Donald Trump vuelve a dar un giro en su política exterior después de hablar con Vladímir Putin. Si la cumbre de Alaska sirvió para que la Casa Blanca abandonara la idea de aplicar nuevas sanciones a Rusia, la conversación telefónica de este jueves ha llevado al presidente de Estados Unidos a poner en duda la posibilidad de suministrar misiles Tomahawk a Ucrania, una opción que había dejado entrever a principios de semana para intensificar la presión sobre el Kremlin. ¿El motivo? Según ha admitido el republicano en una breve comparecencia en la Casa Blanca, el líder ruso ha expresado su malestar. "También necesitamos Tomahawks para  Estados Unidos. Muchos. Quiero decir, no los podemos agotar para nuestro país. Así que, ya sabes, son muy importantes. Son muy potentes, son muy precisos, son muy buenos. Pero nosotros también los necesitamos. Así que no sé qué podemos hacer al respecto", ha declarado. El cambio de tono llega en un momento clave del conflicto en el frente oriental de Europa, donde el apoyo militar de los aliados occidentales puede marcar el rumbo de la guerra.

☎️ Trump habla por teléfono con Putin un día antes de reunirse con Zelenski y acuerdan reunirse en Budapest

Preguntado sobre si Putin le había pedido explícitamente que no facilitara este armamento a Ucrania, Trump ha reconocido que “no le ha gustado la idea”. “Le dije: ¿Te molestaría si doy un par de miles de Tomahawks a tu oposición?”, ha explicado, añadiendo que “a veces hay que tomárselo con humor, pero él (Putin) no ríe”. La versión oficial rusa no se ha hecho esperar. Moscú ha advertido este viernes que el envío de estos misiles sería percibido como una acción hostil. Según ha declarado Serguéi Narishkin, jefe del Servicio de Espionaje Exterior, el movimiento “incrementaría notablemente los riesgos para la seguridad, no solo en Europa, sino a escala global”. El tema será clave en la reunión en la Casa Blanca entre Trump y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que tendrá lugar hoy mismo.

“Queremos la paz. Queremos detener la matanza de 7.000 personas por semana”, ha asegurado Trump, refiriéndose al conflicto ucraniano. El presidente norteamericano ha admitido que confiaba en ponerle fin con rapidez gracias a su “buena relación” con Putin. “Pensé que esto sería muy rápido”, ha insistido, antes de recordar otros episodios resueltos durante su mandato: “Quién habría dicho que habría traído la paz a Oriente Medio antes que a Ucrania”. Trump ha afirmado que este será “el noveno conflicto” que resuelve. Sus palabras llegan poco después de anunciar una reunión bilateral con Putin en Budapest, que, a su parecer, podría tener lugar “de aquí a dos semanas, más o menos”.

Un arma nunca vista en el frente ucraniano

Los misiles Tomahawk, desarrollados en Estados Unidos, se han convertido en una de las demandas más insistentes de Kiev para reforzar su capacidad ofensiva en profundidad dentro del territorio ruso. El arma, conocida técnicamente como BGM-109 y producida por la empresa Raytheon, puede ser lanzada desde barcos, submarinos o plataformas terrestres, y es capaz de alcanzar objetivos a más de 2.500 kilómetros, una distancia que supera con creces la de los sistemas que Ucrania ha recibido hasta ahora. A diferencia de los Storm Shadow británicos —con un alcance de unos 250 kilómetros— o de los ATACMS estadounidenses —de unos 300—, los Tomahawk vuelan a baja altitud y a velocidad subsónica, una combinación que dificulta su detección por radar y los hace especialmente efectivos en operaciones estratégicas.

El Pentágono destaca en su documentación técnica que el misil Tomahawk puede ser equipado con carga convencional o nuclear, y que su versión terrestre incluye variantes con ojivas de más de 450 kilos y centenares de submuniciones. Raytheon, la empresa fabricante, subraya que su versión más avanzada —el Block IV Tactical Tomahawk (TACTOM)— es capaz de cambiar de trayectoria durante el vuelo, mantenerse en suspensión durante horas y adaptar su objetivo en tiempo real. Esta flexibilidad táctica se complementa con la capacidad de realizar maniobras evasivas después del lanzamiento. Desarrollados originalmente en los años setenta, estos misiles de crucero debutaron en combate durante la guerra del Golfo de 1991 y desde entonces se han consolidado como una pieza clave del arsenal estadounidense.