Hay platos que forman parte del imaginario culinario catalán, pero que, por distintas razones, han quedado relegados al recuerdo o a la cocina más tradicional. Uno de ellos son las ancas de rana, una preparación que a muchos les puede resultar exótica o incluso atrevida, pero que en realidad tiene raíces profundas en la gastronomía popular de algunos pueblos del interior y del delta del Ebro. En un vídeo publicado por la entrañable cuenta de Instagram de @laiaiaangeleta, vemos a la yaya en un restaurante mientras le sirven un plato que, para muchos, podría ser impensable… pero que para ella es pura nostalgia. Le preguntan cuánto hacía que no comía ancas de rana y responde, sin dudar, que hacía tres o cuatro años. Lo dice con una mezcla de sorpresa, ternura y un poco de emoción, como si volviera a encontrarse con un amigo perdido.

La iaia Angeleta enseña el plato catalán que muchos no se atreven a probar

Cuando le preguntan a qué se parece su sabor, la yaya lo tiene claro: al rape. Y es una comparación bastante acertada. Las ancas de rana tienen una textura firme, pero delicada, con un punto gelatinoso y un sabor suave que recuerda al del pescado blanco, especialmente si se cocinan bien. No es un alimento que encuentres fácilmente en el mercado, pero en algunas zonas rurales de Catalunya todavía hay restaurantes que las sirven, sobre todo si conservan esa esencia de cocina de la abuela, sin complejos y sin dejarse llevar por modas gastronómicas.


En el vídeo, más allá del impacto inicial que puede causar este plato, lo que brilla es la naturalidad con la que la yaya habla de ellas. No hay espectáculo ni exageración, solo la sencillez de quien ha vivido muchas cosas y sabe apreciar los sabores de antes. Y sí, aunque hoy en día se vea como algo raro, lo cierto es que las ancas de rana se han comido en Catalunya durante generaciones, especialmente en zonas húmedas, donde era común capturarlas en arroyos, acequias o campos de arroz.

En zonas rurales de Catalunya todavía hay restaurantes que las sirven

La receta tradicional es sencilla y deliciosa. Se suelen enharinar ligeramente las ancas, se fríen en una sartén con aceite de oliva bien caliente hasta que están doradas y crujientes, y se terminan con un toque de ajo y perejil picados. También hay variantes que las preparan con un poco de vino blanco o incluso con romesco suave. Lo importante es que queden jugosas por dentro y con ese punto crujiente por fuera que las hace tan especiales. Y si alguien aún duda… que le pregunte a la iaia Angeleta.

ancas
Si están bien cocinadas estarán jugosas por dentro y crujientes por fuera / Foto: Unsplash

Porque hay platos que, más allá de su rareza, nos hablan de quiénes somos, de nuestra tierra y de cómo cocinaban nuestras abuelas. Y en tiempos de tanta comida rápida, recordar sabores así puede ser más revolucionario de lo que parece. Si tienes la oportunidad de probarlas alguna vez, hazlo sin prejuicios: quizás descubras un sabor que no esperabas. Como dice la maestra, “el paladar también tiene memoria”, y merece que la cuidemos.