El Premio Nobel de la Paz se anuncia cada año el segundo viernes del mes de octubre y este año la fecha cae en el viernes día 10. Queda poco más de una semana para conocer el nombre del escogido y Donald Trump quiere ganar, cueste lo que cueste, este galardón que se le concedió al presidente Barack Obama en 2009 por sus esfuerzos en la iniciativa contra la proliferación de armas nucleares. El demócrata fue el primer presidente afroamericano en ganar este premio y el tercero en ejercicio, después de Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson. Trump quiere ser el cuarto presidente de los EE.UU. que consigue este premio, pero solo tiene unos días para ponerle el lazo a su gran conquista de pasar a la historia como el hombre que puso fin a la guerra de Gaza y consiguió la paz en Oriente Medio, como él mismo pregona a los cuatro vientos cada vez que tiene oportunidad. En las últimas horas se han acelerado los acontecimientos, con la presentación el pasado lunes del plan de paz de Trump y el visto bueno de Israel, el ultimátum del presidente norteamericano para que Hamás lo acepte antes del domingo y la respuesta del grupo armado palestino de que devolverá a los rehenes, pero que quiere negociar algunas de las condiciones. El reloj corre y a Trump se le acaba el tiempo, y la guerra no se acabará de aquí a una semana. Las negociaciones para introducir los cambios que pide Hamás, a través de los mediadores (Egipto y Qatar), requerirán la aceptación de Estados Unidos y sobre todo de Israel. Además, más allá de un alto el fuego temporal, habrá que ver si los compromisos son lo suficientemente firmes para garantizar una paz duradera, que garantice realmente la retirada de las fuerzas israelíes del territorio y el desarme del grupo, que es una condición ineludible para Israel.
Autodenominación y propaganda
No deja de tener un punto de sarcasmo que un presidente que encarna el estilo de confrontación y polarización constante, que amenaza con “un infierno” a sus enemigos, que utiliza una retórica belicista permanentemente, que relega el cambio climático, de la igualdad, que promueve la división entre estadounidenses y representa todo lo contrario al espíritu de unidad y conciliación que se le supone al Nobel de la Paz, pueda optar a ganarlo. Pero Trump se ha autonominado en varias ocasiones, ha hecho campaña entre sus aliados y ha dicho por activa y por pasiva que merece el premio. El republicano presume de haber acabado hasta con siete guerras desde que volvió a la Casa Blanca (refiriéndose a los conflictos entre Camboya y Tailandia, Kosovo y Serbia, República Democrática del Congo y Ruanda, Pakistán y la India, Israel e Irán, Egipto y Etiopía, y Armenia y Azerbaiyán) y confía en que su plan de paz pondrá fin a la guerra en Gaza. “Serán ocho en ocho meses. Es algo muy bueno”, dijo recientemente en una reunión de altos oficiales militares estadounidenses, cuando aseguró que no recibir el galardón “sería un gran insulto para nuestro país”. “No lo quiero para mí, lo quiero para el país”, añadió.
Figuras y países que le dan apoyo
La lista de países, dirigentes y organizaciones que encabezan la nominación de Trump para el premio Nobel la encabeza Israel y Benjamin Netanyahu, que en su visita a la Casa Blanca del pasado julio entregó a Trump una copia de su carta al comité del Premio Nobel donde pedía el premio para él. Un documento en el que el primer ministro judío elogiaba la “dedicación” del presidente de Estados Unidos “a promover la paz, la seguridad y la estabilidad en el mundo”, en particular en Oriente Medio, donde los esfuerzos de Trump “han comportado cambios espectaculares y han creado nuevas oportunidades para ampliar el círculo de la paz y la normalización”. Netanyahu terminaba su carta afirmando: “No conozco a nadie que merezca más el Premio Nobel de la Paz que el presidente Trump”. Pero tanto la nominación de Netanyahu como la de Asim Munir, jefe del Estado Mayor del Ejército pakistaní, que también propuso la candidatura del presidente estadounidense, se produjo después de la fecha límite del 1 de febrero para el premio de 2025. Trump, que ha sido nominado en varias ocasiones para el premio por personas dentro de Estados Unidos desde 2018, también cuenta con apoyos de otros países de segunda fila, como Gabón, Guinea Bissau, Bielorrusia, Armenia, Azerbaiyán, Camboya, Ruanda. Además, también ha sido nominado por parlamentarios y figuras políticas como la legisladora republicana Claudia Tenney de Nueva York, el diputado ucraniano Oleksandr Merejko, la jurista israelí Anat Alon-Beck y el diputado surcoreano Park Sun-won.
Los expertos dudan de que lo gane
Pero a pesar de la presión de Trump y la campaña mediática y política que está haciendo, algunos expertos creen que las perspectivas de que Trump gane el premio son pocas, interpretando que el comité privilegia esfuerzos de paz duraderos y multilaterales, y algunos integrantes del comité han sido críticos con Trump en el pasado. La directora del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo, Nina Graeger, cree que "las posibilidades de que Trump gane el premio este año son remotas", y considera que "su retórica no apunta a una perspectiva pacífica". Además, cree que este constante autobombo del presidente estadounidense le puede jugar en contra, porque el comité noruego no querrá que se le acuse de haber cedido a la presión mediática. Esto, sin embargo, desde el mismo comité aseguran que no pasará, y que no se dejarán influir por la campaña y las nominaciones. “Por supuesto, hemos notado que hay bastante atención mediática hacia ciertos candidatos”, dijo recientemente Kristian Berg Harpviken, secretario del comité. “Pero, en realidad, esto no tiene ningún impacto en las discusiones que tienen lugar dentro del comité”.
¿Qué valora el Comité del Nobel?
El Comité Noruego del Nobel suele favorecer a candidatos que hayan demostrado un impacto duradero, multilateral y silencioso en la promoción de la paz y la fraternidad internacional. Valora, para otorgar el Premio Nobel de la Paz, a la persona u organización que haya contribuido significativamente a la fraternidad entre las naciones, a la reducción o abolición de los ejércitos y a la promoción de acuerdos de paz. Se tiene en cuenta el impacto real y duradero de las acciones para resolver conflictos, promover la reconciliación y proteger los derechos humanos. El proceso de selección incluye la recepción de nominaciones presentadas por personas autorizadas (como miembros de parlamentos, antiguos ganadores, profesores universitarios y líderes de estados), un análisis riguroso de los candidatos por parte de asesores internacionales y miembros del comité, y una votación final que es definitiva e inapelable. Se valoran especialmente los esfuerzos que tengan un efecto humanitario notable y que fomenten la paz mundial de manera concreta y sostenible. El comité también procura evitar decisiones controvertidas o excesivamente políticas y se guía por el testamento original de Alfred Nobel para promover la paz.
A lo largo de la historia, sin embargo, el comité ha concedido el premio a figuras polémicas que no siempre han tenido un apoyo unánime de la opinión pública. Henry Kissinger (1973) recibió el premio por las negociaciones de alto el fuego en la guerra de Vietnam, pero fue muy criticado por ser considerado responsable de atrocidades en aquel conflicto. Barack Obama (2009) fue galardonado solo nueve meses después de llegar a la Casa Blanca, y algunos expertos aseguraron que el comité incluso se arrepintió después. Aung San Suu Kyi (1991) lo ganó por su lucha no violenta por la democracia, pero su reputación se hundió debido a la crisis de la minoría rohinyá y las acusaciones de limpieza étnica. En cambio, Mahatma Gandhi nunca lo ganó, a pesar de que estuvo nominado varias veces, lo que se considera una gran omisión. Y entre las figuras de la historia que también estuvieron nominados al premio en su momento están Adolf Hitler, Benito Mussolini y Joseph Stalin, generando una gran polémica, aunque no ganaron el premio.