Sustituir las marcas consolidadas de TV3, Catalunya Ràdio y Catalunya Informació por 3CatInfo y el resto de cambios en los medios de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals no son un error, sino que responden a unos objetivos estratégicos que van más allá del cambio de nombre. “La refundación de la CCMA” es un proyecto conocido del PSC asumido por la presidenta, Rosa Romà, con el apoyo de ERC y también de los consejeros de JxCat, que ahora corren a desmarcarse. El proyecto se puede resumir como un plan de deconstrucción de los medios públicos de referencia catalana. ¡Ojo! No hay que confundir deconstrucción con destrucción.
El concepto deconstrucción, tal como lo explica el ChatGPT, "es un término filosófico asociado principalmente al pensador francés Jacques Derrida (1930–2004). No es una metodología en el sentido tradicional, sino más bien una forma de lectura crítica que busca poner en cuestión las estructuras de pensamiento, los conceptos y los valores que sustentan un texto o una tradición intelectual. O sea que deconstruir no es destruir, sino 'analizar y deshacer las jerarquías escondidas dentro del lenguaje y del pensamiento'".
La dirección de la CCMA debería escuchar la protesta de los contribuyentes que no están de acuerdo con la nueva orientación y de los trabajadores que han participado en esta historia de éxito y temen que su legado se vaya al traste
La dirección de la CCMA, fruto de la mayoría parlamentaria, tiene todo el derecho a deshacer cuanto quiera lo que se había hecho, pero, tratándose de un organismo financiado con recursos públicos, también debería escuchar la protesta de los contribuyentes que no están de acuerdo con la nueva orientación y de los trabajadores que han participado en esta historia de éxito y temen que su legado se vaya al traste.
Por algún motivo, TV3 y Catalunya Ràdio han sido los únicos medios autonómicos que se han mantenido líderes en su territorio, superando tantas inercias contrarias. La estructura de pensamiento y los valores que han identificado TV3 y Catalunya Ràdio son evidentes y no los inventó Jordi Pujol. Ya en pleno franquismo y desde la clandestinidad, el Congreso de Cultura Catalana se planteó la reivindicación de medios de comunicación públicos y/o de titularidad social “que estuvieran al servicio de la cultura y la lengua catalanas pero formando parte de un proyecto cultural de país, no solo como servicio público sino como factor de cohesión cultural”. Quien lideraba esto, vale la pena recordarlo hoy, fue, entre otros, la militante socialista Anna Balletbò, que tristemente nos acaba de dejar. En paz descanse.
Después las cosas fueron como fueron y fue a un gobierno de Convergència i Unió a quien le correspondió llevar a cabo el proyecto de una televisión y una radio nacionales. Catalunya Ràdio y TV3 irrumpieron rompiendo monopolios españoles, liderando el espacio mediático catalán y, lo que fue más importante, creando un nuevo marco de referencia catalán inclusivo pero abierto al mundo. El libro que conmemoraba los primeros 10 años empezaba más o menos así: “Najua tiene 14 años, nació en Tánger, pero ahora vive en la Garriga y tiene el carnet 195.403 del Club Super 3, que enseña orgullosa”. Para los mileniales, la canción de Bola de Drac se convirtió en el himno de su generación.
Lo que tanto gustó a tanta gente se convirtió en un quebradero de cabeza para quienes se consideraban perjudicados por el éxito, es decir, medios de la competencia y los grupos políticos de la oposición. Como durante décadas el PSC ganaba con diferencia las elecciones españolas, pero perdía las catalanas, la conclusión a la que llegaron los estrategas socialistas no fue que perdían por sus posicionamientos políticos, sino por lo que llamaban el factor P, con P de Prenafeta [Lluís], a quien consideraban el cerebro de la propaganda pujolista en TV3. No vamos a descubrir ahora que TV3, como todos los medios públicos, suelen mantener una línea progubernamental. Y en este sentido el president de la Generalitat siempre tuvo una cámara a su disposición. Inauguró el eje transversal infinidad de veces, pero la práctica se mantuvo con los siguientes presidentes. Incluso un consejero jefe del tripartito decidió promocionarse incorporándose al equipo que retransmitía carreras de Fórmula 1.
En la época del tripartito, las presiones de grupos privados para neutralizar la competencia de los medios públicos fue feroz. En el ámbito español, fue el Gobierno Zapatero quien accedió a dejar RTVE sin publicidad, regalando el pastel entero a los medios privados. En Catalunya la presión no fue menor, pero financieramente habría sido insostenible y el Ejecutivo catalán no estaba en condiciones de librar la batalla política y sindical que habría estallado. Pero sí hubo algunos acuerdos. El más obvio fue la reducción de la cuota publicitaria de Catalunya Ràdio y la renuncia de la emisora a competir. Fueron relevados los directores/presentadores de los programas que lideraban la audiencia, la programación adoptó, digamos, un tono más bajo y las estrellas de la emisora, sin ningún interés de la dirección por retenerlos, encontraron un puente de plata para irse a RAC1, que lógicamente no tardó mucho en conquistar el liderazgo.
Aquellas batallas tenían que ver con la competencia de los grupos privados y con la línea editorial en función del gobierno de turno, pero la función social de los medios catalanes aún no varió mucho. Ciertamente, los medios catalanes públicos y algunos privados han contribuido a normalizar la lengua y las referencias catalanas. Formaba parte de sus objetivos declarados y consensuados ampliamente en el ámbito político y en la misma sociedad.
Sin embargo, el nacionalismo español siempre ha querido confundir cualquier referencia identitaria catalana como algo antiespañol. Una anécdota como ejemplo. Mucho antes del procés, allá por el año 2011, La Vanguardia, de acuerdo con la evolución de la sociedad catalana, decidió hacer la edición del diario de papel en catalán. Por aquellas fechas, con motivo de un Barça-Madrid, coincidieron en el palco del Camp Nou el editor de La Vanguardia, Javier Godó, conde de Godó, y Esperanza Aguirre, entonces presidenta de la Comunidad de Madrid. Aguirre, siempre predispuesta a atizar la polémica, saludó a Godó con estas palabras: “Hombre, un grande de España, editor de un diario independentista”. De sobra es sabido que La Vanguardia nunca ha sido un diario independentista, pero, solo por el hecho de editarse en catalán, en Madrid ya lo consideraron sospechoso (y actuaron en consecuencia).
Y después llegó el procés y los medios se convirtieron en trincheras en un combate desigual, porque en los medios públicos catalanes tenían voz partidarios y contrarios a la independencia de Catalunya, mientras que en el resto de medios públicos o privados solo los segundos se podían expresar.
El procés ya es historia pero no sus secuelas. Los círculos intelectuales del nacionalismo español han señalado repetidamente a la escuela catalana y a los medios catalanes como los motores generadores de un sentimiento antiespañol que habría que neutralizar. De neutralizar la escuela ya se encargan los jueces, pero para desactivar los medios no basta con la línea editorial. Hay que cambiar el marco de referencia.
Por lo visto, los estrategas de la CCMA consideran que la referencia catalana resta más que suma en un mercado globalizado y, por lo tanto, mejor este 3CatInfo más aséptico. También piensan que es más moderno y atractivo poner un nombre en inglés al programa de los viernes dirigido a niños catalanes, o invitar a los programas de entretenimiento a personajes muy secundarios conocidos en Madrid y aún desconocidos en Catalunya pero con ganas de promocionarse.
Que la CCMA debía convertirse en una plataforma de producción de contenidos es un proyecto de hace décadas. Se tienen que crear contenidos, pero tan importante como crearlos es empaquetarlos y encapsularlos en los diversos formatos que exigen las redes para distribuirlos. Lo han hecho todos los medios importantes, pero ninguno ha cambiado el nombre de la marca, porque es la marca lo que da prestigio al contenido. La marca es una referencia de calidad que identifica lo que han sido TV3 y Catalunya Ràdio durante décadas, pero, por lo que se ve, lo que quiere la CCMA es renunciar a esta herencia para poder presentarse con una identidad diferente. Y bueno, las marcas 3Cat o 3CatInfo pueden funcionar para la plataforma, pero no para que los periodistas se identifiquen mejor. Se nota que los ideólogos del cambio no han hecho nunca información de calle. La competencia es tremenda y la identificación del medio es fundamental, es lo que te abre o cierra la puerta. El interlocutor del periodista sabe probablemente qué importancia y qué influencia tienen TV3 y Catalunya Ràdio, pero nada sabe de 3CatInfo y, por lo tanto, no tendrá el mismo interés en atender al periodista. "¿Cómo dice? ¿De qué medio dice que es?". Esto da para un gag del Polònia, pero difícilmente los reporteros se complicarán tanto la vida y usarán —parece que clandestinamente— las marcas de siempre.
Las ansias de cambio se han acentuado además en la estética de unos platós modernos y robotizados y la original idea de quitarle la corbata a los presentadores y reporteros masculinos, pero manteniendo los tacones de aguja a las presentadoras. El diseño de pantallas divididas verticalmente que han adoptado los telediarios y el canal 3/24 tiene un efecto disuasorio inmediato en la atención del espectador. Pretenden equiparar la pantalla horizontal del televisor con la vertical del teléfono móvil sin reparar en que son públicos, mensajes y consumos absolutamente diferentes. Y eso por no hablar de los mapas del tiempo, porque ya lo están rectificando.
En un sistema mediático en constante evolución, los cambios son necesarios, por no decir imprescindibles, para poder sobrevivir, pero también se debe calcular bien la ruta, porque siempre existe el riesgo de no ganar fuera lo que se puede perder de la clientela habitual, una clientela que quizás encuentre ahora con el 2Cat —la venganza de Miquel Calçada— una alternativa suficiente para arrebatar a TV3 una parte de su audiencia. No hace falta mucha, la suficiente para dejar de ser líder en favor de La Revuelta y El Hormiguero y para que, a fin de cuentas, alguien pueda decir satisfecho “misión cumplida”.
