La tensión entre Venezuela y los Estados Unidos ha entrado en una nueva fase de escalada visible, marcada por una intensa campaña militar y propagandística impulsada por el gobierno de Nicolás Maduro. Desde principios de septiembre, las fuerzas armadas venezolanas han difundido en las redes sociales una serie de operaciones militares que buscan proyectar una imagen de preparación ante un hipotético ataque estadounidense, mientras Washington exhibe también su fuerza aérea y naval en el Caribe.

Según expertos consultados, esta muestra de músculo militar –que incluye vuelos de aviones de combate sobre grandes ciudades, maniobras con fuego real y movimientos defensivos en puntos estratégicos del país– responde a una doble lógica: por un lado, reforzar la narrativa interna del régimen sobre una amenaza exterior inminente; por otro, recordar a actores internacionales que, a pesar de disponer de una capacidad militar limitada, Venezuela está dispuesta a defenderse. Ryan Berg, analista del Center for Strategic and International Studies, subraya a la CNN que, a pesar de la clara superioridad de Estados Unidos, “no hay que ser excesivamente confiados”, advirtiendo que el gobierno de Maduro podría considerar esta confrontación como una lucha existencial.

Uno de los escenarios clave en esta preparación es Caracas, que está siendo reforzada con nuevas capas defensivas. En la carretera Caracas–La Guaira, la única vía terrestre realmente viable para cualquier fuerza invasora que intentara entrar en la capital, las autoridades han ampliado un conjunto de barreras antivehículo conocidas como “erizos”, colocadas en un punto estratégico queobliga a reducir la velocidad de cualquier vehículo blindado. Imágenes de satélite y vídeos publicados por el gobierno corroboran estos movimientos, que se enmarcan en un “plan de defensa integral” anunciado públicamente por Maduro y diseñado para segmentar geográficamente la protección de la capital, “calle por calle, comunidad por comunidad”.

Venezuela se refuerza

Paralelamente, Venezuela ha intensificado la visibilidad de su sistema de defensa aérea, especialmente ahora que aviones y drones norteamericanos operan en el Caribe. Un radar ruso P-18-2M, destinado a detectar aeronaves y misiles entrantes, ha sido desplegado en la isla de Margarita. Más inciertas, pero igualmente relevantes, son las especulaciones sobre la llegada reciente de un avión sancionado por Estados Unidos, que según un diputado ruso podría haber transportado sistemas de defensa Pantsir-S1 y Buk-M2E, así como misiles modernos que reforzarían de manera significativa la red defensiva del país.

La preparación no es solo tecnológica sino también humana. En las academias militares, los soldados practican ataques con drones utilizando simuladores improvisados basados en videojuegos comerciales, mientras otras unidades llevan a cabo ejercicios con fuego real cerca de zonas donde actuó recientemente la marina estadounidense. Además, el gobierno ha impulsado campañas masivas de reclutamiento para ampliar la milicia bolivariana. Aunque Maduro afirma que ya suma ocho millones de voluntarios, especialistas cuestionan tanto la exactitud de la cifra como el nivel real de entrenamiento.

Al mismo tiempo, el régimen exhibe su fuerza aérea ante la población civil. En Maracay, los viandantes han observado F-16 sobrevolando el centro urbano, mientras en la isla Margarita los Su-30 rusos han cruzado el cielo en vuelo de demostración. Estas apariciones, sin embargo, tienen un coste estratégico: según datos citados por el CSIS, los siete aviones vistos representan cerca del 20% de los aparatos de combate operativos del país. Con escasez de recambios y mantenimiento limitado, cada hora de vuelo es un recurso precioso que se agota rápidamente

En conjunto, estos movimientos muestran un gobierno que, a pesar de su inferioridad militar, busca enviar un mensaje de resistencia y determinación, tanto hacia fuera como hacia dentro. El resultado es un clima creciente de tensión regional, donde la posibilidad de un enfrentamiento, aunque improbable, deja de ser un escenario meramente retórico para convertirse en un riesgo que todas las partes parecen estar dispuestas a contemplar.