La campaña de las elecciones catalanas del próximo 12 de mayo acelera y ha sido el renovado candidato del PP, Alejandro Fernández, el primero en abrir el baile de los pactos. Después de salvar con la ayuda de Aznar las reticencias de Núñez Feijóo a su candidatura, el cabeza de cartel popular, que prevé una subida muy significativa, desde la irrelevancia de los 3 diputados alcanzados en el 2021 a los 15 que le otorgan algunos sondeos, sabe que puede ser decisivo en la próxima investidura y, por pasiva, ya ha puesto sus condiciones para investir al candidato del PSC y presidenciable mejor situado en la carrera, Salvador Illa.

Es cierto que Fernández, en una entrevista en RAC1, no aclaró si votaría o no votaría Illa o le permitiría ser elegido presidente -si los números cuadran- con una abstención. Pero lo que dijo Fernández hoy por hoy es solo un no, pero un no de entrada; como aquel de Felipe González con la entrada de España en la OTAN, después revertido. "Si Illa sigue acordando con los separatistas, con nosotros no hay nada que acordar". Ergo si Illa no acuerda nada con los independentistas quizás sí que puede acordar alguna cosa con el PP. ¿Pero era Alejandro Fernández o era Daniel Sirera, el líder del PP en el ayuntamiento de Barcelona que facilitó la investidura del socialista Jaume Collboni, contra Xavier Trias, quien hablaba? El caso es que Illa ya sabe que podría contar con el PP para una investidura siempre que no pacte con independentistas.

Difícil, pero no imposible. El problema, en todo caso, no será el PP sino los resultados de Illa, del PSC, y de sus socios más seguros, Comunes, Sumar, la candidatura encabezada por Jéssica Albiach. Y no sería un excesivo problema que la decisión de embarcarse en un pacto con Illa que solo pudiera prosperar con votos no independentistas, esto es, de la derecha españolista del futuro Parlament, la tuviera que tomar la líder de los comunes, Ada Colau. Sobre todo, visto el antecedente de su reelección al frente de la alcaldía de Barcelona en el 2019 con los votos del xenófobo Manuel Valls.

Illa ya sabe que podría contar con el PP para una investidura siempre que no pacte con independentistas

Lo que necesitaría Illa para ser investido son, básicamente dos cosas: primero, y sobre todo, que el independentismo no sume 68 escaños. Y, segundo, poder mantener una candidatura a la presidencia -cómo hizo Collboni con la alcaldía- que, además de los Comunes Sumar, pudiera prosperar con el concurso del PP y Vox. No a favor del candidato del PSC, sino, naturalmente, para impedir la investidura de un candidato independentista. Si este candidato fuera Pere Aragonès, PP y Vox harán todo lo que puedan para cerrarle el paso con Illa. Y si el candidato fuera Carles Puigdemont, no hace falta mucha imaginación para ver hasta qué punto le pueden crecer los colmillos a los cabecillas de la derecha española en el hemiciclo del Parc de la Ciutadella con el fin de impedir que el president exiliado sea restituido en el cargo por el Parlament. No se olvide el enfrentamiento -teóricamente superado- entre Fernández i Feijóo precisamente a raíz de los intentos de acercamiento del líder estatal del PP a Junts.

Es cierto que el PP nunca ha facilitado la investidura de un candidato socialista a la Generalitat. Sí que votó a favor de la  de Jordi Pujol en 1999, tres años después del pacto CiU-PP del Majestic con José María Aznar. Antes, en 1984, la entonces AP, al lado de ERC, contribuyó a que Pujol consiguiera el récord de votos a favor en una investidura, después de que CiU obtuviera 72 diputados. Los conservadores sumaron 11 y ERC, 4, lo que permitió a Pujol totalizar la ahora impensable suma de 87 votos a favor. En 1995, los populares ayudaron de nuevo a Pujol que, por primera vez desde 1980, era elegido en segunda votación con mayoría simple. El PP se abstuvo, pero cabe decir que también lo hicieron el PSC y ERC. Ahora bien: el PP, entonces liderado por Aleix Vidal-Quadras, participó a la vez en un pacto de todos contra CiU que entregó la presidencia del Parlament al socialista Joan Reventós.

Otras combinatorias de voto en investiduras han sido las tripartitas de izquierdas (PSC, ERC e ICV) en el 2003 para elegir a Pasqual Maragall, y, en el 2006, a José Montilla o el sí de CiU y la abstención del PSC, a Artur Mas, en el 2010, que fue reelegido en el 2012 con CiU y ERC. También, la coalición independentista Junts pel Sí (que agrupaba a CDC, ERC e independientes) y la CUP hicieron presidente Carles Puigdemont en el 2016. El segundo acuerdo independentista se producía en el 2018, con Quim Torra investido con los votos de Junts per Catalunya y ERC, y, el tercero, en el 2021, en el que Pere Aragonès era investido con los votos de ERC, Junts y la CUP. El republicano, actual president en funciones, ostenta el tercer récord de apoyos en la investidura empatado con Maragall (74 votos a favor) y detrás de Pujol, que obtuvo 87 a favor el 1984 y 75 en 1980. Una primera investidura de las seis que alcanzó entre 1980 y 1999 y que sacó adelante con 43 votos de CiU, 18 de Centristes-UCD y 14 de ERC.

El 'postprocés' marca la agenda electoral catalana mucho más de lo que los partidos -los independentistas incluidos, además del PSOE- están dispuestos a reconocer

Volviendo a Illa, la segunda vía que tendría el candidato del PSC para acceder a la presidencia sería un clásico tripartito con ERC y los Comunes Sumar -herederos del espacio de la extinta Iniciativa. Los números de las últimas encuestas, como la del CEO, lo permitirían sobradamente. Pero no estamos en 2003 ni en 2006 y el "procés", aunque sea en forma de "postprocés", sigue marcando la agenda electoral catalana mucho más de lo que los partidos -los independentistas incluidos, además del PSOE- están dispuestos a reconocer. La hipótesis que Salvador Illa pueda ser investido con un no-pacto con el PP y Vox para vetar una presidencia de Puigdemont o Aragonès lo evidencia. Y que ERC y Junts o Junts y ERC puedan o no repetir el poco después frustrado acuerdo del 52% del 2021 que, también con el apoyo de la CUP, dio la presidencia a Aragonès, es otro efecto del "no-procés" o "postprocés", da igual como lo denominemos. Como también lo será el volumen de la abstención en el electorado independentista, absolutamente determinante para las expectativas de todos los candidatos de este segmento, empezando por quién, teóricamente, tiene más bazas para reagrupar a los partidarios del Estado propio, es decir, Puigdemont. La no agenda del "no procés", en este caso con respecto a la amnistía bloqueada por el PP en el Senado, decidirá también, finalmente, el sentido del voto de los electores de Ciudadanos que en el 2021 no pasaron al PSC después de la victoria sin frutos de Inés Arrimadas con el 155, en el 2017, y la de Illa, también sin premio presidencial, en el 2021. El "no procés" está más vivo que nunca.