Honda ha decidido retrasar un proyecto clave en su estrategia de descarbonización. La producción de su nueva generación de módulos de pila de combustible de hidrógeno, inicialmente prevista para 2027, se pospone al menos un año, con la posibilidad de extenderse hasta 2029. Esta decisión supone también una reducción en las expectativas de producción: de 30 000 unidades anuales a unas 20 000, ajustando el volumen a una demanda que todavía no alcanza escala industrial.
El argumento oficial apunta a “cambios en el mercado”, una expresión que refleja tanto la evolución del contexto tecnológico como el ritmo de adopción de nuevas formas de propulsión. En la práctica, Honda está priorizando tecnologías que ofrecen mayor retorno inmediato, como los sistemas híbridos eléctricos, mientras reconfigura su apuesta a largo plazo por el hidrógeno. Esta reestructuración afecta directamente a la hoja de ruta conjunta con General Motors, con quien se había planificado el lanzamiento industrial de un sistema más eficiente y compacto.
En este sentido, cabe destacar que la planta de Tochigi, donde se ensamblarán los nuevos módulos, seguirá adelante, aunque con un ritmo más contenido. El retraso responde tanto a consideraciones de mercado como a la necesidad de optimizar costes en un contexto donde el hidrógeno sigue sin contar con una infraestructura de recarga extensa ni precios competitivos. Honda no renuncia a esta tecnología, pero ajusta sus pasos para acompasarse a una realidad aún en construcción.
Actualmente, el fabricante mantiene en producción el CR‑V e:FCEV, ensamblado en Estados Unidos, como único modelo de hidrógeno en su gama. Sin embargo, la apuesta inmediata pasa por reforzar las gamas híbridas y los eléctricos de batería, cuya infraestructura está más desarrollada y cuya demanda se encuentra en crecimiento sostenido. El papel del hidrógeno, por ahora, se relega a una vía secundaria de desarrollo estratégico.
Ajuste de estrategia en una transición más lenta
Lo destacable en este caso es que la reprogramación de la pila de combustible no significa un abandono del proyecto, sino un ajuste que refleja una lectura realista del mercado. Pese a contar con experiencia previa en este campo, Honda reconoce que la producción en masa no tiene sentido sin una red de hidrogeneras suficiente ni una política clara de incentivos que favorezca su implantación.
Por otro lado, mantener el desarrollo en segundo plano permite a la marca mantener abierta una vía tecnológica sin comprometer recursos de forma anticipada. Con ello, se preserva la capacidad de respuesta futura si las condiciones cambian, mientras se concentra la inversión en plataformas que hoy sí permiten rentabilidad y volumen.
Llama especialmente la atención el hecho de que el objetivo de producción se haya reducido un 33 % respecto al plan original. Este ajuste no solo afecta a cifras industriales, sino que también marca un cambio en la percepción interna sobre el potencial del hidrógeno en el corto y medio plazo.
En definitiva, Honda reordena prioridades y redibuja su estrategia de electrificación, reflejando una tendencia generalizada en la industria: apostar por lo viable en el presente, sin renunciar a lo posible en el futuro. El hidrógeno sigue en la agenda, pero deberá esperar a que el ecosistema tecnológico y regulatorio esté realmente preparado para su despegue.