Irlanda es llamada "la Isla Esmeralda" por la intensidad del verde que cubre sus tierras. Sobre todo las del cuadrante sudoccidental de la isla, dividida entre los históricos condados de Cork y de Kerry. Esta es la Irlanda que hemos ido a "descubrir". La de los impresionantes espacios naturales de las tierras interiores, presididos por espectaculares masas de roca desnuda, ennegrecida por la constante humedad, excavados por curiosos sistemas de ríos y de lagos y cubiertos por misteriosos y solitarios bosques que, todavía, custodian la tradición cosmogónica céltica.

Parque Natural de Killarney. Los compañeros a punto de pasar por debajo del Bricken Bridge / Cedida: Antoni Florensa

También la de los impresionantes espacios naturales de la costa. Allí donde la tierra —dura y obstinada— lucha con el mar —bravo e inmenso—. Allí donde este combate ha esculpido un paisaje aturdidor, formado por acantilados de una espectacular verticalidad y por solitarias playas cubiertas de espuma. Allí donde este combate ha salpicado la costa con docenas de pequeñas islas, que se presentan a los ojos humanos como trozos que se han descantillado de la placa continental y que desde el inicio de los tiempos han sido fuente de inspiración de tradiciones como la de la isla fantasma de San Borondón.

Nuestros compañeros Rosa, Xavier, Lourdes y el intérprete Gabriel; en la isla de Skellig Michael. 600 peldaños hasta la cima. Cedida: Lourdes Moret

La de los enigmáticos yacimientos neolíticos, de aquellos pueblos anteriores a los celtas que, con su misteriosa desaparición, alimentaron el relato cosmogónico de los Thuata (la mítica diosa yegua y sus descendientes semidioses, que quieren explicar la conquista celta de la isla). Pequeños asentamientos de piedra seca donde absolutamente todo —pueblo, casas— tiene una curiosa planta circular. Y la de los monasterios medievales, abandonados desde hace siglos a la voracidad de los bosques y cubiertos con una especial atmósfera de misterio dada por su soledad y por los imponentes territorios que los rodean.

Isla lacustre de Ross, con el castillo. El grupo pasea por los jardines después de la visita al castillo / Cedida: Oti Alberca

La de los palacios de la nobleza inglesa, edificados entre la revolución republicana de Cromwell y la época imperial de la reina Victoria (XVII en XIX), que inevitablemente transportan a la serie televisiva "Upstairs, Downstairs" ("Arriba y abajo"). A la de los pequeños pueblos marineros de costa, que ven transcurrir la vida plácidamente como si el paso del tiempo se hubiera detenido. Y a la de ciudades que con sus tradicionales almacenes portuarios de pared de ladrillo cocido explican la historia de un país que, después de un trágico desangramiento, se repuso y se convirtió en un referente.

Primera jornada de nuestra aventura irlandesa: Cork

Cork fue nuestra primera etapa. Y le dedicamos la primera jornada. No nos dejamos casi nada de aquello que, realmente, explica la existencia de la capital del sur de Irlanda. Visitamos las dos catedrales (la católica y la anglicana), Elizabeth Fort (la fortaleza-presidio de la época de dominación inglesa), nos "perdimos" por las calles de la parte histórica (las calles de Saint Patrick, Grand Parade. Oliver Plunkett y los banquillos del río Lee). Y no nos marchamos sin probar la mejor cerveza de la ciudad, en la Franciscan Well Brewery, una colosal cervecería con música country en vivo.

Catedral de Cork / Cedida: Xavier Palet

Segunda jornada de nuestra aventura irlandesa: Blarney, Kenmare, Moll's Gap, Killarney

La segunda jornada la empleamos en hacer el camino hacia Killarney (una pequeña ciudad de 15.000 habitantes, capital del condado de Kerry y campo-base de nuestra aventura irlandesa). El camino que une Cork y Killarney discurre por los paisajes que, en buena parte, inspiraron la cita "Irlanda, la isla esmeralda". Paisajes que, en el interior de misteriosas masas boscosas o en la cima de enigmáticos cuellos de montaña, conservan celosamente algunos de los testimonios monumentales y antropológicos que mejor explican la historia del país y de su sociedad.

Elizabeth Fort. Cork / Fuente: Marc Pons

Nuestra primera parada fue en el castillo de Blarney, una construcción medieval —de la época de la conquista normanda (siglo XI)— que desde el día que fue construida ha pasado por mil manos (normandos, galeses, irlandeses, ingleses) y ha sido destruida y reconstruida en varias ocasiones, pero siempre conservando su aspecto primigenio. Subimos a la torre (unos 200 peldaños por una pétrea y estrechísima escalera de caracol) y, boca arriba y con la cabeza suspendida en el vacío, besamos la "Piedra de la Elocuencia", una misteriosa tradición irlandesa de raíz céltica que te asegura la eterna facilidad de palabra.

Blarney Castle. Nuestra compañera Fernanda besando la Piedra de la Elocuencia / Cedida: Lourdes Moret

Después de "descubrir" Blarney y sus maravillosos jardines de origen y de estilo victoriano, proseguimos el viaje hasta el pueblo de Kenmare —para comer en un tradicional pub rural; acto seguido hasta Moll's Gap, un verdísimo cuello de montaña permanentemente cubierto por una fina niebla y, finalmente, hasta la granja de Kissane, para conocer la tradicional actividad pecuaria irlandesa. En Kissane nos ofrecieron una demostración de perros pastores (borders collie conduciendo rebaños de las típicas ovejas irlandesas) y de esquilado (esquiladores locales utilizando los métodos tradicionales).

El grupo reponiendo fuerzas en un pub de Kenmare / Fuente: Marc Pons

Tercera jornada de nuestra aventura irlandesa: la parte sur del Parque Natural de Killarney

La tercera jornada la iniciamos en la parte sur del Parque Natural de Killarney, a través de caminos forestales que conducen hasta Muckross. Después de 6 kilómetros a través de los frondosos bosques que hace 3.000 años inspiraron la creación de la mitología céltica, llegamos a Muckross House, un cottage aristocrático con una historia que oculta una curiosa maldición. Muckross fue edificado a mediados del siglo XIX por la poderosa familia de los Herbert. Pero la imposibilidad de saldar la deuda que habían contraído para adecuar la casa a una visita de la reina Victoria los obligó a vender la propiedad.

Muckross House. El profesor Marc Pons explicando al grupo la maldición que pesa sobre la casa / Cedida: Antoni Florensa

Y nos adentramos por las salas, cámaras, cocinas y pasadizos para conocer la historia. Los Herbert —a desgana— vendieron la propiedad a un pariente Guinness —un político local de la estirpe de cerveceros. Pero poco después este se la sacó de encima convencido de que alguna fuerza de la casa lo privaba de tener descendencia. Los nuevos propietarios, la pareja Vicent-Bowers (otro político local y una rica heredera norteamericana) tuvieron la misma certeza y, poco después de la prematura y trágica muerte de la esposa, la entregaron al Estado irlandés para evitar la continuidad de la maldición.

Abadía de Muckross. Nuestros compañeros Eugeni y Montse en el altar de este misterioso edificio / Cedida: Lourdes Moret

Saliendo de la misteriosa casa Muckross, visitamos las granjas de los antiguos inquilinos, que se conservan tal como eran hace un siglo. Y acto seguido, al anochecer, después de una pequeña ruta a través de la frondosa zona boscosa, llegamos a la abadía de Muckross, un enigmático edificio medieval con su cementerio, parcialmente destruidos y totalmente abandonados, que sobreviven ocultos dentro de una intrigante burbuja de misterio. Después de aquella inmersión en la narrativa del misterio y de la intriga, acabamos la jornada en el Falconry, conocimos la ancestral cultura de la halconería irlandesa.

Falconery Kerry. Nuestros compañeros Silvia y Xavier, con un búho de halconería / Cedida: Antoni Florensa

Cuarta jornada de nuestra aventura irlandesa: la península de Dingle

Durante la cuarta jornada tuvimos el primer contacto con la costa oeste de Irlanda, la tierra más occidental de Europa. Con Cati, una extraordinaria guía local de habla catalana, recorrimos la escarpada costa sur de la península de Dingle. En el transcurso de este recorrido nos paramos en el yacimiento neolítico de Minard Castle para descubrir una civilización de grandes navegantes que hace 5.000 años conectaban el norte de Escocia, el sur de Irlanda y las puntas de Cornualles y Bretaña para comerciar con los primeros metales.

Yacimiento neolítico de Minard Castle. Península de Dingle / Cedida: Rosa Maria Moret

Desde Minard Castle nos desplazamos hasta la espectacular playa de Coumeenoole, que explica la historia de grandes naufragios pero, sobre todo, de aquella máxima que durante siglos imperó en las costas del Atlántico europeo: "lo que lleva el mar a la tierra es del que lo encuentra". La playa de Coumeenoole y el puerto natural de Dhún Chaoin (el extremo más occidental de la plataforma insular irlandesa) nos ilustraron, también, la historia de la hispánica Armada Invencible, gobernada por un ridículo almirante que se mareaba a bordo y que encontró su fin definitivo en estas escarpadas y solitarias costas.

Playa de Coomenoole, el extremo occidental de Irlanda. Los compañeros Antoni y Conxita, el intérprete Gabriel y la guía local Cati / Fuente: Marc Pons

A la hora de comer fuimos hacia Dingle, una preciosa y tranquila villa marinera. Dingle es la Irlanda más auténtica. Dingle es aquel pequeño puerto que hace siglos que mira hacia el mar, incluso más allá de aquella inmensa masa de agua, buscando su futuro. Dingle es la pequeña villa situada sobre un pequeño puerto, de calles empinadas y de casas de colores, policromadas a propósito para que los días de poca visibilidad, pescadores y marineros encuentren el camino del puerto. Dingle es aquel rincón alejado de todo y de todas partes que, todavía, conserva la lengua gaélica, que retrocedió hasta casi morir con la dominación inglesa.

Puerto de Dhún Chaoin. Península de Dingle / Cedida: Silvia Mondón

Quinta jornada de nuestra aventura irlandesa: las islas de Skellig Michael

La quinta jornada de nuestra aventura irlandesa empezó muy de mañana. A las 6:00 h una parte del grupo —los valientes que decidieron desembarcar en la isla de Skellig Michael— subieron a un taxi fletado por la organización y se dirigieron a Portmagee, punto de partida de los barcos que navegan hasta este peñón. El resto salimos una hora más tarde, con nuestro autocar y con el mismo destino, pero para "descubrir" el peñón con una navegación en torno a aquella espectacular roca.

Nuestros valientes a bordo del barco que los conducía a la isla de Skellig Michael / Cedida: Xavier Andreu

Hacia las 11:00 h nuestros valientes ya habían desembarcado, ascendido y coronado el peñón (más de 600 peldaños de una pétrea escalera que rodea la roca en espiral) y ya habían tocado las escasas piedras que quedan en pie del monasterio medieval. Mientras tanto, el resto del grupo se embarcaba en una navegación a mar abierto que no dejó a nadie indiferente. Los rugidos de las olas golpeando contra la proa del barco, la inquietante agua saltando sobre la cubierta de la embarcación y la extraordinaria vista de centenares de gaviotas y alcatraces anidando en las paredes verticales del islote.

Illa de Skellig Michael. El grupo en una navegación en torno a la isla / Cedida: Oti Alberca

Pasado mediodía volvemos al campo-base. Killarney era una fiesta y aquel anochecer sus calles y plazas reunían a una espectacular multitud llegada de todos los rincones del condado de Kerry. El club del condado se había proclamado ganador del Championship All Ireland (campeón nacional de Irlanda) de Peil Ghaelach (fútbol gaélico) tanto en categoría masculina como en femenina. Killarney se llenó de banderas con los colores del condado de Kerry —amarillo y verde— y de bandas de gaiteros que desfilaron por las calles principales. Por unas horas fuimos unos incondicionales más del Ciarrai (Kerry, en gaélico).

Celebración del campeonato de fútbol gaélico del club de Killarney / Cedidas: Antoni Florensa y Xavier Andreu

Sexta jornada de nuestra aventura irlandesa: la parte norte del Parque Natural de Killarney

La sexta jornada empezó con un pequeño viaje en tartana por los caminos forestales de la parte norte del Parque Natural de Killarney. De buena mañana nos trasladamos hacia el Gap de Dunloe, uno de los accesos principales a este gran espacio natural protegido (el segundo de Irlanda en extensión). En Kate Kearney's Cottage subimos en unas tartanas tiradas por caballos de raza local e hicimos un viaje a la manera tradicional por el espectacular desfiladero del Gap de Dunloe. Al llegar a la cima comimos en un cottage tradicional y, acto seguido, nos embarcamos en unos pequeños botes para surcar el sistema de ríos y lagos del parque.

Parque Natural de Killarney. Nuestros compañeros Antoni, Conxita, Xavier y Oti, en una tartana / Cedida: Oti Alberca

Aquellos botes, en una navegación relajada, nos llevaron a través del Upper Lake (lago Superior), el Muckross Lake (lago Muckross) y el Lough Lake (lago Lough) y su sistema de ríos que los conectan hasta la isla de Ross. Dos horas de navegación para sumergirnos en el impresionante núcleo del Parque Natural, dominado por los sonidos, exclusivamente, de la naturaleza y el rumor del bote. Paisajes que, de nuevo, nos explicaban cómo se había construido el relato de la cosmogonía celta (la yegua primigenia y los semidioses que la siguieron y que, pasados los siglos, sobreviven ocultos a los sótanos de castillos y abadías).

Parque Natural de Killarney. Nuestra compañera Pilar y el intérprete Gabriel navegando por el sistema de lagos / Cedida: Manuela Vila

Tartanas y botes, para concluir la jornada en Ross Castle, el edificio más fotografiado del condado de Kerry. Ross Castle, como Blarney Castle junto a Cork, es un castillo de la época normanda (siglo IX), destruido y reconstruido en infinidad de ocasiones y que nos explicaría la convulsa historia de Irlanda, forjada a través de constantes rebeliones que querían poner fin a una eterna e inacabable dominación forastera. Por la noche, después de cenar, nos dirigimos a las afueras de Killarney para disfrutar de un espectáculo de música y danza tradicional irlandesa de clarísima inspiración celta.

 

Séptima jornada de nuestra aventura irlandesa: el retorno a Cork

 

Se aproximaba la fecha de retorno y la penúltima jornada la destinamos a acercarnos a Cork, desde donde al día siguiente tenía que salir nuestro vuelo. Y en este retorno al punto de inicio de nuestra aventura nos paramos en Cobh, el puerto marítimo de Cork, con su fantástico Cobh Heritage Center, una antigua estación de ferrocarril del siglo XIX (con sus despachos, sus andenes, y sus almacenes) que ha sido adaptada para acoger la exposición de la emigración irlandesa de 1850, que llevó a más de un millón de personas (el 20% de la población de la isla) hacia los Estados Unidos.

Parque Natural de Killarney. Nuestros compañeros Frederic y Núria / Cedida: Rosa Moret

El Cobh Heritage Center nos explicó la magnitud de aquella tragedia, que venía precedida de la muerte de otro millón de personas a causa de una penuria de hambre generalizada (la llamada "hambruna de la patata"). A través de un hilo conductor que se despliega por las diferentes salas del espacio, formando un recorrido de extraordinarias imágenes que proyectan todo el dramatismo de aquel fenómeno, pudimos entender la tragedia que provocaría aquella gran emigración, de la que nosotros tuvimos noticia, por primera vez hace muchos años, a través del cine norteamericano.

Parque Natural de Killarney. Los compañeros Ramon y Salvador navegando por el sistema de lagos / Cedida: Xavier Palet

Por la noche volvimos a Cork, punto de inicio de nuestra aventura, y aprovechamos para adentrarnos en aquellos testimonios que no habíamos podido ver el primer día. El English Market —el mercado local de abastecimientos—. Y la Cork City Gaol, la terrible mazmorra de presos políticos —hoy inactiva— de la última época de la dominación británica (hasta 1921). Éramos el único grupo, y la soledad de aquel espacio y la dureza perfectamente imaginable de sus condiciones nos causó un fuerte impacto. Una experiencia que pudimos comentar a bastamente durante la cena de despido en uno de los mejores restaurantes de la ciudad.

Cork. El grupo en el interior de la Prisión de Gaol / Cedida: Antoni Florensa

Octava jornada de nuestra aventura irlandesa

La octava y última jornada de nuestra aventura irlandesa la destinamos al retorno. Y a la rememoración de una experiencia única, que nos ha permitido sumergirnos en aquella Irlanda más salvaje y más desconocida. En una experiencia única diseñada, creada e impulsada por el triángulo Marc Pons (articulista de historia de la casa, diseñador del viaje y profesor-acompañante del grupo), Viatges Viñolas (contratista de los servicios y seguimiento diario del viaje) y ElNacional.cat (como impulsor y difusor de la experiencia y verdadera alma del proyecto).

Cork. Parte del grupo en la cena de despido / Fuente: Marc Pons