Hace unos meses que el bar Casi de Gràcia cerraba puertas a consecuencia de la jubilación del cocinero, que era el padre de Casimiro, verdadera alma del local. Siempre que tenemos un nuevo cierre de local tradicional sufro por dos razones: la primera, por la pérdida de un espacio que te habías hecho tuyo, pero que en realidad era de la ciudad, donde coincidías con los amigos, comías algo y tomabas cuatro copas; la segunda, porque en la mayoría de traspasos de estos locales con solera se los quedan inversores que suelen abrir locales sin alma que los sustituyen. Como el precio de los traspasos y alquileres son únicamente accesibles para grupos inversores, allí donde había un local de toda la vida de cocina catalana de repente nace otro local, pero de cocina japonesa, china, italiana, turca, peruana o cualquier brunchería de esas que inundan las calles de Barcelona. La lista de locales históricos desaparecidos en la ciudad en los últimos años es larga, pero no os preocupéis, no es el caso del bar Casi, que se lo ha quedado una familia del barrio de toda la vida; padre, madre y sus dos hijos alegrando la parroquia del barrio, que aplauden con las orejas. ¡Pienso que quizás no está todo perdido!

Pues bien, el tema del traspaso, como os podéis imaginar, no ha sido casualidad, Casimiro antes de cerrar se propuso traspasar el local a gente del barrio que hiciera cocina catalana, y así fue. El pasado 9 de diciembre, los hermanos Esteve y Martí, junto con sus padres, se hicieron cargo del local. Llevaban tiempo buscando algún bar, pero los traspasos están por las nubes. "Gracias a Casimiro tenemos el local, los chinos les daban más dinero, pero él renunció". Después de pintarlo y hacer pequeñas reformas, sobre todo en la cocina, han mantenido el formato de desayunos y comidas que tan bien le funcionó a Casimiro. Eso sí, por la tarde cierran, y hasta el día siguiente.
Me siento en la barra, justo delante de la hilera de tortillas, que continúan expuestas igual que las tenía Casimiro. Hoy tienen de calabaza, calabacín, berenjena, alcachofa y patata con cebolla.

Esteve, que es un culo inquieto, te atiende detrás de la barra con aquella simpatía; Martí y Eli están en la cocina, y el padre se ocupa de ayudar en lo que haga falta, porque hay que decir que en paralelo la familia lleva también otro bar, el Mil estones, en la calle Saragossa, en el barrio del Putxet i el Farró. Este, sin embargo, es un pequeño bar de copas donde puedes ver el fútbol entre amigos. Esteve ya me adelanta que, si tengo previsto ir, conviene llamar unos días antes porque tiene clientes culés fieles de hace muchos años que tienen reservada mesa para todos los partidos de la temporada.

A pesar de ser lunes me atrevo con un pequeño plato de callos de ternera, que encuentro muy buenos y seguro me ayudarán a encarar la semana con energía. En la carta veo el capipota; el estofado de ternera, que es el plato estrella; carrillada al horno, y butifarra con alubias. Aunque para los que preferís un desayuno más ligero, tienen bocadillos para todos los gustos.
Comentamos con Esteve que a la hora de desayunar por el bar no aparecen los turistas, pero al mediodía la cosa cambia y aparece algún camino del Parc Güell en busca de cocina catalana. Mira por dónde que lo primero que le piden cuando entran a comer es el gazpacho, y Esteve dice que hasta julio no piensa hacer, "el gazpacho es para el verano", sostiene, y Martí le da la razón.
Se arremanga para ordenar los treinta kilos de boquerones frescos recién llegados. Comenta que no trabajan con producto congelado y es parte del éxito de sus menús de mediodía. Hoy, por ejemplo, han cocinado crema de zanahoria, huevos rellenos, macarrones con berenjena y calabaza y xató con salsa de la casa; de segundo, choricitos a la sidra, estofado de ternera salteado de verduras con pollo, y, de postre, crema catalana, sorbete de lima y macedonia. Como podéis comprobar es un menú bastante variado y completo.

Me intereso por el vino que ofrecen y me señala la estantería al final de local, llena de referencias del país, salvo un Ribera, un Rioja y un vino francés. Así tienen vinos naturales y ecológicos de Penedès, Montsant, Costers del Segre, Priorat, Terra Alta y otros D.O. del territorio, muchos de los cuales puedes pedirlos a copas. También tienen un par de cavas para brindar si se da el caso —los hermanos me confiesan la debilidad que tienen por esta bebida.
He desayunado a lo grande y vacío la copa de vino para celebrarlo antes de llegar a la puerta y despedirme de los hermanos y felicitarlos. Larga vida al bar Casi.