El Renault 4 E-Tech regresa como un SUV eléctrico con aire retro que reinterpreta al mítico "cuatro latas" de los años 60. Su diseño, que mezcla nostalgia y modernidad, lo convierte en un coche con gran personalidad, especialmente atractivo para quienes valoran el estilo y la diferenciación en entornos urbanos. Sin embargo, a pesar de su encanto visual, es importante conocer dos aspectos clave antes de decidirse por su compra.
El nuevo Renault 4 está disponible en dos versiones: una con motor de 120 CV y batería de 40 kWh, que alcanza hasta 308 km de autonomía, y otra más potente, con 150 CV y batería de 52 kWh, capaz de recorrer hasta 409 km con una sola carga. Ambas permiten recargas rápidas del 15 al 80 % en unos 30 minutos, una cifra competitiva dentro de su segmento.
Diseño encantador, pero con ciertas limitaciones
La estética del modelo combina elementos del original —como los faros redondos o la parrilla frontal— con una ejecución moderna. En el interior destaca una pantalla digital de 10 pulgadas para la instrumentación y otra de hasta 10,1 pulgadas para el sistema multimedia, con integración total de servicios conectados. No cabe duda de que el Renault 4 ha sabido actualizarse manteniendo su esencia.
Sin embargo, más allá del diseño y la tecnología, hay dos factores que podrían suponer un freno a su éxito comercial. El primero es el espacio interior. A pesar de tener proporciones generosas para un coche urbano, las plazas traseras no destacan por su amplitud, especialmente en la zona central, más pensada para niños o trayectos cortos que para adultos.
El segundo inconveniente es el precio. El modelo más básico parte en torno a los 28.000 euros, mientras que la versión superior con más autonomía puede llegar hasta los 35.000 euros. Esta tarifa lo sitúa por encima de algunos de sus rivales eléctricos directos, que ofrecen prestaciones similares por un coste más ajustado.
En definitiva, el Renault 4 E-Tech es una opción con mucho carácter y buenos argumentos tecnológicos, pero antes de comprarlo conviene sopesar detenidamente si sus puntos débiles en habitabilidad y precio encajan con las necesidades reales del comprador.