De todo el eco que en el último mes y medio ha tenido la gestación, salida, travesía, contratiempos meteorológicos y climáticos, ataques con drones, asalto militar, detención y deportación de los integrantes de la flotilla, ha habido una figura que ha sobresalido especialmente: Ada Colau. La exalcaldesa de Barcelona, dotada de un talento innato a la hora de comunicar (tanto por su capacidad de hacer llegar mensajes como en la selección de los momentos mediáticos más adecuados), ha emergido por encima del resto de activistas. Es verdad que en el ámbito catalán ha compartido cierto protagonismo -sobre todo a la llegada- con el concejal de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona, Jordi Coronas y en menor medida con la diputada de la CUP, Pilar Castillejo. Pero no hace falta ningún estudio de impacto de mercado para concluir que de los tres políticos ha sido Ada Colau la que ha tenido más visibilidad.
Incluso en el ámbito internacional, solo Greta Thunberg ha superado la incidencia pública de Ada Colau. Pero en pleno viaje la activista climática abandonó la dirección de la flotilla por desavenencias con otros responsables, entre ellas, la misma Colau. Sea como sea, esta exposición mediática ha despertado todo tipo de especulaciones con la posibilidad de que la fundadora de Barcelona en Comú pueda ser candidata a la alcaldía del ayuntamiento de Barcelona en las elecciones de mayo de 2027. Con esto no estoy diciendo que haya planificado estar en la flotilla pensando en aquella cita electoral sino que, precisamente, por el hecho de haber tenido este papel tan central en la misión humanitaria, esto ha comportado un escenario lógico de situarla nuevamente como cabeza de lista en el consistorio.
Ahora mismo hay más opciones de que Colau sea candidata en Catalunya o en España que en Barcelona
De hecho, si esta especulación es posible es porque cuando -ahora hace un año- dejó de ser concejala después de nueve años en la administración local (de los cuales ocho siendo alcaldesa), Colau nunca descartó un posible retorno a la política local. Un año después de haber investido a Jaume Collboni como alcalde de Barcelona -junto con los votos del PSC y PP- Colau abandonó la primera línea política. Además de retirarse como representante municipal, también se retiró de la dirección de Catalunya en Comú. Pero ya entonces dejó claro que no se excluía como cabeza de cartel en 2027.
De manera consciente, pues, la exalcaldesa de Barcelona dejaba la puerta abierta. Pero esta posibilidad se situaba en el entorno del Ayuntamiento. Pues bien, a raíz de este regreso de Colau a la esfera pública catalana y española, ya no se descarta que esta candidatura sea más arriba: para las elecciones a la Generalitat de 2028 o para unas españolas, previstas teóricamente para julio de 2027 si Pedro Sánchez no las anticipa. Es más, lo que sí se puede empezar a contemplar es que, de las tres esferas políticas (Ayuntamiento, Parlamento o Congreso) ahora mismo la más alejada es, precisamente, la barcelonesa. En este sentido ha habido tres movimientos muy significativos en las últimas semanas: Janet Sanz ha dicho que deja la política y tanto Gerardo Pisarello como Bob Pop han levantado el dedo para decir que estarían dispuestos a presentarse a las elecciones locales.
Los comunes no tienen líder en el Ayuntamiento, en Cataluña es incierto, y en España está absorbido
Pisarello conoce a Ada Colau desde hace 25 años. Ambos coincidieron tanto en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), como en el observatorio DESC, y en junio de 2015 se convirtió en su primer teniente de alcalde del primer mandato como alcaldesa, es decir, fue su mano derecha política en un momento tan crucial como el estreno en el ayuntamiento de un colectivo que no tenía ninguna experiencia en gestionar una institución como la de la capital catalana. Pisarello, por lo tanto, es un hombre de su máxima confianza y no osaría dar este paso, y menos enfrentarse en un proceso de primarias, si no tuviera muy claro que Colau ya no prioriza la alcaldía. En el caso de Bob Pop ocurre exactamente lo mismo pero aplicando la lógica en el ámbito personal: es decir, el periodista, escritor y columnista ni siquiera insinuaría el paso de dar el salto a la política si supiera que su amiga Ada Colau tiene una mínima posibilidad de ser cabeza de lista en la ciudad de Barcelona.
Por el contrario, el rol activista de Colau ha cobrado mucha fuerza en un momento, además, en que su espacio político está con un liderazgo vacante en Barcelona, incierto en Cataluña y absorbido en España. En Barcelona, tras la marcha de Colau el liderazgo del grupo municipal recayó en Janet Sanz, pero ella misma se ha autodescartado al anunciar que se retira de la vida política después de muchos años, precisamente, a la sombra de Colau. En Cataluña, quien fue candidata a las elecciones de 2024, Jéssica Albiach, va desvaneciendo sus apariciones en favor de un David Cid cada vez más empoderado. Y en España, el referente ideológico de los Comunes, Sumar, sufre una triple dificultad: la escisión con Podemos, los límites de actuación que tiene Yolanda Díaz por su cargo institucional de vicepresidenta de un gobierno de coalición y el eclipse político por parte de un Pedro Sánchez que busca en la concentración de las izquierdas la derrota de PP y Vox.
A diferencia de Pedro Sánchez o Yolanda Díaz, la exalcaldesa se puede presentar como la política que además de apoyar causas se implica personalmente
Ante este escenario, Ada Colau puede plantearse seriamente si este regreso a la vida política es para ser candidata de los comunes a presidenta de la Generalitat o cabeza de lista española de todo el espacio Sumar, Comuns, Izquierda Unida, etc. Si su aspiración fuera para las elecciones catalanas de 2028, su candidatura no tendría ningún tipo de discusión. No hay ahora mismo en Cataluña ninguna persona que pueda discutirle el liderazgo de los comunes y aún menos como cartel electoral. Cualquier otro afiliado que se presentara a un proceso de primarias sabe que perdería ante un caballo ganador como Colau. Y, de hecho, es la única política que, a estas alturas, puede darle un mordisco electoral a Salvador Illa por el flanco izquierdo no independentista.
En España, Ada Colau también puede tener opciones y la flotilla también le puede servir de guía. Se puede presentar como la política que, además de alinearse con las causas (como Pedro Sánchez o Yolanda Díaz con Palestina) va un paso más allá y se implica personalmente en las luchas. Tanto el presidente como la vicepresidenta española pueden tener un discurso muy combativo contra Israel pero nunca podrán dejar la corbata, la moqueta y la Moncloa por la kufiya, la mochila y el barco. Y por más que desde una sala de prensa se pueda ser muy contundente contra Netanyahu, ser encañonada por militares israelíes en alta mar da una fuerza inigualable en este espacio. Lo mismo se puede aplicar con Irene Montero e Ione Belarra que, por más manifestaciones que lideren, nunca se habrán involucrado tanto como Colau. La exalcaldesa sobresale en el activismo mediático (una vez más, que no se malinterprete porque es un reconocimiento: domina igual de bien el fondo activista como el formato mediático). Al frente de la PAH se acabó convirtiendo en alcaldesa de Barcelona. Al frente de la flotilla se puede acabar convirtiendo en cabeza de lista en las elecciones españolas o en las catalanas. Y, por lo tanto, la única duda no es si lo hará sino cuándo: simplemente falta por saber si estamos ante un cartel que ponga Ada Colau 2027 o Ada Colau 2028.