Pocos rituales de sobremesa despiertan tanta curiosidad, debate y tradición como el del carajillo, ese pequeño gran sorbo de café con licor que tanto se disfruta en bares y tascas de toda España. Pero, ¿sabías que su origen está ligado a la Guerra de Cuba? En la cuenta de Instagram de @aldemilio, un camarero experto en cafés y licores, explica con claridad el curioso motivo por el que el carajillo se llama así y cuál es su diferencia real con el ‘cremaet’, una confusión muy común incluso entre los más cafeteros. Su vídeo, lleno de historia y sabor, rescata una tradición que mezcla lo militar con lo gastronómico, y que aún hoy divide opiniones entre quienes defienden uno u otro como el auténtico.
Este es el curioso origen del carajillo y la diferencia con el "cremaet"
En su demostración, @aldemilio coloca varios vasos sobre la barra, cada uno con un café y un licor diferente, y empieza a preparar el clásico cremaet valenciano, ese que se sirve con mimo y un toque de espectáculo. Explica que el cremaet está compuesto por azúcar, piel de limón, un poquito de canela y ron, todo ello flameado para que el licor se caliente y se integren los aromas antes de servir. Pero aquí llega la clave: si a ese cremaet le añadimos café, ya se convierte en un carajillo. La diferencia, aunque parece mínima, tiene una historia apasionante detrás.
El carajillo nació, según cuenta @aldemilio, en plena Guerra de Cuba a finales del siglo XIX. Los soldados españoles, necesitados de un empujón de energía y valor en el frente, solían mezclar su ración de café con un chorrito de ron. Decían que aquella mezcla les daba “coraje”, y de ahí surgió el término “corajillo”, que con el tiempo derivó en el actual “carajillo”. Lo curioso es que el nombre no hace referencia al licor en sí, sino al efecto que provocaba: ese impulso cálido que animaba el cuerpo y despejaba la mente antes de la batalla.
Este café empezó llamándose corajillo porque creían los soldados que les daba coraje
Hoy, esa receta nacida de la necesidad y el ingenio se ha convertido en una institución en la hostelería española. En cada región se prepara de manera distinta: algunos lo prefieren con brandy, anís o coñac, otros siguen fieles al ron original, y hay quienes incluso lo aromatizan con cortezas cítricas o canela. Pero lo esencial no cambia: si hay café, es carajillo; si no lo hay, es cremaet. Dos bebidas hermanas, con el mismo espíritu, pero con identidades bien marcadas.

Detrás de una simple taza de café con licor se esconde una historia de guerra, coraje y costumbre que ha sobrevivido más de un siglo. Así que la próxima vez que brindes con uno, recuerda: no solo estás saboreando un clásico, sino también un pequeño trozo de historia que sigue dando ánimo, calor y conversación a cada trago.