Tal día como hoy del año 987, hace mil treinta y ocho años, en Reims (entonces reino de Francia), los estamentos del poder se reunían en la Catedral para coronar a Hugo Capeto, que sería el sucesor del rey Luis V, el último monarca de la estirpe carolingia y, por tanto, el primer soberano francés de la estirpe Capeto. Luis V había muerto sin descendencia y la corona recaería sobre el pariente del difunto más poderoso patrimonial y militarmente, y mejor relacionado con la jerarquía eclesiástica, representada por el arzobispo Adalberón de Reims, cardenal-primado de Francia.

Aquel acto contaba con la presencia de todos los delegados territoriales de la corona: los condes, duques y marqueses. Pero, en cambio, el conde Borrell II de Barcelona no acudió. Se ha dicho que estaba enfadado con el poder central porque dos años antes (985) el condado había sido atacado y devastado por un ejercido andalusí (las razzias destructivas de al-Mansur) y no había recibido la ayuda militar de su soberano y patrón. También se ha dicho que Luis V de Francia no envió a nadie porque empleaba todas sus energías en impedir que sus parientes lo destronaran y lo relevaran.

Estos elementos tuvieron su importancia. Pero hay una segunda causa que explicaría la ausencia de Borrell. Los condes de Barcelona, que se transmitían el cargo de forma hereditaria desde el siglo anterior (Wifredo el Velloso, 897), eran, también como los Capeto, una rama menor de la familia imperial, por Guinidilda, esposa de Wifredo y tataranieta del emperador Carlomagno. Los Bellónidas de Barcelona siempre fueron fieles a los reyes carolingios de Francia, pero cuando desaparece la estirpe (987) prescinden del acto de renovar el vasallaje a los nuevos reyes de Francia.