Polestar ha ejecutado un giro estratégico significativo al recentrar sus operaciones en Europa, dejando en segundo plano mercados como Estados Unidos y China. La decisión responde a un contexto complejo, marcado por aranceles elevados, problemas de rentabilidad y una dinámica comercial que no ha ofrecido los resultados esperados. El propio fabricante ha sido claro al reconocer la situación: “Estamos perdiendo clientes”, una declaración que sintetiza la urgencia del momento y la necesidad de reajustar prioridades.
Este viraje coincide con la llegada de Michael Lohscheller a la dirección de la marca, bajo cuyo liderazgo se ha iniciado una revisión profunda del modelo de negocio. Entre los principales cambios destaca la revalorización del canal tradicional de concesionarios, tras años apostando por una estrategia digital directa. Esta reconfiguración busca mejorar la experiencia del cliente y reforzar la relación comercial, especialmente en Europa, donde la marca concentra actualmente tres cuartas partes de sus ventas.
Polestar ha dejado claro que su apuesta pasa por consolidar su posición en el mercado europeo, considerado ahora su entorno más dinámico y rentable. En este sentido, se han cancelado o pospuesto planes de expansión en otros continentes, priorizando el despliegue de nuevos modelos y el fortalecimiento de su red de distribución en Europa.
Producción localizada y objetivos claros
Uno de los movimientos más relevantes en esta nueva etapa es el anuncio de producción del futuro Polestar 7 en Eslovaquia a partir de 2026. Esta decisión busca reducir la dependencia de fábricas en China, además de sortear los altos aranceles que dificultan la competitividad en mercados como el estadounidense. Paralelamente, el Polestar 4 ya se ensambla en Corea del Sur, lo que permite abastecer Europa con mayor eficiencia logística y menor impacto regulatorio.
La estrategia se complementa con una hoja de ruta de producto ambiciosa pero racionalizada. La marca mantiene su apuesta por modelos como el Polestar 3, que representa el inicio de una nueva generación de productos, y el Polestar 5, aún en fase de desarrollo, cuyo enfoque se centra en el rendimiento y la innovación técnica.
Llama especialmente la atención la contundencia del discurso adoptado por la marca, que ha admitido sin rodeos la pérdida de clientes como motor del cambio. En este contexto, la concentración de recursos en un solo mercado busca no solo recuperar rentabilidad, sino también confianza y fidelidad.
La nueva etapa de Polestar no se apoya en la expansión global, sino en una estrategia de consolidación selectiva. Apuesta por la producción local, por una red de distribución más cercana y por una gama coherente que refleje su identidad escandinava. Con Europa como base operativa y comercial, la marca redefine sus objetivos con un enfoque más pragmático y centrado en resultados sostenibles.