Mientras Pedro Sánchez esté vivo políticamente, es muy osado darlo por muerto a pesar de la pésima situación en la que se encuentre desde el punto de vista judicial (con todo su entorno a las puertas de juicios varios), mediático, social o político, incapaz de aprobar presupuestos año tras año. Su capacidad, no ya de resiliencia, sino directamente de supervivencia no es un mito sino que ha quedado acreditada a lo largo de los años y en circunstancias muy adversas. Esta capacidad de supervivencia se sustenta en tres habilidades que tiene: una tenacidad a prueba de bombas, un ego político desmesurado y, finalmente, pero no menos importante, saber mover las fichas del tablero sin escrúpulos ideológicos.

Ahora ya queda muy lejos, pero en diciembre de 2015 hubo unas elecciones en España con unos resultados y una aritmética parlamentaria que imposibilitó cualquier investidura y conllevó una repetición electoral celebrada en 2016. Y aquí hay que recordar que para intentar llegar a la Moncloa, en medio de esta situación de bloqueo, Pedro Sánchez firmó un acuerdo de gobierno con Albert Rivera, lo que obligó al PSOE a asumir medidas mucho más liberales que las que llevaba en su programa electoral en plena pugna por la hegemonía de las izquierdas con un Podemos entonces unido y emergente. También es bueno recordar que en Catalunya era cuando el procés estaba en uno de sus momentos culminantes, con la perspectiva de celebrar un referéndum de autodeterminación. Aun así, Pedro Sánchez decidió apostar por un Ciudadanos abiertamente combativo contra la causa catalanista.

Pedro Sánchez no tuvo reparos en pactar con Albert Rivera primero y Pablo Iglesias después

El pacto PSOE-Ciudadanos, o mejor dicho, el pacto Sánchez-Rivera resultó insuficiente y fue entonces cuando España se enfrentaba a la posibilidad de una nueva repetición electoral. Fue aquí cuando, para evitar la parálisis que conlleva tres elecciones en un año, una parte del PSOE se rebeló y apostó por permitir que Mariano Rajoy repitiera como presidente en tanto que formación más votada. El 1 de octubre -pero de 2016-, Pedro Sánchez fue cesado por el comité federal del PSOE por negarse a apoyar la investidura de Mariano Rajoy. En lugar de retirarse de la vida pública, el actual presidente español se rodeó de Santos Cerdán y José Luis Ábalos y fue de agrupación socialista en agrupación socialista en busca de apoyos para el siguiente congreso del partido, en el que ganó a Susana Díaz del entonces todopoderoso PSOE andaluz.

Fue de este modo como, en junio de 2018, Pedro Sánchez pudo liderar una moción de censura que, ahora sí, triunfó gracias a los votos del PSOE, de toda la izquierda parlamentaria así como de Junts y del PNV. En abril de 2019 convocó elecciones y aquí viene una de las claves de todo. De aquellos comicios salieron unos resultados que, ahora sí, permitían formar una mayoría de izquierdas en el congreso español. Consciente de que si Podemos no lo apoyaba existía el riesgo de ir a una nueva repetición electoral, Pedro Sánchez asfixió a la formación de Pablo Iglesias con un pacto de muchos mínimos que la dirección morada encontró insuficiente. No se gestó este pacto de izquierdas y España volvió a vivir una nueva repetición electoral: elecciones en diciembre de 2015, en junio de 2016, en abril de 2019 y en noviembre de 2019. Así de convulsa estaba la política española. Sin embargo, entre un punto y otro, el PSOE pasó de los 90 diputados a los 123 mientras que Podemos iba perdiendo la mitad de apoyos en cada convocatoria: de los 71 diputados (su techo) a los 35 de 2019. Hoy, Podemos tiene 5 después de la escisión con Sumar.

El presidente español se ha mantenido en pie gracias al discurso del miedo: o yo o la ultraderecha

La capacidad de supervivencia de Pedro Sánchez no se entiende, pues, si no se admite su voracidad fagocita de todos aquellos actores que le pueden ser socios pero también adversarios. En esta categoría, la lista de cadáveres políticos que ha dejado por el camino es numerosa: Susana Díaz, Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Albert Rivera o Irene Montero que, aunque sigue en política activa, pasó de vicepresidenta a diputada rasa en unas horas. Así las cosas, en un nuevo gesto de esta mezcla de audacia política y falta de miramientos, en abril de 2023, y tras un batacazo en las elecciones municipales, Pedro Sánchez convocó unas nuevas elecciones españolas para julio de 2023 y que en circunstancias normales tenía perdidas. De hecho, las perdió, pero la aritmética parlamentaria le sonrió de nuevo y en un acto mitad malabarismo, mitad discurso del miedo, consiguió poner de acuerdo a Sumar, Podemos, ERC (los tres a la baja comidos por el PSOE) con PNV y Junts. Para lograr este último apoyo, Pedro Sánchez tampoco tuvo reparo alguno en hacer aquello que había prometido que no haría: amnistiar a los líderes políticos catalanes y pactar con Carles Puigdemont que, a ojos de la opinión pública madrileña, es poco menos que la versión autóctona de Satanás.

En resumen, pues, Pedro Sánchez lleva doce años liderando el PSOE (excepto el paréntesis en que fue fulminado) y el próximo junio hará ocho que preside España. Para seguir en pie, Sánchez ha sido capaz de pactar con Albert Rivera, Pablo Iglesias y Carles Puigdemont y ha dejado por el camino a dirigentes socialistas díscolos, a todos los líderes de las formaciones que tenía más a la izquierda y tampoco ha tenido ningún escrúpulo en renegar de sus Santos Cerdán y José Luís Ábalos con quienes llegaron a compartir habitación de hotel.

En las próximas elecciones, Pedro Sánchez se presentará como alternativa no al PP sino a Vox

Ahora viene una nueva temporada de la serie: las próximas elecciones españolas en las que Pedro Sánchez solo tiene una opción de ganar: romper el bloque PP-Vox (que todas las encuestas pronostican como inevitable), cosa que pasa -también- por absorber todo el voto de la izquierda en el PSOE y más concretamente en su figura personal de líder europeo que combate y frena a la ultraderecha. Para hacer esto, no es que robe votos a las izquierdas sino que, directamente, querrá hacer de aspiradora de votos de personas que nunca votarían al PSOE pero que ven en él la única manera de que Vox no gobierne. Y es aquí donde habrá una nueva vuelta de tuerca: preparémonos para una precampaña y campaña electoral en la que Pedro Sánchez se presentará como la alternativa no de Alberto Núñez Feijóo sino de Santiago Abascal y Vox.

Preparémonos, pues, para sucesivas encuestas del CIS en las que Vox esté a punto de hacer -o haga- el sorpasso al PP de manera que el líder socialista podrá plantear las elecciones como algo entre dos: Pedro Sánchez o la ultraderecha, PSOE o Vox, democracia o el caos. Y aquí el presidente español no tendrá, otra vez, ningún tipo de cautela al hacer crecer a Vox demoscópicamente (a golpe de Tezanos), mediáticamente (muchos debates sobre por qué sube la ultraderecha) y políticamente (cara a cara en el Congreso). Y todo, a costa de un PP que cada semana duda más sobre si imitar a Vox o distanciarse de él.

Las formaciones catalanas se tienen que preparar para un marco mental que simulará tener que escoger solo entre PSOE y Vox

Es una lógica sin duda osada pero potencialmente ganadora como por otra parte ha demostrado anteriormente. Y en esta ocasión, además, Pedro Sánchez pretenderá situar este embate eliminando de la ecuación las cuestiones nacionales de Cataluña, País Vasco y Galicia. Sostendrá que ahora no es prioritario abordar particularidades territoriales sino de unificar fuerzas contra Vox. Es más, de manera implícita incluirá el discurso del mal menor: más vale un partido socialista españolista soft con una estética de sensibilidad periférica antes que un Santiago Abascal nacionalista castellano que arrasará cualquier muestra de diversidad nacional, empezando por la lengua.

Esta estrategia, ya iniciada y en marcha en los próximos meses (hasta que haya elecciones, ya sean anticipadas o cuando tocan, en 2027), puede tener efectos devastadores para las expectativas electorales de Sumar, efectos negativos para ERC e inciertos para Junts, que tendrán que dirimir cómo se gestionan los manifiestos incumplimientos del PSOE hacia Cataluña. Las formaciones políticas catalanas tendrán que pensar, pues, qué harán cuando Pedro Sánchez consiga establecer el marco mental de que en las próximas elecciones, por más papeletas que haya en las mesas, en el fondo querrá hacer ver que sólo habrá dos: o PSOE o Vox. ¿Y Cataluña?