por EE. UU. 

Las bolsas, empezando por Wall Street, que sufrió una fuerte caída el lunes del 2,5%, fueron recuperando el tono a partir del martes logrando tres días de alza consecutivos hasta el viernes, donde se orientaron hacia una toma defensiva de beneficios. Los inversores siguen confiando en que la Reserva Federal y los bancos centrales mantendrán las cotizaciones dentro de unos márgenes que no deterioren la confianza en las economías. 

La batalla comercial entre Washington y Pekín se desvió hacia el terreno tecnológico al colocar Trump a Huawei dentro de una lista de sociedades cuyas "actividades son contrarias a la seguridad nacional de Estados Unidos". Tal disposición puede impedir a Huawei comprar componentes o usar patentes procedentes de proveedores americanos. Sin la tecnología de Intel, Qualcomm, Micron Technology o Google, cuyo lógico Android hace funcionar los smartphones del líder chino, Huawei sería incapaz de sobrevivir. Este punto es muy grave porque el liderazgo mundial se juega ahora sobre el factor 5G o el internet a gran escala de las cosas.

La batalla comercial entre Washington y Pekín se desvió hacia el terreno tecnológico al colocar Trump a Huawei dentro de una lista de sociedades cuyas "actividades son contrarias a la seguridad nacional de Estados Unidos"

Simultáneamente, en el Golfo Pérsico, el Pentágono americano ha desplegado el portaaviones USS Lincoln tras cruzar el canal de Suez, al tiempo que la aviación de Arabia saudí realizó el jueves varios ataques a Saná, capital del Yemen, controlada por los hutíes, alineados con Irán. Chiitas contra sunitas, un viejo conflicto que ahora se agrega a la corriente de conflictos por procuración conducidos por intermediarios para evitar que las grandes potencias se enfrenten. Es lo propio de la guerra fría en que estamos y que no va a facilitar la normalidad económica mundial. De momento, los mercados han respondido con serenidad. Veremos cómo continúa. El petróleo Brent ya ha subido de momento a 73 dólares el barril.