Es una alegría comprobar que, a pesar del nihilismo y el colapsismo generalizados, no se acaban nunca el empuje y el entusiasmo juveniles, aquellas ganas de hacerlo bien, hacerlo bonito, levantar alguna cosa y compartirla —y es expresamente que no digo ganas de comerse el mundo, que de gente que quieren comerse el mundo muy solito y no dejar migaja para los otros hay demasiados, y es precisamente esta voracidad ilimitada lo que todo lo hunde y tenemos que combatir por todos los medios.

Restaurante Oníric: energía del amor y la juventud

En un local con el pedigrí de haber visto nacer La panxa del bisbe, junto a la plaza Rovira, Laura y Jonatan han plantado su Oníric. Este par se conocieron trabajando en el restaurante Atempo y con la energía del amor y la juventud, al cabo de unos años han decidido poner toda la carne en la parrilla y decir la suya. Vieron que en Gracia había muchas fórmulas agotadas y espacio para una propuesta como la suya, fresca, atrevida y popular.

Jonatan viene de Palencia y se formó en el Nova de Ourense y en el Disfrutar barcelonés. Tiene una técnica excelente y mucha traza a la hora de preparar platos exquisitos a partir de alimentos humildes como la escórpora, las acelgas o la garganta de cordero. Eso le permite que los precios sean ajustados y el menú del mediodía —excelente— vaya a 18 € y el de degustación a 38 €. Hace mucha ilusión sentarse a la mesa un mediodía cualquiera y que en el menú no esté la típica ensalada de bolsa y un bistec con patatas de segundo o te claven veinte euros por un capipota y una ensaladilla: esta quincena en el Oníric te ofrecen tres platillos que son cada uno una sorpresa deliciosa (un crujiente de kale con jamón y aceitunas negras, una combinación fantástica entre calçots, ricotta y avena o el choque palatal entre remolacha, zanahoria y café) y un segundo a escoger (unos fabulosos ñoquis con salsa verde de espinacas especiadas y chuleta de cerdo deshuesada o la escórpora con lentejas y salicornia que también recordarás). Los postres culminan la fiesta: crema catalana de frambuesas, helado de fresa y tierra de chocolate, una fantasía hecha realidad.

Plato del Restaurante Onírico / Foto: Cedida
Un plato onírico / Foto: Cedida

En el menú degustación proponen, entre otros, un extraordinario pargo con su bullabesa, acelgas, gelatina de ratafía y praliné de nueces —combinación ganadora, pescado, verdura y frutos secos—, o una caballa marinada con sal y azúcar sobre crujiente de alga wakame gustosísima, y a la carta, por ejemplo, por 12 € tienes un espectacular cordero con pera al vino, puré de boniato y rocoto (un pimentón picante originario de América Latina): aquí la melosidad de la garganta casa de primera con el picante y la dulzura.

Mientras escribo todo eso y rememoro todos estos sabores —y me viene en la cabeza La Sosenga por todas las cosas buenas que tienen en común—, salivo y sonrío y ya empiezo a maquinar excusas para volver.