¿Te has fijado en lo cristalinos y enormes que son los hielos en los bares o restaurante? Esos cubos casi transparentes, sin ni una burbuja ni rastro de nube blanca en su interior, no solo lucen bien, también tardan menos en derretirse. En casa, en cambio, nuestros hielos suelen salir pequeños, opacos y repletos de microburbujas que aceleran su derretimiento. El resultado es un vaso que acaba aguado en un suspiro, lejos de la experiencia “de restaurante”. Pero, ¿se pueden lograr hielos de calidad en nuestro hogar?
El truco para que los hielos en casa se derritan mucho más lento
La respuesta no está en usar aguas especiales, sino en cómo y dónde congelas esos cubitos. Así lo ha demostrado @el_chico_curioso27, que presume de hazañas raras y de inventos un poco locos. Pero en este caso hay que reconocer que puede tener su gracia. Así, según este creador de contenido, el truco para unos hielos blancos y profesionales no es el cómo, sino el dónde. Olvídate de apilar los moldes en el cajón del congelador; lo que necesitas es un recipiente aislado que mantenga el frío y evite toda llegada de calor. Piensa en una nevera portátil de corcho o poliestireno, un termo de acero con doble pared al vacío, una fiambrera isotérmica o incluso esa caja de neopreno donde guardas tus botellas de vino.

Metiendo tus moldes dentro de uno de estos “mini congeladores”, crearás un microclima gélido que protege a los cubos de las variaciones de temperatura y las corrientes de aire. El resultado: hielos más densos, sin nubes ni burbujas, que se mantienen blancos y tardan mucho más en derretirse. El dónde, al fin y al cabo, marca la diferencia.
Y es que, según explica en uno de sus últimos vídeos, es el aire que se queda atrapado lo que da ese aspecto turbio a nuestros cubitos. Para evitar que ese aire salga, la solución es que el frío llegue solo en una dirección y así el aire pueda escapar a medida que el agua se solidifica. El resultado es un hielo más denso, con menos microburbujas y una conductividad térmica inferior, lo que ralentiza significativamente la transferencia de calor. En la práctica, esto significa que tus cubitos no solo serán más transparentes, sino que se derretirán mucho más despacio, manteniendo tus bebidas frías durante más tiempo.

Este truco es uno de los más técnicos, pero solo hay que bucear un poco en la red para encontrar otras muchas opciones con las que lograr “cubitos profesionales”, esos que son más bonitos y también más duraderos. Agua filtrada o hervida: el secreto está en eliminar los gases disueltos. Hierve el agua y déjala enfriar antes de verterla en los moldes. Así reduces al mínimo las microburbujas que causan esa nube blanca en el interior. Cubitos grandes o esferas: opta por moldes que formen piezas de gran volumen (o incluso esferas). La proporción superficie-volumen favorece una fusión más lenta, ya que hay menos “borde” expuesto al calor.
Si tu congelador lo permite, baja la temperatura al máximo y congela en dos pasos. Primero, a «semi-freezer» para cristalizar el hielo de forma uniforme, y, luego, al frío más intenso. El resultado es un bloque más claro y compacto. Esta congelación lenta es realmente útil, como también lo es el hecho de estar fuera de corrientes: coloca el recipiente aislado en la zona más estable del congelador, lejos de la puerta o de conductos de ventilación interna. Menos corrientes de aire significa menos fluctuaciones de temperatura y hielos más firmes. Con estos detalles, tus cubitos competirán con los de cualquier coctelero: transparentes, duraderos y listos para darle a tus bebidas ese toque de distinción.