Tal día como hoy del año 1898, hace 127 años, el Congreso de los Estados Unidos votaba la Declaración de Guerra a España, por el conflicto en la colonia española de Cuba que enfrentaba al ejército colonial de la metrópoli contra el ejército libertador independentista. Aquella declaración de guerra no se hizo pública hasta cuatro días más tarde (25 de abril de 1898) y, en aquel momento, el presidente norteamericano William McKinley, del Partido Republicano, proclamó que los Estados Unidos combatiría al lado de los independentistas cubanos.

La administración norteamericana codiciaba la expansión hacia el sur (hacia las islas del mar Caribe) desde la época de los presidentes que eran nombrados "padres de la patria" (principios del siglo XIX). Las posesiones coloniales españolas de Cuba y de Puerto Rico estaban en la trayectoria expansiva norteamericana y, después de la polémica explosión y naufragio del acorazado Maine —anclado en el puerto de La Habana (15 de febrero de 1898)— la administración McKinley —con el apoyo de las grandes fortunas del país— desplegó una intensa campaña pública a favor de la guerra.

Cuando la opinión pública norteamericana ya era, mayoritariamente, partidaria de una intervención militar en Cuba; se produjo el desembarque de 6.000 marines en la zona sur de la isla (bahía de Daiquirí, 22 de junio de 1898), que se sumarían al ejército independentista cubano, denominado también ejército mambí. Después de aquel desembarque, las fuerzas coloniales españolas no resistirían el embate y se rendirían, solamente, cincuenta días más tarde (12 de agosto de 1898). El gobierno norteamericano tutelaría el tráfico a la independencia de Cuba, proceso que culminaría en 1903.

A partir de aquel momento, los Estados Unidos mantuvieron un control absoluto sobre la economía y la política cubanas, hasta el extremo que se dijo que "Cuba era la trastienda del crimen organizado norteamericano". Desde la independencia hasta la revolución castrista (1903-1959), la relación entre Washington y La Habana se fundamentaría en una fórmula renovada del colonialismo que los sociólogos denominaron "neocolonia" y que, posteriormente, inspiraría las potencias coloniales europeas en los procesos de descolonización de los países del Tercer Mundo.