Meritxell Falgueras (Barcelona, 1981) es mucho más que una sommelier: es una narradora del vino, una voz que traduce aromas y sabores en palabras y lo hace con pasión y un punto de rebeldía. Cinco generaciones de El Celler de Gelida la han visto crecer entre botellas y botas de vino, pero ella ha sabido hacerse un camino propio como sommelier, escritora y divulgadora, y ya hace más de veinticinco años que se dedica a ello. Licenciada en Humanidades y con un alma comunicadora, ha sabido hacer del vino un lenguaje que marida con la moda, la gastronomía y el feminismo.
Falgueras ha convertido su amor por el vino en una manera de explicar el mundo: ha escrito seis libros: Cátame, Presume de vinos en 7 días, Los vinos de tu vida, Qué beber cuando no bebes, #ConVinoConTodo y ahora, acaba de publicar Mujeres del Vino. ¿Y la señora también tomará vino? (Planeta Gastro, 2025), un ensayo valiente y necesario que reivindica la feminización del mundo vitivinícola y da voz a las profesionales que han roto moldes en un sector aún demasiado masculinizado. Falgueras parte de su propia experiencia para poner de relieve la discriminación, los estereotipos y las desigualdades que aún existen, pero también para celebrar la fuerza y el talento de tantas mujeres que han abierto camino. Da voz a sommeliers, enólogas, viticultoras, periodistas y emprendedoras que, como ella, han decidido hablar del vino con su propia voz, sin pedir permiso ni querer imitar modelos patriarcales. La autora utiliza el humor, la sensibilidad y la ironía para denunciar el machismo estructural del sector —desde el gesto de ofrecer siempre la carta de vinos al hombre hasta la escasa presencia femenina en cargos directivos— y lo hace desde una mirada empática, combativa y lúcida. Además, reivindica la libertad de ser mujer sin renunciar a la profesionalidad, a la feminidad ni a las emociones. En definitiva, el libro es un brindis por el feminismo donde el vino deja de ser territorio masculino para convertirse en espacio de encuentro, de diálogo y de igualdad. Además de los libros publicados, Falgueras escribe, habitualmente, en esta casa, y también en ELLE Gourmet, colabora en RNE y 3Cat, y conduce el pódcast Una botella compartida. Galardonada con el Nariz de Oro Joven Promesa y reconocida como Sumiller del Año, Falgueras es una voz imprescindible del panorama enológico actual; la entrevistamos.

¿Qué te llevó a escribir Mujeres del vino?
Mujeres del Vino es un movimiento que empieza en el Priorat hace casi quince años, cuando aún no existía el #Metoo. Es verdad que a mí me da mucha vergüencita que en 2025 tengamos que hacer esto, porque a mí me molestaría mucho que hicieran Hombres del Vino, pero ves las fotos de los congresos y ni por la foto. Un 74% de las mujeres del vino han ido a actos donde eran casi las únicas. Creo que se me ha castigado más que a mis compañeros hombres, que siempre han intentado ridiculizarme. Tengo muchas ganas de explicar mi historia y también todos estos abusos que han sufrido mis compañeras.
El prólogo es de Carme Ruscalleda. ¿Qué relación tenéis y qué has aprendido de ella?
Carme Ruscalleda es la actitud, es luz, es energía. Yo he aprendido muchísimo de ella porque realmente es una mujer que transmite lo que hace, lo trabajadora que es, lo amiga de sus amigos, lo alegre, lo optimista, lo realista, es que para mí es un mega ejemplo a seguir.
Para mí sería la ilusión más grande matar Mujeres del vino
¿Qué te hizo tomar la decisión de dar visibilidad a las mujeres del vino?
Surgió hablando con mis compañeras después de unos abusos que sufrí por redes. Mi tesis era que, si a mí -que mi padre, mi hermano y mi exmarido están en el sector- me han pasado las cosas que me han pasado, ¿qué le ha pasado al resto? Piensa que un 40% de las mujeres que nos dedicamos al mundo del vino es por legado familiar. Y es muy difícil denunciar abusos machistas cuando estás trabajando para tu tío o para tu primo. Y de la generación anterior a la mía, ¿a cuántas hermanas se les ha pagado un sueldo para que no aparezcan por la bodega? Se pierde el apellido porque las mujeres ya lo sabemos, la liamos mucho. “Mejor que os dediquéis a la comunicación, al enoturismo”. O sea, el titular es que solo un 20% de los bodegueros a nivel mundial son bodegueras. Por eso yo cada año digo, matemos ya Mujeres del Vino. Hagamos vinos a gente con inteligencia emocional. Pero lo he consultado con muchos expertos y expertas en feminismo y me dicen que es que aún no ha llegado el momento. Para mí sería la ilusión más grande matar Mujeres del Vino.

¿Cómo nació Mujeres del vino y cuál era el primer objetivo?
Pues nace gracias a la sororidad de Anne Canan, que es la fundadora. Ella es la bodeguera de Clos Figueras en el Priorat, y es verdad que nuestros padres ya habían trabajado juntos y nosotras somos amigas. Ella empezó a hacer Gratallops, en el jardín de su bodega, y empezó a hacer catas con más mujeres y cada vez se fue haciendo más grande. Yo siempre digo en broma que no era feminista hasta que nació mi segundo hijo, estaba en una depresión postparto, pero sobretodo no me sentía valorada. Ni por el sector, ni con la pareja que tenía. Y es verdad que Anne me dijo: "Venga, ayúdame a comunicar esto". Y ver mujeres que estaban como yo con el niño en urgencias, que todas intentábamos hacer lo que podíamos, es un poco como el movimiento Malasmadres que me ha inspirado mucho.
Hablas de la feminización real del vino a través de la profesionalización de las mujeres. ¿Cómo se está materializando esto en la práctica?
La feminización del mundo del vino ya está, cada vez hay más mujeres, un 40% de la gente que trabaja en el mundo del vino es mujer. Cuando voy a Girona a hacer el curso de sumiller con Josep Roca, más del 55% son mujeres. Esto a mí me encanta. Hay mucha gente que dice que ya no hay machismo en el mundo del vino. ¡Hombre, porque algunas hemos abierto camino!

¿Crees que la presencia femenina está transformando también el lenguaje del vino?
Totalmente. Para mí, Isabel Mijares, que fue la primera enóloga que estudió en Burdeos, ha sido nuestra rompetechos, sobretodo porque llevaba una sonrisa, muchísima energía. Siempre se la ha ridiculizado como: "Ah, es que este vino huele a enaguas de monja novicia". Es verdad que es muy rocambolesco, pero yo lo entiendo, quiere decir que es un vino que huele a naftalina. Y para mí revolucionó esta manera de expresar. Al final, las mujeres lo que hemos conseguido es divulgar de otra manera, no de una manera tan técnica, sino este mundo más metafórico de decir «Este vino es un Twingo y este es un Mercedes», sin miedo.
No he puesto nombres en el libro y hablo de un abuso muy fuerte, sexual, pero antes el abuso no era abuso
Menciona un estudio que dice que el 90% de las encuestadas ha presenciado o ha oído comentarios machistas en el mundo del vino. ¿Tú has vivido situaciones como estas?
Sí, cuando tenía veinte años y estaba en la tienda de mi familia, el Celler de Gelida, los clientes me decían: “No quiero que me atiendas tú, es que quiero a alguien que sepa”. Y yo respondía: “Soy la única que tiene el título de sommelier, pero si quieres llamo al catxas del almacén”. Me decían: “¿Que te ofendes?” Y yo decía, "No, mira, ¿sabes qué? Tendré más tiempo para desayunar". Y veía que ser joven y mujer era mi hándicap. Y hace ocho años, estaba dando el pecho a mi hijo, y un periodista gastronómico ponía en Facebook barbaridades mías sexuales y mis compañeros, gente muy importante del mundo del vino, ponía likes, shares y no pasaba nada. Hace 4 años se me dijeron por redes también barbaridades y entonces sí que salieron las mujeres del vino a defenderme. Te van haciendo pequeña. No he puesto nombres en el libro y hablo de un abuso muy fuerte, sexual, pero en aquel momento era: "No hagas nada porque no tienes pruebas, ni eres consciente", antes el abuso no era abuso. Los señores que dicen: “Uy a todas os ha pasado algo”. Pues sí, imagínate qué triste, ¿no? Y también: "Ay, mejor hacer como si nada, hacerte la tonta", pero es que yo no quiero que a mi hija le pase esto. Con este libro quiero construir y utilizar esta rabia para decir, mira qué mujeres más increíbles.
Cuando te dicen: “La señorita también tomará vino”, ¿qué respondes?
Mi pareja es exalcohólica, entonces yo le digo: “Sí, y más que el señor” siempre me ponen a mí el agua y a él el vino, y debería ser al revés.
¿Todavía se asocia el vino rosado con las mujeres y el vino tinto más con los hombres, o no tanto?
No, el vino rosado ahora ya es como un estilo de vida, es beber una puesta de sol en una terraza... Incluso el rosado se había asociado al mundo gay, y era como, por favor, no sexualicemos el vino.

A mí, a largo plazo, me importa mucho cómo esté el planeta, pero a corto plazo, te lo prometo que lo que más me interesa es no llegar tarde a buscar a mis hijos
¿Te gustaría ser la abanderada de este #MeToo catalán del vino?
No me gustaría nada ser la abanderada, me gustaría que no existiera. No me siento orgullosa. Ahora no es tanto abrir puertas, porque las puertas ya están abiertas y las mujeres ya están profesionalizadas. Cerrarlas, cerrárselas a estos señoros, a esta caspa que te dice: “Que sí, que sí, yo tengo muchas mujeres trabajando, que soy muy feminista eh”. A mí, a largo plazo, me importa mucho cómo esté el planeta, pero a corto plazo, te lo prometo que lo que más me interesa es no llegar tarde a buscar a mis hijos. Cuando te preguntan: “¿Y los niños, dónde los has dejado?”. Y ahora ya me río. “No, mira, los he dejado a mitad de la autopista”. ¿Pero qué crees?
¿Deben de tener un padre, no? Y a los hombres no les hacen esta pregunta.
Al padre no le dicen nada y puede estar meses sin venir y no pasa nada. Yo estoy separada. Pero, por suerte, he tenido una pareja no responsable y una pareja muy responsable, y es verdad que el consejo es salir conciliada de casa.
Si este libro pudiera cambiar algo en el mundo del vino, ¿qué te gustaría que fuera?
Sobretodo la mirada. Somos tan paternalistas, a veces te empiezan a explicar cosas superobvias. El otro día, uno me dijo: “Sacas libro porque tu pareja es escritor” y después pensaba, “¿Por qué no le he contestado que es mi sexto libro?". ¿Qué quieres decir? Que el libro me lo ha escrito mi novio, que el Celler de Gelida lo lleva mi hermano, eso es verdad, y es porque se lo ha currado, pero que todo lo que sé de vino es por mi exmarido?, ¿y las facturas? ¿que yo no trabajo?, todo lo hace mi padre, porque soy una niña pija... ¿Sabes? Mi problema no es mío, sino la mirada. Y también he tenido que cambiar mi mirada hacia mí misma porque claro, te van haciendo pequeña todos estos comentarios.
Hace veinte años no hubiera podido escribir este libro porque nadie estaba dispuesto a escuchar. Y seguramente ni yo misma había encontrado ni el tiempo, ni la perspectiva
¿Qué te gustaría que el lector o la lectora sintiera después de leer tu libro?
Me gustaría que viera cómo toda una generación de mujeres hemos cambiado el mundo del vino, que lo estamos cambiando, que escuchara mi voz y a ver qué le resuena. Y eso sí, si ya es degustando un vino al lado y dándose un homenaje, pues mejor.
¿Cómo ves el futuro de las mujeres y el vino?
Pues el futuro lo veo muy, muy bien. Como sociedad, cada vez es mejor, cada vez nos dan la razón. Hace veinte años no hubiera podido escribir este libro porque nadie estaba dispuesto a escuchar. Y seguramente ni yo misma había encontrado ni el tiempo, ni la perspectiva. Y yo creo que cada vez vamos cambiando la mirada y vamos sumando sinergias, desde el enoturismo, desde sumilleres, cada uno desde su pequeño huerto y cada vez hacemos un jardín más grande.