A menudo damos por sentado que sabemos cómo almacenar correctamente los alimentos en casa, pero lo cierto es que pequeños errores cotidianos pueden arruinar por completo su sabor, su textura e incluso acortar su vida útil. Guardar en el lugar equivocado un producto tan común como un fruto seco puede hacer que se oxide, pierda sus propiedades o termine en la basura antes de tiempo. Y no se trata solo de evitar desperdicios: una mala conservación también afecta directamente a las cualidades nutritivas que convierten a estos alimentos en un aliado esencial para la salud. Si aprendemos a organizar bien la despensa y el frigorífico, podremos aprovechar cada ingrediente en su punto óptimo y sin sorpresas desagradables.

El error por no guardar este fruto seco en la nevera

El error más extendido se produce con las nueces, uno de los frutos secos más completos y beneficiosos, pero a los que solemos dar un trato equivocado. Muchos piensan que basta con dejarlas en un bote en la cocina, a temperatura ambiente, como ocurre con almendras o avellanas. Sin embargo, los especialistas en alimentación insisten en que deberían conservarse siempre en la nevera. El motivo es sencillo: el frío actúa como barrera frente a la oxidación, ese proceso silencioso que va deteriorando poco a poco su calidad hasta volverlas rancias.

Conservación de los frutos secos / Foto: Unsplash
Conservación de los frutos secos / Foto: Unsplash

Cuando las nueces se almacenan sin cuidado, el paso del tiempo las castiga con un cambio de olor y sabor que las hace casi incomibles. Aunque por fuera puedan parecer intactas, al probarlas se percibe un gusto desagradable y un aroma similar a disolvente, claro indicio de que ya no están en buen estado. Para evitarlo, lo mejor es optar por la refrigeración. Igual que no meteríamos un plátano en la nevera porque ennegrece su piel o que siempre protegemos los embutidos del aire frío para que no se sequen, con las nueces ocurre justo lo contrario: necesitan ese entorno fresco para mantenerse perfectas.

Un consejo adicional es comprarlas con cáscara, ya que esta actúa como una coraza natural contra la humedad y el oxígeno. Recién abiertas, las nueces conservan todo su aroma y propiedades, pudiendo durar hasta seis meses si se mantienen protegidas. Si prefieres adquirirlas peladas, es fundamental almacenarlas en envases herméticos y, a ser posible, al vacío, para ralentizar su deterioro. Además, conviene alejarlas de alimentos con olores intensos, ya que absorben fácilmente los aromas del entorno.

tom hermans 3w6qAk35xAg unsplash
Puedes optar por las nueces con cáscara / Foto: Unsplash

¿Y si compramos demasiadas? La buena noticia es que las nueces también se pueden congelar. Basta con introducirlas en una bolsa de cierre hermético, retirar el aire y guardarlas en el congelador. Cuando quieras utilizarlas, solo tendrás que dejarlas reposar un par de horas y estarán listas, sin perder sus beneficios ni su sabor. Con este simple hábito no solo alargarás su conservación, sino que podrás disfrutar siempre de un fruto seco saludable, crujiente y lleno de cualidades intactas.