Hace unos mil años, el Zar Vladimir el Grande dijo 'beber es la alegría de los rusos. Sin ese placer no existimos'. En aquella época, la borrachera en las estepas se alcanzaba a golpes de cerveza, de hidromiel o de vino en el mejor de los casos, y el vodka, la bebida destilada que saca de quicio a Vladímir Putin, todavía no existía. ¿El motivo? Según un estudio publicado en 2013 por el Centro para el Cáncer de Moscú, la Universidad británica de Oxford y la Agencia Internacional por la Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 25% de los rusos muere antes de los cincuenta y cinco años por el consumo desmedido de vodka. Sin embargo, a pesar de la certeza científica de los efectos devastadores del vodka, Putin tiene varios motivos para promocionar directamente su consumo. En primer lugar, cuando los rusos no beben vodka, beben samogón, que es un destilado casero elaborado a partir de patatas, remolacha o cualquier fuente de carbohidratos. A diferencia del vodka industrial, que es un producto relativamente inocuo, el samogón, que se elabora con una tecnología muy limitada y sin conocimientos científicos, contiene todo tipo de compuestos tóxicos y subproductos de la fermentación muy nocivos para el organismo. Por tanto, ante una población empedernida a beber, la lógica del mal menor es la que se ha acabado imponiendo. Luego, el segundo motivo que tiene Putin por no prohibir el vodka es, lógicamente, los impuestos. Sólo en España, que tiene un tercio de la población rusa, en 2019 se recaudaron unos 800 millones de euros gracias a los impuestos especiales del alcohol. Y, tercero y más importante, el precedente histórico que desató la Revolución de Febrero de 1917, que derivó en la Revolución de Octubre, la Guerra Civil Rusa y finalmente en la fundación de la URSS Revolución de Octubre, la Guerra Civil Russa y finalmente en la fundación de la URSS.

“Con este precedente histórico, a cualquiera le habría temblado el pulso a la hora de limitar el consumo de alcohol a rusos y rusas. Pero a Vladimir Putin, no”

Samogón

(Elaboración de Samogón / Russia Beyond)

La revolución del vodka

Todo empezó en 1914, cuando el Zar Nicolás II declaró la ley seca cuando apenas había comenzado la Primera Guerra Mundial. A priori, esa idea no sonaba demasiado inteligente, dado que una cuarta parte de los ingresos del Estado venían del impuesto al alcohol y el país necesitaba dinero para compensar el aumento en el gasto militar. Sin embargo, la lectura del Zar fue otra: lejos del alcohol, los rusos, y muy especialmente los soldados rusos, recuperarían la sobriedad y eso compensaría, particularmente en el campo de batalla, la susodicha falta de liquidez. Pero el tiro les salió por la culata. Los soldados cayeron como moscas (sólo en el frente de Prusia murieron cientos de miles). Y, sumidos en ese inédito estado de lucidez, la sociedad rusa, y muy especialmente el proletariado, aprovechó para replantearse su realidad a fondo. En un contexto como aquél, no es extraño que las ideas marxistas de los bolcheviques, liderados por otro Vladímir, alias Lenin, encontraran el terreno germinativo idóneo para poner en marcha el invento de la Unión Soviética. Una vez consolidada la URSS y consumado el proceso de transformación, no fue casualidad, pues, que en 1925 Stalin devolviera el vodka y la borrachera a la parroquia. Había que, más allá del dinero, recurrir al elemento de distracción por antonomasia para apartarse la atenta mirada del pueblo de encima. Con ese precedente histórico, a cualquiera le habría temblado el pulso a la hora de limitar el consumo de alcohol a los rusos y rusas. Pero en Vladimir Putin, no. También según la OMS, entre los años 2003 y 2016 (Putin llegó al Kremlin en 2000), el consumo de alcohol per cápita se redujo en Rusia un 40% y la esperanza de vida aumentó de 57 a 68 años para los hombres, y hasta 78 años para las mujeres. Básicamente, esto significa que los franceses ya beben más alcohol que los rusos (11,8 litros contra 11,5 litros de alcohol absoluto anuales, respectivamente), aunque los primeros lo hacen en forma de vino, que, a diferencia del vodka, aporta también algunos efectos beneficiosos.

vodka

(Acompañamientos tradicionales del vodka / Foto: Dobrich online)

“El Zar Pedro el Grande, de quien Putin se ha declarado un firme admirador, mandó poner piedras de Shungita en el agua de sus tropas”

El arma secreta de los ucranianos

El mundo del alcohol está dominado por cuatro grandes compañías y el vodka no es una excepción. Actualmente, y digo actualmente porque el boicot al vodka ruso iniciado hace una semana cambiará el patrón mundial de consumo, Smirnoff es el vodka más vendido del mundo. A pesar de ser ruso, es propiedad de la multinacional británica Diageo, que también tiene otras marcas de vodka como Ketel One (americano) o Ciroc (francés). Y, casualidad o no, el segundo vodka más vendido del mundo es el ucraniano Khortytsa. En estos momentos, imagino que los soldados rusos ya habrán asaltado su destilería en el oeste de Ucrania y, en un ataque de patriotismo, habrán saboteado las columnas de rectificación o incendiado directamente los tanques llenos de espíritu. Por alguna razón que se me escapa, en España, a pesar de las 175 millones de botellas anuales, este vodka no tiene ninguna presencia. Pero lo que me resulta más sorprendente, y ahora cito textualmente de su página web, es que está filtrado con carbón vegetal de abedul, arena de cuarzo y shungita, el mineral de origen biológico más antiguo del planeta. Sobre las bondades de la Shungita se han publicado innumerables páginas. Que si cura los dolores, que si provoca el embarazo, que si sana las infecciones (está científicamente demostrado que es antibacteriano), que si aleja las depresiones... Pero lo cierto es que el Zar Pedro el Grande, de quien Putin se ha declarado un firme admirador, mandó poner piedras de Shungita en el agua de sus tropas y, casualidad o no, nunca antes el ejército ruso había ganado tantas batallas. Claramente, de estrategia militar no tengo ni pajolera idea. Pero ver cómo la resistencia ucraniana está conteniendo al ejército ruso me ha hecho pensar en los cuentos de Astérix y Obélix y su poción mágica. ¿Y si el vodka Khortytsa fuese el arma secreta de los ucranianos? En un momento donde todo el mundo se apresura a enviar bombas y escopetas a Ucrania, que alguien piense también en los arenques en salazón, los pepinos encurtidos o el salo, una grasa de cerdo curada extremadamente refinada. Que el vodka a palo seco, en la trinchera o en el Palacio Mariyinski, cuesta el doble de tragar.

Khortytsa

(Destilería del vodka Khortytsa / Foto: Destil·leria Khortytsa)