En el inmenso mundo de las plantas comestibles, donde lo visual y lo culinario a menudo se cruzan, hay una flor que sorprende por completo. No solo llama la atención por su belleza intensa y su presencia decorativa en muros, terrazas y jardines, sino que también puede llegar a desconcertar al paladar. Se trata de la buganvilla, esa planta exuberante y colorida que muchos asocian con los veranos en el Mediterráneo, especialmente en lugares como Italia, pero cuyo origen verdadero está en Sudamérica. A pesar de su popularidad en zonas cálidas y su uso extendido como ornamento, muy pocos saben que es comestible.
La Buganvilla: la curiosa flor que sabe a tomate
Lo más curioso: hay quien asegura que sabe a tomate. Esta inesperada revelación nos llega de la mano del creador de contenido de la cuenta de Instagram @la_clarice, quien en uno de sus vídeos aparece degustando esta planta y compartiendo datos botánicos muy reveladores que explican su inusual perfil de sabor.

Lo primero que aclara en su vídeo es que, aunque todos asociamos ese vibrante color fucsia o morado a la flor de la buganvilla, en realidad lo que estamos viendo no es la flor, sino unas hojas modificadas llamadas brácteas. Estas brácteas tienen como función principal atraer a los polinizadores, pero no son la flor auténtica. La verdadera flor de esta planta es una minúscula estructura blanca o crema situada justo en el centro de ese envoltorio colorido. Este dato, que puede parecer meramente técnico, en realidad nos da muchas pistas sobre su sabor, porque esas hojas coloridas tienen una composición química diferente a la de la flor, y son justamente las que, al masticarlas, nos recuerdan al sabor de un tomate maduro.
Lo que no sabías era que la parte de color morado no es la flor, si no, unas hojas alrededor de la misma
Este perfil gustativo inesperado, que combina una ligera acidez con notas vegetales frescas, convierte a la buganvilla en una opción muy interesante para quienes disfrutan experimentando en la cocina. Aunque no se trata de un ingrediente habitual en recetarios tradicionales, su carácter comestible permite darle un uso creativo en ensaladas, decoraciones de platos o incluso como componente en infusiones o cócteles. Eso sí, siempre es importante asegurarse de que las flores no hayan sido tratadas con pesticidas o productos químicos si se van a consumir.
La buganvilla, por tanto, no es solo una cara bonita en balcones soleados, sino también una planta con historia, función biológica fascinante y potencial culinario inesperado. El vídeo de @la_clarice es una invitación abierta a mirar el mundo vegetal con otros ojos, a redescubrir lo que tenemos delante y a perderle el miedo a probar cosas nuevas. ¿Quién sabe? Tal vez tu próxima ensalada lleve un toque de buganvilla porque te apetezca que tenga un ligero sabor a tomate.