Durante la cumbre del G7 en el Canadá, el debate sobre un posible cambio de régimen en Irán evidenció profundas divisiones entre los líderes occidentales. El presidente francés, Emmanuel Macron, advirtió contra la tentación de derrocar gobiernos sin tener un plan claro para el día siguiente. Recordó el caos que provocaron las intervenciones militares al Iraq y en Libia, e insistió en que el cambio solo puede venir desde el mismo pueblo iraní. Por el contrario, el canciller alemán, Friedrich Merz, calificó el régimen iraní de "terrorista" y dijo que sería positivo que cayera, a pesar de reconocer que los cambios de régimen no siempre han dado los frutos esperados. Citó Siria como ejemplo positivo, obviando la guerra civil que duró nueve años.

A pesar de las diferencias, hay un consenso implícito: no se ha hecho ninguna planificación seria para el escenario post-régimen. Irán es un país con una gran diversidad étnica y religiosa, y un colapso repentino podría desencadenar movimientos secesionistas. Aunque no es un estado artificial, solo la mitad de la población es persa; el resto incluye azerí (como el mismo líder supremo, Ali Khamenei), kurdos, árabes y otras minorías. La fragmentación del país sería una posibilidad real si el régimen se hunde, y potentes actores regionales, como Azerbaiyán o Israel, podrían aprovechar la situación.

¿Qué pasa con la oposición de Irán?

Internamente, la oposición está desorganizada o silenciada. Los partidos políticos están prohibidos, muchos posibles líderes son en la prisión, en el exilio o marginados. El movimiento "Mujer, Vida, Libertad" de 2022 tuvo un gran impacto cultural, pero no generó liderazgos sólidos. Si el régimen cae, hay un vacío de poder preocupante.

Algunos apuntan a Reza Pahlavi, hijo del último sha, como figura de transición. Él mismo se ofrece como líder democrático y dice que sectores del régimen ya están desertando, destaca el The Guardian. A pesar de eso, su distancia con la realidad del Irán actual, y su proximidad con Israel, generan recelos. Activistas como Nasrin Sotoudeh insisten en que hay que defender la tierra iraní, no los errores de sus gobernantes.

Hay rumores sobre un gobierno de emergencia formado por figuras como el expresidente Hassan Rouhani, el exministro de exteriores Javad Zarif, o el exlíder parlamentario Ali Larijani. También se ha hablado de la liberación de Mir Hossein Mousavi y su mujer Zahra Rahnavard, en arresto domiciliario desde 2011. Rahnavard ha condenado las acciones de Israel y ha advertido que la guerra no puede consumir el país.

¿Y si hay un colapso total?

En caso de colapso total, los presos políticos podrían emerger como nuevos líderes. Mostafa Tajzadeh, desde la prisión de Evin, ha defendido una transición pacífica hacia la democracia a través de una asamblea constituyente, a pesar de advertir que una guerra solo llevaría ruina y caos, recoge el mismo diario británico.

También hay mensajes pacifistas desde dentro: el sindicato de maestros y varias mujeres encarceladas han denunciado la guerra como una catástrofe para el pueblo. Incluso la Nobel de la Paz Narges Mohammadi rechaza el cambio por la fuerza, y defiende que la libertad no puede venir de la guerra.

Al final, muchos iraníes rechazan tanto el régimen como la violencia de Israel. Temen que Teherán se convierta en una nueva Gaza. El régimen puede estar debilitado, pero la falta de alternativas y el temor al futuro pueden, de momento, mantenerlo en pie.