Durante años, la sal rosa del Himalaya se ha ganado un lugar privilegiado en nuestras cocinas, presentada como un producto exótico, puro y beneficioso para la salud. Su tono rosado, su supuesto origen en las alturas del Himalaya y su aura natural la convirtieron en un símbolo de bienestar. Pero detrás de su apariencia idílica se esconde una historia muy diferente. Tal como explica el creador de contenido @terencecrudo en un hilo de Instagram, esta sal no proviene del Himalaya, sino de Pakistán, concretamente de las minas de Khewra, una de las explotaciones salinas más grandes del mundo. En realidad, se trata de una sal de mina, no de mar, extraída del subsuelo a través de un proceso industrial que poco tiene que ver con lo artesanal o lo natural.

Del Himalaya al supermercado: la sal rosa que en realidad sale de Pakistán

La sal rosa que encontramos en tiendas y supermercados no se forma actualmente: es una sal fósil, procedente de un antiguo fondo marino que quedó atrapado bajo tierra hace millones de años. Eso significa que no está en contacto con ningún ecosistema marino vivo, ni con materiales biodisponibles del mar, a diferencia de las sales marinas artesanales, que conservan oligoelementos activos y trazas de minerales beneficiosos. La sal rosa, en cambio, es simplemente un depósito mineral inerte, extraído mediante procesos mineros en los que se utilizan herramientas como dinamita y maquinaria pesada. Y, como toda actividad minera, no está exenta de riesgos ambientales ni de impurezas.

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La sal rosa no procede de minerales vivos disponibles en el fondo marino / Foto: Unsplash

Uno de los aspectos más llamativos de esta historia es su color. Ese tono rosado que la ha hecho tan popular se debe al óxido de hierro, el mismo componente que da color al óxido común. Sin embargo, este hierro no es asimilable por el cuerpo humano, lo que significa que su valor nutricional es prácticamente nulo. Aun así, su estética y su procedencia “misteriosa” han sido suficientes para construir un relato de pureza y salud que ha conquistado el marketing global. Lo curioso es que, bajo esa apariencia saludable, esta sal puede contener metales pesados como plomo o mercurio, habituales en los depósitos mineros, lo que contradice la imagen de producto “limpio” que se le atribuye.

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Contiene metales pesados, difícilmente asumibles por el cuerpo humano / Foto: Unsplash

El color rosado se debe al óxido de hierro que contiene

El auge de la sal rosa del Himalaya demuestra cómo una historia bien contada puede pesar más que los hechos. Nos atrae lo lejano, lo exótico, lo que suena antiguo y místico. Sin embargo, como recuerda @terencecrudo, lo que realmente estamos comprando es una sal común con un envoltorio de fantasía, proveniente de una mina contaminante y sin propiedades superiores a la sal marina tradicional. En definitiva, su éxito es un ejemplo perfecto de cómo la percepción puede transformar un simple mineral en un producto premium, y de cómo, a veces, lo natural no siempre es lo más saludable.