El Premio Nobel de la Paz es, año tras año, el más mediático y también el más polémico de los galardones que lleva el nombre de Alfred Nobel. Este año, el anuncio se hará el viernes 10 de octubre a las 11 h de la mañana en Oslo, y llegará en un contexto marcado por guerras abiertas en Gaza, Ucrania y Sudán. Con 338 candidaturas registradas (244 personas y 94 organizaciones), la incógnita se mantiene hasta el último momento, pero ya circulan algunos nombres que generan debate y controversia. Trump, Sánchez y el papa Francisco son algunos de los nombres que más han sonado en las quinielas y rumores previos al Nobel de la Paz 2025. Un galardón que siempre despierta expectación y polémica, y que este año llega con candidaturas que oscilan entre lo simbólico, lo controvertido y lo directamente improbable. El presidente estadounidense, que hace años que exhibe una obsesión personal por conseguir el Nobel —llegando a decir que no obtenerlo “sería un gran insulto para el país”—, el presidente del gobierno español, propuesto por su defensa de Palestina y Ucrania, o incluso la figura del papa Francisco, traspasado en abril, han entrado en el debate. Pero, más allá del ruido mediático, ¿tienen realmente posibilidades de ganar?

El proceso y los criterios

El comité encargado de decidir el premio es el Comité Noruego del Nobel, formado por cinco miembros designados por el Parlamento de Noruega. Las candidaturas oficiales se mantienen en secreto durante 50 años, pero es habitual que trasciendan algunos nombres propuestos por jefes de Estado, profesores universitarios, diputados o antiguos premiados. Los requisitos están fijados en el testamento de Alfred Nobel: el galardón debe reconocer a aquellos que hayan trabajado por la fraternidad entre naciones, por la reducción de los ejércitos y por la promoción de procesos de paz.

Donald Trump, en campaña por el Nobel

El presidente de los Estados Unidos es uno de los nombres más polémicos de esta edición. Su obsesión declarada con el Premio Nobel de la Paz le ha llevado a repetir en público que no conseguirlo “sería un gran insulto para el país” y que lo quiere “no para mí, sino para el país”. En los últimos meses, Trump ha atribuido a su gestión diplomática el fin de varios conflictos armados, aunque muchos gobiernos y analistas han negado su participación real.

Uno de los episodios más significativos es el que protagonizó con la India y Pakistán. Según revelaron medios estadounidenses, Trump aseguró -falsamente- que él había sido el responsable de conseguir una tregua en el conflicto histórico entre ambos países, iniciado en 1947. El primer ministro indio, Narendra Modi, desmintió inmediatamente esta versión y remarcó que ninguna mediación externa había tenido lugar, y que Trump no tenía nada que ver en este acuerdo de paz. La tensión escaló hasta el punto de que, semanas después, Washington anunció nuevos aranceles (25% + un 25% adicional por el petróleo ruso) hasta el 50%, agravando la crisis bilateral.

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Trump recibiendo a Netanyahu en Washington hace seis meses | Europa Press

A pesar de las desmentidas, Trump insiste en presentarse como mediador global y ha llegado a afirmar que ha puesto fin a siete guerras —entre ellas, India-Pakistán, Tailandia-Camboya, Serbia-Kosovo, Congo-Ruanda, Egipto-Etiopía, los hutíes en Yemen y el conflicto de Somalia—. Trump y sus aliados amplifican este mensaje con la clara intención de convencer al comité noruego de que merece unirse al selecto grupo de inquilinos de la Casa Blanca galardonados con el Nobel: Theodore Roosevelt (1906), Woodrow Wilson (1919), Jimmy Carter (2002) y Barack Obama (2009). A pesar de las críticas que ponen en duda el alcance real de su papel de mediador, Trump aprovecha cada oportunidad para alimentar su campaña personal hacia el premio. Su estrategia combina hazañas diplomáticas, visibilidad mediática y un relato centrado en su supuesta capacidad única para cerrar acuerdos. En esta línea, también ha recibido el apoyo de figuras como el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, que incluso trasladó formalmente su nominación. "Está construyendo la paz en todo el mundo, ahora mismo, mientras hablamos", afirmó el primer ministro israelí, "y lo está haciendo con un país detrás de otro".

¿Puede realmente Trump ganar el Nobel?

“Nunca me darán el premio Nobel. Es una pena. Lo merezco, pero nunca me lo darán”, espetó Trump, que también ha asegurado recientemente que “si yo me llamara Obama, me entregarían el premio Nobel en diez segundos”. Sus partidarios consideran que ya lo merece, mientras que los detractores se burlan y aseguran que su nominación es del todo inviable e incluso una degradación del galardón.

Además, por su parte, Trump insiste en que ha trabajado para poner fin a las dos grandes guerras abiertas del momento, Gaza y Ucrania (las que afirmó que las acabaría en 24 horas). Sin embargo, la mayoría de analistas coinciden en que es muy poco probable que el comité le conceda el galardón este año, dada la carga política y sus actuaciones militares recientes. Algunos apuntan que podría tener más opciones de cara a 2026, coincidiendo con el 125 aniversario del premio, siempre que consiga consolidar verdaderamente acuerdos de paz en estos conflictos. Además, según Brett McGurk, antiguo alto cargo de seguridad nacional de EE. UU., si consigue un acuerdo que garantice la seguridad de Ucrania y, a la vez, un plan de reconstrucción y estabilidad en Gaza, “el comité del Nobel puede y debe reconocer el logro y otorgarle la medalla”.

Pedro Sánchez y su apuesta por Palestina

El presidente del gobierno español también ha aparecido entre los posibles candidatos al Nobel de la Paz. Su nombre ha sido impulsado a través de una campaña en Change.org, que acumula más de 4.000 firmas verificadas y que defiende su papel como voz activa en favor de la paz en Ucrania y en Gaza, así como su liderazgo europeo en el reconocimiento de Palestina. En el texto de la petición se afirma: “Con su humanismo y su coraje contra el genocidio en Gaza, ha hecho de España un faro de justicia global. De Palestina a Ucrania: ¡su voz es paz en acción!, demostrando un compromiso infrangible con la justicia y los derechos humanos, especialmente en su firme postura contra la barbarie en Gaza y su defensa de la causa palestina. Su liderazgo humanista ha elevado a España como un faro de diplomacia responsable”.

La candidatura de Pedro Sánchez al Nobel de la Pau |Change.org

La candidatura de Pedro Sánchez al Nobel de la Paz | Change.org

Este apoyo ciudadano se añade a las palabras del ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, que subrayó el mérito: “Él está haciendo todo lo que puede por mantener y preservar esta paz”. Con su posición firme sobre la solución de los dos Estados en Oriente Medio y la defensa de la soberanía ucraniana ante la invasión rusa, Sánchez ha querido situar a España como un actor relevante en la diplomacia internacional. Aunque sus opciones reales al premio se consideran remotas en comparación con otras candidaturas con más recorrido humanitario, su aparición en las quinielas refleja la voluntad de proyectar una imagen de liderazgo humanista en la escena global.

El debate sobre un Nobel póstumo al papa Francisco

La muerte del papa Francisco el pasado abril ha abierto un debate intenso sobre si podría ser reconocido de manera póstuma con el Nobel de la Paz. La normativa solo lo permite si el galardonado muere entre el anuncio y la ceremonia, pero hay precedentes como el de Dag Hammarskjöld (1961) o Ralph Steinman (2011) que mantienen abierta la posibilidad a un galardón post mortem. Muchos defienden que el pontífice argentino, que durante más de una década impulsó una Iglesia abierta, integradora y cercana, merece un homenaje de esta magnitud. Su lenguaje sencillo y directo, el diálogo con otras religiones y el apoyo a iniciativas humanitarias le dieron un papel destacado en la defensa de la paz y los derechos humanos a escala mundial.

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El papa Francisco acogiendo a jovenes migrantes en Ciudad del Vaticano | Europa Press

A lo largo de su pontificado, Francisco intervino activamente en procesos de mediación y alzó la voz contra guerras e injusticias. Pidió con firmeza el fin de los conflictos en Siria, Ucrania y Gaza, criticó el comercio de armas y reclamó una desmilitarización progresiva del mundo. También jugó un papel clave en la aproximación diplomática entre Cuba y Estados Unidos durante la etapa de Obama, un gesto que muchos ya consideraron digno de reconocimiento internacional. Además, Francisco hizo de la crisis de los refugiados una de las grandes causas de su pontificado, con viajes simbólicos como el de Lampedusa y el apoyo explícito a organizaciones humanitarias que trabajan sobre el terreno. También situó el cambio climático y el cuidado del planeta en el centro del debate ético y político global con la encíclica Laudato si’.

Por todo ello, algunos expertos y fieles consideran que su legado encaja plenamente con los criterios establecidos por Alfred Nobel. Otros, sin embargo, recuerdan que el comité siempre ha sido muy reticente a premiar figuras religiosas y que un reconocimiento póstumo podría generar controversia.

Yulia Navalnaya, la verdadera favorita

La viuda del opositor ruso Aleksei Navalni, fallecido envenenado en prisión en circunstancias que ella misma atribuye directamente a Vladímir Putin, se ha convertido en una de las grandes favoritas para el Nobel de la Paz 2025. Desde julio preside la Fundación de Derechos Humanos, desde donde ha continuado el legado de su marido y se ha convertido en una voz incómoda e influyente contra el Kremlin.

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Yulia Navalnaya inaugurando el foro Santander Women Now | Europa Press

Navalnaya es percibida como un símbolo de resistencia democrática y libertad de expresión frente al autoritarismo ruso. Su perfil encaja plenamente en los valores que Alfred Nobel estableció en su testamento. No obstante, el hecho de premiarla podría ser interpretado como un gesto altamente politizado en plena guerra de Ucrania, y algunos analistas alertan que esto podría generar una reacción de Moscú y tensar aún más el tablero internacional.

Otros nombres en circulación

Las quinielas también incluyen perfiles muy diversos: la activista climática Greta Thunberg, detenida en una flotilla hacia Gaza; el secretario general de la ONU, António Guterres; o figuras controvertidas como Julian Assange, fundador de WikiLeaks, y el empresario Elon Musk, propuesto como “firme defensor de la libertad de expresión”. También aparecen la líder opositora venezolana Maria Corina Machado y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski.

Entre las organizaciones, sobresalen Reporteros Sin Fronteras, Médicos Sin Fronteras, la UNRWA y las Salas de Respuesta a Emergencias del Sudán, voluntarios que arriesgan la vida para llevar alimentos y medicinas en plena guerra civil.

Expectación y polémica

El año pasado el premio recayó en Nihon Hidankyo, la asociación de supervivientes de las bombas atómicas en Japón, como mensaje a favor del desarme nuclear. Este año, en un mundo marcado por los conflictos y las tensiones geopolíticas, la decisión del comité volverá a ser leída en clave política.

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Nihon Hidankyo con su Nobel de la Paz | Europa Press

El 10 de diciembre, en Oslo, el ganador recibirá la medalla de oro, el diploma y 11 millones de coronas suecas (unos 935.000 euros). Pero hasta el 10 de octubre, las quinielas sobre si el galardón irá a parar a un líder global controvertido como Trump, a un gobernante activo como Sánchez, a un símbolo como Navalnaya o a una organización humanitaria, solo son especulaciones.

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