No lo puede evitar. Donald Trump admira a Vladímir Putin. En el fondo, querría ser como él, poder hacer y deshacer en su país a su antojo, sin tener que dar explicaciones a los periodistas incómodos, ni tener que rendir cuentas con los jueces en los tribunales. Esta capacidad que tiene el presidente ruso de deslumbrar a su monólogo norteamericano ha estado muy presente en la cumbre histórica de Alaska, que ha acabado como Putin quería: sin acuerdos, ni compromisos, con las manos libres para continuar con la guerra, dejando claro que Rusia no está dispuesta a hacer concesiones porque está ganando en el frente y, lo que es más importante, ha servido para que el mundo tenga la percepción que Putin ha ganado claramente el combate y Moscú ha conseguido una victoria simbólica y propagandística que no tiene precio. La media sonrisa que Putin mostraba en muchos momentos después de la reunión, al lado del semblante serio de Trump, lo decía todo.
La pleitesía que Trump mostró hacia Putin empezó por las formas ceremoniosas y un protocolo espectacular: una gran alfombra roja lo esperó a pie de avión, soldados arrodillados desplegando la alfombra y una impresionante escolta aérea que recibió al presidente ruso cuando aterrizó: cuatro cazas F-22 y un superbombardero B-2, el tipo de avión que puede transportar las bombas GBU-57 antibúnkers -que solo poseen a los Estados Unidos- con las que bombardeó las infraestructuras nucleares iraníes. Todo para impresionar a Putin. Pero lo que más llamó la atención, y que fue analizado por los expertos en lenguaje no verbal de todo el mundo, fue el comportamiento de los dos presidentes, que sorprendentemente buscaron el contacto físico y la complicidad delante de las cámaras, en un juego de gestos que fue más explícito de lo que después los dos verbalizaron en la comparecencia conjunta. "Saludo de mano, sonrisas amplias. Putin añade contacto en el codo; Trump responde con dos palmadas en el brazo. Más contacto físico del indispensable. Afinidad y sintonía... al menos hoy y al menos enfrente de las cámaras", recogía la asesora de comunicación, Bárbara Tijerina. Después, Putin subió a la limusina de Trump, como una estrella, sonriendo de satisfacción a través de la ventanilla.
Saludo de mano, sonrisas amplias.
— Bárbara Tijerina (@bartije) Augusto 15, 2025
Putin añade contacto en el codo; Trump responde con dos palmadas en el brazo.
Más contacto físico del indispensable
Afinidad y sintonía… al menos hoy y al menos frente a las cámaras.#LenguajeSinPalabras pic.twitter.com/mGU4UEmxji
Antes de la reunión, Trump se mostraba contento y confiado, todavía sonreía y se notaba que quería gustar al líder ruso. La experta en comunicación no verbal, Judi James, en conversación con el medio británico Daily Mail opinaba que el presidente de los EE.UU. esperaba a Putin "como el presentador de un programa de entrevistas en televisión que ha conseguido a un invitado de primera categoría", pero procuró cambiar el tono cuando los dos líderes se sentaron delante de las cámaras.
Trump no tuvo un cara a cara directo con Putin, sino que durante las conversaciones, los dos presidentes estuvieron acompañados de sus respectivos escuderos: el secretario de Estado, Marco Rubio, y el negociador especial, Steve Witkoff por el bando norteamericano y el ministro de Exteriores Serguei Lavrov -el que lució la camiseta con las siglas CCCP que ha dado la vuelta al mundo -, y el asesor de política internacional del Kremlin, Yuri Ushakov. El único momento en que Trump y Putin estuvieron a solas, solo acompañados por los escoltas de los servicios secretos, fue durante el trayecto en la limusina entre la pista del aeropuerto y la sala de reuniones.
Russia's President Vladimir Putin seen riding with Trump in the US leader's limousine, 'The Beast' pic.twitter.com/nV1LVDO0Mi
— Catch Up (@CatchUpFeed) Augusto 15, 2025
La cumbre de Alaska no ha dado frutos en el tablero diplomático de la guerra, pero sí que ha servido para poner fin de manera simbólica al aislamiento internacional de Putin y proyecta a Rusia como potencia que habla en los Estados Unidos de igual a igual, reforzando la imagen internacional del presidente ruso, sobre el que pesa una orden de detención emitida por la Corte Penal Internacional (CPI) en marzo de 2023, acusado de crímenes de guerra relacionados con la deportación ilegal de niños ucranianos en Rusia durante la invasión iniciada en febrero de 2022. Pero lejos de ser detenido, Putin ha pasado de ser un proscrito a ser ahora el interlocutor indispensable en la geopolítica global que ha superado los intentos de la comunidad internacional de aislarlo diplomáticamente.
Para Europa y Ucrania, la cumbre ha sido decepcionante y frustrante, pero para Rusia se traduce en una victoria simbólica. Los analistas coinciden en que el Kremlin gana tiempo para evitar las amenazas de Trump hace solo tres días de que Rusia tendrá que afrontar "graves consecuencias" si no acordaba detener la guerra en Ucrania, y, en cambio, sigue manteniendo el control de sus condiciones en la guerra. De todas, una jugada redonda para Putin.