Después de haber anunciado hace solo un par de días que se tomaría dos semanas para decidir si los Estados Unidos se implicarían militarmente en el conflicto entre Israel e Irán, el presidente de los EE.UU., Donald Trump, ha dado un giro brusco y ha ordenado el ataque de tres instalaciones nucleares clave del régimen iraní: Fordow, Natanz e Isfahán. En una publicación en su red Truth Social, Trump ha calificado la operación como un "éxito espectacular" y ha confirmado que todos los aviones han vuelto sanos y salvos, sería ya del espacio aéreo iraní.
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El presidente norteamericano ha explicado que "el objetivo era la destrucción de la capacidad de enriquecimiento de uranio de Irán y poner fin a la amenaza nuclear planteada por el Estado patrocinador del terror número uno del mundo". El discurso televisado desde la Casa Blanca, con el vicepresidente JD Vance y los secretarios de Estado y Defensa a su lado, ha dejado claro que no habrá marcha atrás: Trump ha lanzado un aviso a Teherán asegurando que, si no se para su programa nuclear, los "ataques futuros serán mucho mayores".
Participación de los EE.UU.: punto de inflexión
Esta ofensiva culmina una semana de escalada militar en la región, iniciada con bombardeos israelíes sobre objetivos iraníes que han causado más de 400 muertos, incluidos científicos nucleares y altos mandos. Irán respondió con una ola de misiles contra ciudades israelíes, con un balance provisional de 25 muertos. Hasta ahora, los Estados Unidos se habían mantenido al margen de los ataques, pero Israel necesitaba la implicación de Washington para utilizar la bomba antibunker GBU-57, conocida como Massive Ordnance Penetrator (MOP), capaz de penetrar las profundidades de la instalación subterránea de Fordow.
El ataque supone un punto de inflexión. Hasta hace pocos días, Trump parecía apostar por una última oportunidad diplomática. Según informaciones de la CNN, había aplazado la decisión para explorar si la presión militar israelí podía abrir una vía de negociación. Los analistas comparaban la situación con la crisis de los misiles de Cuba, donde John F. Kennedy evitó una guerra nuclear ofreciendo una salida honorable al adversario. Pero Trump ha exigido desde el principio una "rendición incondicional" por parte de Irán, un gesto inaceptable para un régimen construido sobre la resistencia a la presión occidental.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha agradecido públicamente a Trump su "audaz decisión", afirmando que "cambiará la historia". Mientras tanto, Irán ha prometido represalias y asegura que el ataque norteamericano tendrá "consecuencias eternas". También ha reiterado su voluntad de continuar el desarrollo del programa nuclear.
Con este movimiento, Trump entra en una nueva fase de su política exterior, alejándose de las estrategias de "América primero" que evitaban grandes intervenciones militares. Ahora, el mundo observa con incertidumbre cómo evoluciona un conflicto que amenaza con desestabilizar todavía más el Oriente Medio y poner a prueba la orden internacional.
¿Un cambio en política exterior?
Trump ha ordenado los ataques contra las tres instalaciones nucleares iraníes después que algunas voces de su entorno, inicialmente contrarias a una intervención militar, cambiaran de opinión y dieran apoyo a una acción limitada y puntual. A pesar de la presión de los sectores republicanos más reticentes a una nueva guerra en el Oriente Próximo, Trump habría descartado una intervención prolongada y habría optado por una operación rápida con bombarderos B-2, centrada en estas instalaciones. Esta ofensiva ha sido interpretada como una concesión en los sectores más duros que exigen una posición firme ante Irán y un apoyo directo a Israel.
Sin embargo, todavía no está claro si la operación ha conseguido frenar significativamente la capacidad nuclear iraní, especialmente si, como se ha especulado, Teherán ya había trasladado parte de su uranio enriquecido. Trump ha comparado el ataque con el asesinato del general Qassem Soleimani durante su primer mandato, una acción que a menudo reivindica como un éxito. Con esta ofensiva, Trump busca mostrar fuerza sin implicar a EE.UU. en una guerra a gran escala, pero la reacción de Irán —sea contenida o desproporcionada— determinará si este cálculo político consigue mantener la escalada bajo control.