Las declaraciones del conseller de la Presidencia, Albert Dalmau, avisando a sus socios parlamentarios, Esquerra Republicana (20 diputados) y los comunes (6), de que Catalunya no puede permitirse estar un año más sin presupuestos son, en la práctica, el inicio de la carrera del Govern del president Salvador Illa para que la cámara catalana le apruebe las cuentas por primera vez. Al cumplirse un año de su investidura, Illa, a través de su auténtico número dos, inicia la que será sin duda una campaña de presión intensa y una negociación compleja, ya que es casi imprescindible que el ejecutivo socialista tenga sus primeras cuentas públicas, porque aún gobierna con las de 2023, aprobadas por el president Aragonès.

La historia de algo tan normal como unos presupuestos cada año no solo ha entrado en crisis en España, sino que las dificultades han sido similares en Catalunya desde el año 2013, cuando el Parlament dejó de estar conformado por grandes formaciones políticas y empezó una etapa de un cierto minifundismo político. Desde aquel año, solo se han aprobado los de 2017 —Puigdemont president y año del referéndum—, 2020 —Quim Torra president, gobierno de Junts y ERC y abstención de los comunes—, 2022 —Aragonès president, gobierno de Esquerra y Junts y abstención de los comunes— y los ya mencionados de 2023. En total, solo cuatro presupuestos desde 2013, uno cada cuatro años. De hecho, desde 2013 ha habido tantos presupuestos como elecciones, ya que también han sido cuatro, en 2015, 2017, 2021 y 2024.

Una dinámica que poco o nada tiene que ver con la historia algo menos reciente de Catalunya, puesto que tanto Jordi Pujol (1980-2003) como Pasqual Maragall (2003-2006) y José Montilla (2006-2010) sacaron adelante todos los presupuestos que presentaron a la cámara. Es normal, por tanto, que si Illa quiere compararse con los primeros presidents de Catalunya se sienta enormemente incómodo con la situación actual, en la que no ha podido presentar los de 2024 —llegó al cargo en agosto y después de comprobar que era del todo inviable llevarlos a la cámara, optó por apostar por los de 2025—, se encallaron los de este año por la oposición de Junqueras que prefirió hacerse fuerte en el partido y recuperar el control de la organización antes de entregarle un cheque al Govern de cumplimiento incierto, y para los de 2026, el presidente de Esquerra ya ha empezado a poner condiciones.

Es normal que si Illa quiere compararse con los primeros presidents de Catalunya, se sienta enormemente incómodo con la situación actual de los presupuestos

En primer lugar, que se apruebe la modificación de tres leyes en el Congreso, condición imprescindible aunque no suficiente para que la financiación singular tire adelante: la ley orgánica de Financiación de las Comunidades Autonómicas (LOFCA), la ley de Cesión de Tributos del Estado a Catalunya y la ley que regula solo la financiación de las comunidades autónomas de régimen común. Aunque el PSOE ha comprometido su apoyo, no va a ser fácil que acabe siendo una realidad, ya que la fragilidad de Sánchez anima a que surja oposición en sus filas en diferentes territorios. Está también el respeto al principio ordinalidad, o sea, que las comunidades autónomas estén en el mismo puesto del ranking después de su aportación. Si una comunidad es la segunda o la cuarta que más aporta al Estado, debe ser también la segunda o la cuarta que más reciba. Aquí la ministra de Economía, María Jesús Montero, también candidata en Andalucía, está marcadamente en contra.

Anunciado como está el viaje del president Illa a Lanzarote, para pasar unos días de vacaciones con Pedro Sánchez en su refugio estival de La Mareta, esa es, sin duda, la carpeta a cerrar en las islas. La única que puede acabar desbloqueando los presupuestos catalanes. Si no, Junqueras, que ya viene de ganar una batalla en la que muchos le daban al inicio por perdedor, será difícil que dé su brazo a torcer. Porque aquí, en Catalunya, todos los partidos se juegan con la financiación, credibilidad. Las cosas del dinero son más comprensibles para la gente de lo que muchas veces los políticos se piensan.